Destrucción y creación

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Al otro día de esa rara noche. Luis apareció en la librería. Era temprano (raro en él).
Victoria: ¡Hola mi vida! - sonreí y le di un abrazo.
Luis: Hola linda -besó mi mejilla y me apartó de su lado- oye... he pensado y... creo que no soy bueno para ti ¿comprendes?  No es lindo vernos así y que no pasemos de los besos.
"¿Qué? ¿A caso yo estoy escuchando esto de la persona que no viene porque no quiere?  ¿Pasar de los besos?"
Mordí fuerte, cerré los ojos, luego de dos segundos los abrí, sonreí y lo miré a los ojos.
Victoria: Si eso es lo que quieres, alejarte... Bien.
Sentí una pulsada en el estómago, mezcla de tristeza y alivio.
"¿Alivio?"
Luis: No es que no te quiera, sos muy linda, pero quiero pasarla mejor y...
Victoria: Ya es suficiente, lo entiendo, luego no vuelvas, es todo.
Me miró a los ojos y fué a darme un beso.
Lo aparté bruscamente y le abrí la puerta, señal de que necesitaba que se fuera.
Tal vez mi alivio era porque yo no quería romperle el corazón. En ese momento comprendí que nadie podía hacerlo.
Y de alguna forma yo lo envidiaba por eso.
A los 10 minutos de este hecho una lágrima salió de mi ojo y resbaló por mi mejilla como  cuando la gente se desliza por la nieve. Nada mas que esta lágrima no lo hacía por diversión, lo hacía por una mezcla de sentimientos inexplicables que se formó en mi.
Era el final de mi destrucción.

Sonó mi celular. Era una llamada. Y no era de cualquier persona, era de ella.
Victoria: ¿Si? -me saqué la lágrima con la manga de mi campera.
Florencia: Hola -se oía triste- Solo necesitaba hablar con alguien, ¿te molesta si lo hago contigo?
Me sentí en las nubes por un segundo luego de estar llegando al infierno.
Victoria: Emmmm... No, obviamente que no me molesta, ¿en persona o por teléfono?
Se sorprendió.
Florencia: ¿A caso quieres verme? 
Era obvio que quería verla pero no estaba de humor para bromear o decirle algo para alentarla.
Victoria: Pues... No lo se, estoy en la librería.
Mi corazón latió fuerte. Latió como hace tiempo no lo había hecho. Mis manos temblaron y sudaron. Hasta escuchar la respuesta.
Florencia: En media hora estoy ahí.

Media hora para el comienzo de mi creación. De mi nueva creación. De una nueva yo. De mi cambio.
Estaba nerviosa. ¿Que íbamos a ser? ¿De que quería hablar? La verdad es que no quería hablar con nadie. No estaba capacitada para escuchar a alguien tampoco.
La iba a ver. Iba a ver a esa extraña y preciosa mujer.
Pero no la conocía. No sabía quién era. No sabía que quería de mi.
Para ella yo también era una desconocida. ¿No me tenía miedo?
Había que ser ingenua para tenerme miedo pero igual.
La media hora no se pasaba más. Miraba el reloj y los segundos eran minutos, los minutos eran horas. Mi cabeza daba vueltas pensando en más de una cosa a la vez que terminaban siendo nada.
Pensé en fugarme del país para que ese momento no llegara o adelantar el raloj a ver si llegaba antes, tal vez poner volantes con su foto por toda la ciudad a ver si la encontraba antes. Pero no lo hice.
Esperé.
No se puede decir que lo hice pacientemente. Caminé por toda la librería.
Creo que conocí de memoria el lugar, descubrí pequeños ángulos que no conocía y descubrí un par de libros que no tenía ni idea que existían.
Lo cual era raro.
Caminé, toqué las pinturas, dibujé, leí, tomé café, miré mi celular, ponía y quitaba la música,limpié. Hice de todo en solo media hora.
Cuando lo único que me quedaba hacer era caminar por las paredes o colgarme del techo la campanita de la puerta sonó.
Una mujer de unos 22 años entró. Su piel pálida. Sus ojos brillantes y verdes. Un pelo corto y perfecto. Las facciones de su rostro eran esculpidas por un ángel. Su andar era perfectamente seguro. Llevaba unos jeans ajustados verdes con bolsillos a los lados. Una camisa azul ajustada y una campera deportiva suelta, este conjunto estaba acompañado por unos converse gastados. Era linda. Realmente lo era y lo sigue siendo.
Pude reconocer perfectamente su voz.
Era ella.

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