Capítulo XI
Él está callado todavía y yo por fin he podido tranquilizarme, un poco. Miro por la ventanilla intentando ignorar como su olor varonil, que invade el coche, se mete en mis fosas nasales.
Decido examinar el coche que tanto me gusta. Los asientos son tan cómodos que provocan querer dormirte, y todo está dispuesto de una forma elegante y precisa, que te hace admirar el diseño interior olvidando la parte exterior, que también es muy bonita. El silencio cambia de ser tenso por mi parte a cómodo. Es curioso como el ambiente cambia, los músculos se relajan y hasta me atrevo a decir que podría iniciarse una conversación. Paramos delante del portal de mi casa y yo ya no puedo retener más la curiosidad.
—¿Cómo sabes dónde vivo? —le pregunto.
—Tengo mis fuentes.
—¿Qué hacías antes de verme en la carretera? O mejor, ¿a dónde ibas?
—¿Eso te importa? —dice. Lo pienso un momento.
—Sí.
—Iba a mi casa —responde con lo que creo es sinceridad.
—¿En serio? ¿Dónde es? —pregunto sin pararme a pensar en lo que digo.
—¿Te interesa? ¿Me acosaras si te lo digo?
—¿Qué? Claro que no.
—Vivo en C...
—Eso está cerca de mi casa —digo para mí.
—Lo sé.
—¿Qué haces en Atlanta?
—Te dije el otro día que era cuestión de negocios.
—¿En el supermercado dices? ¿Y eso era también cuestión de negocios? No encajas mucho allí.
—Ya me lo dejaste claro el otro día.
Y no, no era eso cuestión de negocios, sino más bien personal.
—¿El qué?
—Cosas personales.
—Ah —digo—. Entonces yo ya me voy.
Pero aun así no hago amago de bajar y él tampoco me alienta a hacerlo. Me siento reacia a dejarlo porque, aunque me cueste admitirlo, no quiero que está sea la última ves que lo vea. Se que siempre digo esto y después lo vuelvo a ver, pero puede que la suerte ya se me haya acabado. Aún así, eso me impulsa a hacer una última pregunta.
—¿Cuánto tiempo te quedarás aún en Atlanta? —digo mirando sus ojos chocolate y su constitución bien trabajada en un traje gris (como no).
—¿Te interesa mucho? —dice divertido y burlón. ¡Ja! Egocéntrico...
—No.
—Bien —dice. ¡No! Yo quería mi respuesta.
¿Y para qué? Tampoco es que fueras a encontrarte otra vez con él.
—Adiós —digo bajando del coche.
—Te acompaño.
—No es como si no supiera subir en ascensor sola —replico molesta.
—No es como si yo hubiera dicho algo así —replica él también siguiéndome. ¿Por qué tiene que tener siempre la razón? Hay que tratar eso seriamente—. Y esta vez no podrás evitar que me suba.
No entiendo a que se refiere hasta que recuerdo el episodio en el hotel París. Mi momento de inalcanzabilidad. Bueno, creo que eso no existe.
Camino al portal y saludo al portero al pasar. Daniel camina a mi lado y pone su mano en la parte baja de mi espalda, rozando la piel descubierta. Un escalofrío me recorre. Sus manos están frías. Entramos en el ascensor y me empiezo a poner nerviosa. ¿Por qué? Ni idea. Cuando empezamos a subir siento como sus dedos acariciando mi piel desnuda. ¿Por qué hace eso? ¿Por qué resulta agradable?
Cuando la puerta se abre y salimos suelto el aire lentamente. Caminamos hacia mi puerta y me sorprende ver una figura paseándose inquietamente delante. Nos acercamos y me doy cuanta de que es Thomas. Bueno, esto será incómodo...
—¿Thomas? —digo alejándome de Daniel y haciendo que quite su mano de mi espalda.
—Sheila... —su mirada se fija en Daniel y su mandíbula se tensa. Sus rasgos se endurecen.
—¿Qué haces aquí? —pregunto. Esta situación no me gusta.
—Te he estado esperando durante una hora y te he llamando muchas veces al teléfono. ¿Dónde estabas? Me has preocupado.
—¿Qué? —miro mi móvil y veo diez llamadas de Thomas— Perdón, estaba en silencio.
—¿Tu eres su novio? Encantado de volver a verte —dice Daniel estrechándole la mano con educación, aunque su voz rezuma sarcasmo. Adiós actitud tranquila.
—Sí, soy yo. ¿Que hacíais juntos? —pregunta fingiendo curiosidad, aunque los tres sabemos que no es así.
—La encontré caminando sola por la carretera y la traje a su casa —informa Daniel con voz arrogante.
—¿Ah, sí? ¿Por qué no me llamaste para que te trajera? —me pregunta.
—En verdad yo pensaba venir sola, solo que él se cruzó en el camino.
—Bueno, gracias por haber sido tan amable —le dice Thomas a Daniel.
—De nada —replica este. Thomas me toma de la mano y me acerca a él para besarme, pero me sorprendo y me cohibo tanto que no le devuelvo el beso. Daniel se marcha y yo me quedo mirando su figura. No quería que nada de esto sucediera así...
—Vamos a entrar —dice Thomas.
—Sí, vamos —abro la puerta y entramos.
***
Daniel:
Él la toma y la besa delante de mí. Contengo la rabia y apreto los puños. Me sorprendo al ver como acuden a mi mente escenarios violentos de lo que me gustaría hacerle a ese tal Tim, Tom, Thomas o como se llame. Nunca me he sentido posesivo con ninguna chica, y no creí que eso me fuera a pasar ahora, justo con Sheila, cuando ni siendo novios me sentía así.
La situación me supera y me marcho de allí controlándome para no marcar ninguna pared con mi puño. Bajo el ascensor intentando no pensar en que ella esta con él, su novio, solos... Aprieto los dientes y me obligo a respirar. Salgo de allí camino a mi coche, entro y me siento. Enseguida me invade su olor a caramelo y la veo allí sentada a mi lado, enfurruñada y embutida en ese vestido negro que tan bien le queda y que deja a la vista su bonita piel morena. Su pelo negro cayendo en cascada y sus ojos verdes... El móvil suena sacándome de mi ensoñación.
—¿Sí? —contesto.
—¿Daniel? ¿Qué tal amor? —dice la morena que conocí la semana pasada— ¿Te apetece que nos veamos? Ven a mi casa.
Si fuera cualquier otro día, habría caído en la tentación, pero hoy, la voz que me encantó me parece demasiado chillona, y su dueña igual. No me atrae.
—No, tengo cosas que hacer —y cuelgo.
Espero que esto que siento por Sheila solo sea temporal, algo así como la alegría de volver a verla, porque si no, será mi perdición. Demasiados sentimientos encerrados...
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Deseo Devastador © (Deseo Libro #1) [Terminada]
ChickLit[#22 en Chick-Lit 23/6/2018] Un encuentro inesperado. Recuerdos que acuden confundiendo la razón. Personas en medio de la línea que los separa. Una relación pasada llena de dolor. Sentimientos que afloran y trastornan decisiones. Y d...