➡ Capítulo 12

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Capítulo XII

Sheila:

Recojo mi plato después de cenar algo y vuelvo a sentarme frente a Thomas, que no ha querido comer nada. Desde que entramos esta con el ceño fruncido y casi no articula palabra, pero no he querido preguntar sobre la razón de su molestia.

—Y bueno, ¿te parece que veamos una película? —pregunto intentando relajar el ambiente.

—Me parece bien —dice antes de dirigirse a la sala de estar. Yo suspiro y estoy a punto de levantarme cuando me llega un mensaje.

"Perdón por haberte dejado sola. De nuevo. Estoy preocupada por ti. ¿Dónde estás? Te he estado buscando pero no hay rastro de ti."

''Estoy bien y en casa. No te preocupes.''

''¿Quién te ha llevado a casa? No me digas que has ido andando.''

''No, me trajeron. Luego te cuento.''

''Vale, buenas noches Sheila.''

''A tí.''

Dejo el móvil y voy con Thomas. Esta mirando entre algunos DVDs.

—¿De acción? —pregunta.

—Sí —me siento y él me acompaña. Hago un esfuerzo para acurrucarme en su costado. Pero me cuesta porque de mi mente aún no ha salido Daniel, que me atormenta en recuerdos pasados y ahora, también nuevos. Y así pasa toda la película. Yo intentando estar cómoda y sin enterarme de nada, y Thomas aún tenso. No encuentro una razón para que este así.

Cuando acaba son las tres de la madrugada y yo me apresuro a levantarme para despedir a Thomas.

—Ya me voy, es tarde —dice abrazándome.

—Sí, conduce con cuidado.

Él me da un casto beso antes de desaparecer por la puerta. Yo voy a mi habitación y me peino el pelo negro hasta dejarlo estable y me voy a dormir.

Cuando me despierto son las doce del mediodía, y al no tener nada que hacer, me pongo a leer después de desayunar. Mi amiga aún no ha regresado a casa así que supongo que esta en la de Alex. Mi madre me llama a las tres y me recuerda que es hora de comer, lo que hago después de haber finalizado de hablar con ella y luego de haberme enterado de todos los cotilleos de la semana. Creo que el hecho de no ver mucho la tele ha hecho que algún dios decida ponerme a mi madre y a mí amiga Elizabeth en medio, que son mis canales personales de corazón.

No resulta desagradable, al contrario, enterarte de las vergüenzas de los demás a veces hace que recuerdes que no eres la única a la que a veces la mala suerte decide hacer una visita.

Al acabar mi libro decido hacer donuts caseros. Y decorarlos para quitar el aburrimiento. Falta poco para que acabe el día y no he hecho nada para aprovecharlo. Triste.

—¿Sheila? ¡Ya estoy aquí! —grita mi amiga desde la entrada.

—Hola. Me has dejado sola durante todo el día...

—Perdón, pero es que Alex es muy persuasivo.

—Mmm, tendré que hablar con él.

—No, por favor, estoy bien con él.

—¿Qué tan bien? —le pregunto al ver su sonrisa.

—Muy bien.

—¿Amor? —digo aún sabiendo que estoy tentando a la suerte.

—Puede ser —dice calmadamente. La miro sorprendida. Esperaba algo más explosivo por parte de mi amiga, esa misma que se refería al amor como ''alérgico''—. No me mires así. Las personas cambian y sus ideas también.

—Claro, aunque siempre creí que la más romántica de las dos era yo —cojo un dónut—. ¿Piensas decírselo?

—¿Qué? ¿Estás loca? ¿Cómo voy a decirle algo así? —vale, ahora reconozco un poco más a mi amiga.

—¿Por qué no? —inquiero.

—Porque entonces... me dejará.

—¿Y eso?

—Él no me ama.

—Pesimista —le digo en tono burlón. Ella me mira mal durante un rato y después sonríe.

—¿Piensas comerte eso sola? —dice señalando los donuts.

—Ven —digo. Y comemos hasta que dan las siete.

—¿Quién te trajo? La curiosidad me puede.

—La curiosidad mató al gato.

—Murió sabiendo. ¿Y quién te trajo?

—Daniel.

—¿Qué? —dice ahora más atenta.

—Sí.

—¡Qué fuerte! Después de tanto tiempo —y se ríe. Cuando ve que no le sigo la broma inexistente, me mira. Sus ojos se iluminan y esboza una sonrisa conocedora—. ¿Es qué te has vuelto a enamorar de él?

—No —digo escuetamente—. Además tengo novio.

—¿Eso frenará tu corazón? —pregunta.

—No sé como hablas de amor tan ligeramente. ¿Cómo me voy a enamorar de un hombre que no he visto en años? Es ridículo. El amor necesita su tiempo.

—Pero ya estuviste enamorada de Daniel, así que...

—Aún así. Llego un momento en el que pensé en que lo nuestro no era amor. Nos provocabamos mutuamente y nos causabamos dolor. Lo mejor fue separarnos —mi voz es distante y algunos recuerdos amargos acuden a mí. Sí, lo mejor fue separarnos.

Mi amiga me abraza y yo la respondo.

—¿Hacemos algo esta noche? —pregunto separándome de ella.

—Tengo una cita con Alex en media hora.

—¿Qué? —miro la hora. Son las ocho. Que rápido ha pasado el tiempo.

—Sí. Ahora tengo que prepararme. Me pondré uno de tus vestidos, ven.

Vamos juntas a su habitación y me siento en la cama.

—No sé cómo peinarme el pelo.

—¿Te hago una trenza de raíz? —le pregunto.

—Sí, por favor.

Se sienta a mi lado y me pongo a trabajar en su pelo.

—Llama a Thomas para no quedarte sola, y mañana salimos.

—No sé. No quiero molestarlo.

—Eres su novia, entonces ya no es molestar.

—Ya veré.

Cuando acabo de trenza su pelo rubio se levanta y se pone el vestido. Blanco con detalles en rojo. Le queda muy bien.

—Adiós, me voy ya.

—Adiós.

Después de irse Elisa no llamo a Thomas, solo navego por Internet hasta que me entra sueño.


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Deseo Devastador © (Deseo Libro #1) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora