Alrededor de las cuatro de la tarde, unos golpes en la puerta lo devolvieron al mundo real. Sintió la mano mojada, y se dio cuenta de que había estado llenado el vaso hasta que casi toda el agua de la jarra se había derramado. Rápidamente, se seco las manos con el paño de la cocina y corrió a abrir la puerta. Un chico bajito y con gafas le sonrió.-Dan... -. No pudo ocultar su sorpresa, pues realmente no esperaba esta visita tan pronto. Y él que estaba feliz de haber sobrevivido el día...
-¿Puedo pasar?
Sam notó que estaba bloqueando la entrada, así que se hizo a un lado. No fue más que voltearse un segundo para cerrar la puerta, y cuando dirigió su atención de nuevo hacia el muchacho, estaba en el suelo, sobándose la parte baja de la espalda.
-Me resbalé -dijo simplemente ante la cuestionadora mirada de Sam, quién rodó los ojos y lo ayudó a ponerse de pié -¿Estás bien?
-Sí, es sólo.... -. Las palabras murieron en su garganta y Sam dirigió la mirada hacia la cocina, donde Dan observaba, y vio que había pisadas húmedas por todo el suelo. Entonces miró a sus pies, y encontró las deportivas completamente empapadas. Dan le dirigió una pregunta silenciosa que él decidió ignorar, pero debió estar más alerta de la falta de tacto de su amigo.
-¿Sam? Dime qué demonios está ocurriendo -exigió.
-No es nada. Me distraje un momento y tuve un pequeño accidente -mintió con una sonrisita.
-¿Te distrajiste pensando en qué?
Sam notó que las palmas le comenzaron a sudar, y las lágrimas se formaron en la parte posterior de sus ojos-. ¿De verdad quieres saber? -dijo, y luchando por mantener una actitud casual, evitó el contacto visual agachándose para quitarse los zapatos y los calcetines.
Dante frunció el ceño. Dio un paso hacia adelante y, aprovechando su posición, tomó el cuello de su camisa, obligándole a mirarlo a la cara-. Samuel Farnham -advirtió- la única razón por la que vine es porque estoy preocupado por ti, así que espero que correspondas a mis intentos desesperados de ser un buen amigo.
En un primer impulso quiso reírse, negar todo y disfrazar el pánico con algún chiste pobre. Pero su mandíbula estaba rígida, haciéndole imposible abrir la boca. Las lágrimas se mantenían detrás de sus ojos, mas apartó la mirada, avergonzado,derrotado. «Ya no funciona... Soy todo un inútil. Ni siquiera puedo hacerlo feliz...».
-Siéntate -dijo, señalando el sillón-. Traeré unas bebidas.
En cuanto entró en la cocina, cerró la puerta de vaivén y se apoyó en el mesón aún empapado. Respiró profundamente para tranquilizarse, pero fue inútil. «Soy una horrenda excusa de ser humano». Un escalofrío le recorrió el cuerpo, y una lágrima solitaria escapó de sus párpados. «¡No! ¡Dante está ahí afuera! ¡Tienes que calmarte!».
Tan pronto como registró el inconfundible chirrido de los goznes de la puerta, se limpió el rostro rápidamente y tomó un paño para secar el agua derramada. Apretó los dientes cuando los pasos que se acercaban alcanzaron el charco del suelo. Sam se rehusó a mirar hacia arriba, moviendo frenéticamente el brazo que frotaba el paño en la superficie mojada. Pero pronto ya no pudo hacerlo, pues una mano le sujetaba la muñeca.
Intentó zafarse, pero Dan lo asía con fuerza.
-Sam... -susurró su amigo-, por favor, dime qué te pasa.
-No es nada. No tienes que...
-Ya estoy muy preocupado... por favor, déjame ayudarte.
El pecho le dolió tanto que pensó que moriría allí mismo-. No tienes que hacerlo. Estoy bien -. Le dedicó la mejor sonrisa que pudo ofrecer, y se sintió patético, porque sus labios temblaban, y las lágrimas rodaban incontrolablemente por sus mejillas.
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Amo a mi bully.
Teen FictionDan vive en un mundo donde encontrar a tu alma gemela es una de las cosas más importantes que una persona puede llegar a realizar, pero el sistema no es perfecto y, desde luego, su mala suerte no hace las cosas más fáciles. ¿Cómo pudo esperar otra c...