- Capítulo 14 -

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Tan pronto como entraron en la cafetería, Russell comenzó a arrepentirse de su decisión. Su orgullo ya había sido arrastrado por el suelo, ¿y ahora era forzado a esto? «¡Sólo debí haber tomado las malditas cebollas e irme!», pensó, mordiéndose el labio inferior.

Se sentaron junto a la ventana, donde ambos podían fingir que el maravilloso paisaje a principios de verano del estacionamiento vacío era tan interesante como pudieran considerarlo necesario.

Después de que el camarero trajo sus órdenes, pasaron varios minutos antes de que ninguno hablara. Russell mantuvo su mirada fija en su café, tratando de no agarrar demasiado fuerte el vaso de plástico, todavía masticando su labio. «¡¿Qué clase de situación es esta?!». La cafetería estaba casi vacía; aparte de una mujer que estaba rascando una pluma estilográfica en un cuaderno unas pocas mesas más allá. Incluso el personal parecía demasiado ausente. Y a pesar de tener toda la privacidad que podrían conseguir en un establecimiento público, era incómodo para mirar a Eric a la cara.

-Yo... - oyó a Eric suspirar, pero no lo miró-. Lo siento -. El chico hizo una pausa, para que Russell pudiera responder si tenía la necesidad. Él se quedó callado-. No debí golpearte.

Los segundos pasaron, y Russell sorbió un poquito de su café helado, en un desesperado intento de tragar la saliva que no le bajaría por la garganta por sí sola-. No te disculpes, entiendo por qué lo hiciste -murmuró-. Fue justo.

-No, no lo fue -contestó el muchacho. Russ casi podía sentir los ojos ardientes de Eric sobre él, como si perforaran su cráneo-, pude simplemente haber dejado el maldito lugar.

«¿Entonces por qué no lo hiciste?». Su pecho ardió, y Russ soltó el aire que no estaba consciente de haber estado conteniendo en un largo, silencioso suspiro.

-No hay nada que hacer al respecto, así que olvídalo -comentó. Su cuello se puso tenso, cansado de sostener el peso muerto de su cabeza, por lo que la levantó y apoyó un codo en la mesa para colocar la barbilla sobre el puño cerrado, haciendo caso omiso de la mirada del muchacho mientras miraba por la ventana.

Russell entrecerró los ojos ligeramente, de pronto detectando un peso extraño dentro de su estómago. ¿Era eso... culpa? «Oh, Dios». ¿Cómo diablos podía ser eso posible? No tenía ninguna razón para sentirse culpable, era culpa de Eric. Eric lo rechazó, lo golpeó, le destrozó el corazón tantas veces; ¡¿y ahora se disculpaba?!

«Espera. Se está disculpando. Eso significa que... siente remordimiento». Sintió la presión dentro de sí palpitar al mismo ritmo que sentía los latidos de su corazón en el pecho. Entonces se dio cuenta. Se sentía culpable por hacer que Eric se arrepintiera, por haberle preocupado. Y eso lo puso irracionalmente molesto, confuso, sucio.

«Soy un maldito mercenario».

-No puedo borrar lo que hice, pero... -. Eric fue interrumpido por un resoplido enojado que Russell se había asegurado de no mostrar nunca antes.

-Mira, ya te dije que está bien -, se puso de pie, poniendo ambas manos sobre la mesa-. Si eso es todo lo que tienes que decir, me iré ahora -. Empujó la silla ligeramente hacia atrás con la parte posterior de sus rodillas mientras cogía la bolsa llena de cebollas de la mesa.

-¡No, espera! No es todo -dijo Eric, agarrándole la muñeca.

Russ respiró hondo y volvió a sentarse. «Bueno, supongo que también debo disculparme».

Por varios minutos los únicos sonidos en la tienda eran sus respiraciones y la pluma rascando furiosamente en el papel. Russell se preguntó qué estaría escribiendo aquella mujer. Tal vez una novela. Sí, probablemente era una novelista que le gustaba sentarse en esta cafetería particular y simplemente escribir sobre lo que la rodeaba. Se preguntó si estaba escribiendo sobre ellos en ese momento, y si les daría a los personajes el final feliz que él nunca tendría.

Amo a mi bully.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora