19. Unicornios, guerra y pesadillas.

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Capítulo diecinueve

Unicornios, guerra y pesadillas.

Luego del sueño del cual montaba un unicornio, me desperté, lavé mi cara, cepillé mis dientes, peiné mi melena salvaje mientras me bañaba y cambié el pijama.

Me puse un short de algodón blanco que hacía resaltar mis piernas bronceadas y una remera de tirantes negra junto a mi otra camisa a cuadros azules.

Aquellas famosas botas blancas de plataforma que usaba en Stanford.

Bajé las escaleras encontrándome con todos los Alpha, pero dos de ellos me llamaron la atención...

Theo con una piñata y a Mike con un tutú rosa.

Arrugué la nariz.

—¿Qué hacen así? —pregunté.

—Dicen que usar tutú rosa moldea tu figura y alarga las piernas —contestó Mike encogiéndose de hombros.

Rodé los ojos un tanto confundida.

Otro trauma más para mi mente.

—¿Quieres desayunar? —preguntó Jordan.

Negué posando los codos en la mesada.

—Emm, no, ya me iba... —me giré y comencé a caminar.

—¿A dónde vas? —gritó Chad.

—A mi casa —grité.

Unas corridas se hicieron presentes y, en un segundo, los Alpha se encontraban tomando aire.

—Ashley... —comenzó Aaron, tomó aire—, no irás a Stanford.

Solté una carcajada.

—¿A Stanford? ¿yo? —me miraron confundidos—, Stanford dejó de ser mi hogar hace mucho tiempo...

Sonreí negando con la cabeza y me volví a girar rumbo a la puerta.

—¿Quieres que te lleve? —preguntaron Byron, Jordan y Chad al unísono.

Y sí, Chad dijo eso porque sus padres le habían mandado su flamante BMW i8 rojo, y pronto, le traerían el autito convertible de Barbie al insoportable y malcriado de Aaron.

Bufé mentalmente.

Yo quería tener mi propio auto.

Y sí, un BMW en color negro.

—No, chicos, gracias, iré caminando.

No quería que se mataran ni enojaran. Porque sabía que si elegía a uno los otros dos se enojarían...

—No, Ashley, yo te llevaré —habló Byron.

Tomó las llaves con rapidez, abrió la puerta jalándome hacia afuera, la cerró y desactivó las trabas de la camioneta.

Me abrió la puerta, le sonreí y me adentré en el lado del co-piloto. Rodeó el auto y entró, lo encendió y me miró.

—¿A dónde ibas?

—A iCrazy Cream, ¿lo conoces, no? —contesté.

Y sí, iCrazy Cream se había vuelto mi segundo hogar.

En él habitaban muchos recuerdos de toda clase.

Asintió.

—Claro, los chicos y yo vamos casi siempre... —me sonrió.

Fruncí el ceño, confundida.

¿Cómo los Alpha habían ido casi siempre? Si siempre íbamos con los Delta y jamás los había visto.

¡Esto es guerra! © #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora