74. Para enfrentar los horrores y no taparlo con sonrisas.

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En el capítulo anterior:

{—¡Tendría que haberte dejado en un internado de buenos modales hasta que te comportes como una verdadera señorita! ¡Un año te dejamos y esos chicos te cambiaron hasta convertirte en una zorra!

¿Qué?

—¡No tienes ningún derecho de hablarle así! —un enfurecido Keegan alzó la voz callando los alaridos de mi madre. Ella lo observó con susto—. Ni a ella ni a ninguno de nosotros.

—Pero...

—Pero nada, Brooke —Richard intervino enojado estampando con fuerza los puños que se encontraban cerrados sobre la mesa. Sus ojos fueron directamente a los míos—. ¿Quieres saber qué pasó por lo que tuvimos que sacarlos de Stanford?}

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Capítulo setenta y cuatro

"Para enfrentar los horrores y no taparlo con sonrisas."

Asentí obvia, era la razón por la cual había venido a Los Ángeles, ¿no?

No había otra causa.

Pero, cuando Richard iba a comenzar a contar la historia de por qué nos tuvimos que ir de Stanford, dos chicos rubios bien vestidos, entraron a la sala, bostezando.

Los reconocí de inmediato y solté un mini grito parándome de la silla hasta correr hacia ellos y abrazarlos con toda la fuerza de hormiga que tenía en mis brazos. Los zarandeé de un lado hacia otro, estrujándolos como toronjas.

No lo podía creer que después de tantos meses volvía a ver al par de gemelos favoritos.

—¿Cómo estás, hermanita? —escuché la ronca voz de Dylan chocando en mi oreja mientras que despeinaba mi cabello con "suavidad", Austin dejó un beso en mi mejilla y se separó de mí.

—Están tan altos... no puedo creer cuánto pasó desde la última vez que nos vimos —hablé de una forma en la que solo los tres podíamos escuchar. Les sonreí con emoción y los abracé a los dos, individualmente—. Los extrañé.

El perfume de Austin me embriagó cuando me envolvió en sus brazos.

—También te extrañamos, chiquita —contestó acariciando mis hombros.

—Chiquita tu...

—¿Por qué no se sientan? Estamos ya casi terminando —la chillona voz de nuestra madre hizo su presencia interrumpiendo mi insulto.

Bufé un poco irritada, ¿no podía dejarnos más tiempo? Hacía meses que no los veía qué le costaba a ella dejarme dos minutos con mis hermanos. Si no iba a estar tanto tiempo en esta casa, me causaba escalofríos.

Hasta creía que las paredes están construidas con mentiras y no con concreto.

Austin se sentó a mi izquierda al lado de Brooke, y Dylan a mi derecha.

—¿Y bien? —Keegan hizo un ademán con mi mano—. ¿Qué otros daños hicieron en nuestras vidas además de ser irresponsables poniéndonos en un estúpido contrato?

Austin abrió su boca un poco sorprendido.

—Keegan... —susurró en un leve regaño.

Richard juntó las manos apoyando los codos en la mesa y suspiró.

—El trato era que, al asociarnos con el dueño de la Universidad de Stanford, la empresa Smith iba a administrarla y proveerle cambios en base a eso. Por ello, hicimos un contrato que pudiera también beneficiarles a ustedes —nos dedicó una mirada de soslayo—: empezar la universidad antes para que tuviesen más oportunidades en un futuro. Pero las cosas no terminaron tan bien —vaya que no. Tomó aire antes de hablar—, tuvimos un problema y la empresa decayó, económicamente hablando...

¡Esto es guerra! © #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora