No se lo cuentes a nadie

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Noviembre 1998

Tres chicas jóvenes, de unos 19-20 años caminaban esa tarde por el andén de la carretera.

- ¿Y qué tal lleváis el examen del martes?

- Pff... fatal. ¿Cómo quieren que nos sepamos 30 temas al pie de la letra? En qué momento me matriculé en esta carrera...

Pero una de ellas no iba prestando demasiada atención a la conversación.

- ¡Hey, Rachel! ¿Estás bien?

- Sí... eh, solo miraba aquella casa.

- Desde cuando yo recuerdo, siempre ha estado abandonada, ¿no?

- Sí, y esa es cuestión: que me ha parecido ver luz. Mirad, en la habitación de la planta de arriba.- dijo Rachel.

- ¿Y qué quieres, que vayamos a ver si hay alguien? Buah, yo paso.

- No, hombre, tampoco eso, pero...

- ¿Qué te apuestas?- le cortó la otra joven, que todavía no había intervenido en la conversación acerca de la casa. Sus compañeras la miraron extrañadas- Oh, venga chicas, hace mucho tiempo que no proponemos retos de estos. ¿Os acordáis de lo que nos divertíamos en el instituto?

- Sí, pero ya no somos crías.

- Vamos, que no te atreves.

- Sí me atrevo, pero he quedado con mi chico en...- Rachel consultó su reloj-... media hora. Paso.

- Es verdad, Kate. Mejor no meternos en líos...

La aludida adoptó una posición de suficiencia que molestó a Rachel.

- Sí. Me. Atrevo.- dijo Rachel- ¿Qué me das si os saludo desde el balcón?

- Ese vestido mio que tanto te gusta.

- Hecho.

Estrecharon las manos y Rachel caminó hacia la casa. A medida que se iba acercando, se hacía más y más grande. Desde la carretera parecía una cabaña, pero desde la entrada... la noche, el camino encharcado y las ventanas rotas le otorgaban un aspecto tenebroso, más que algunas mansiones de las películas de miedo que le gustaba ver. Además, la lámpara de la primera planta que antes estaba encendida se había apagado.

Atravesó la puerta principal, que estaba entreabierta, y fue consciente de que en el interior la luz era muy reducida. Se preguntó por qué había aceptado el reto, sabiendo que no tenía una linterna a mano. Continuó por el enorme salón; en los cristales de la lámpara de araña que colgaba del techo se reflejaban los pocos haces de luz de la luna que entraban por el ventanal. Se dirigió hacia las escaleras, pero cuando iba por el segundo escalón oyó un extraño ruido. " Es una casa vieja. Es normal que la madera cruja" pensó. Entonces volvió a oír algo. Pasos. Subió las escaleras más deprisa. No pensaba dejar el reto incompleto: llegaría al balcón y se largaría corriendo.

Los pasos eran casi imperceptibles y muy lentos, como si fueran al ritmo de un valls, pero la mansión estaba tan diáfana, que cualquier mínimo ruido se escuchaba con eco. Sentía como si hubiera algo tras ella, como si ese "algo" la estuviera siguiendo, pero el balcón estaba al fondo del pasillo.

Llegó al balcón y comenzó a saltar y agitar los brazos, para que sus amigas la vieran. Le respondieron jaleando desde la carretera. No era ninguna cobarde, y lo había demostrado. Sin embargo, esos malditos ruidos le daban la sensación de que algo malo iba a pasar. Se detuvo cerca del pie de la escalera, al ser consciente de que a pesar de estar sola, en el suelo se proyectaban dos sombras alargadas. Su corazón se aceleró, y escuchó una respiración tras ella, sintió cómo el aire que "alguien" exhalaba llegaba a su nuca, haciendo que sus pelos se erizaran.

Tan sencillo como llamarte 'Papá'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora