Me miré en el espejo de mi habitación. Estaba nerviosa, ¿y si me aburro? ¿Y si Amelia me deja sola? Por algo no me gustan las fiestas, pensé mientras acomodaba el listón de mi cabeza. Era algo común cuando iba a una fiesta con Amelia: ya que ella es demasiado sociable —y yo demasiado invisible— tendía a olvidarse de mí y se iba a hablar con más personas dejandome a mí sentada en una silla y siendo ignorada por todos. Sabía que Amelia no lo hacía a propósito y siempre trataba de evitar hacerlo pero era caso perdido el pedirle no ser ella misma.
Caminé por toda mi habitación tratando de calmarme. Acariciaba mis manos y trataba de pensar en algo diferente lo cuál no me ayudó demasiado al recordar las palabras de mamá: Además, me gustaría que ese tal Helen te invitara a bailar. Por más que me hubiera gustado que pasara eso sabía que no se podría teniendo en cuenta que Helen no iría. Sumandole el hecho de que no parecía un chico que gustara de bailar. Agregando que ella no era buena bailando y haría el ridículo. "
Vaya animos me estoy dando..., pensé escuchando el claxon del auto de papá llamandome para que bajara y pudiera llevarme al baile.~•~•~•~•~•~
—¿Cuál prefieres? ¿El negro con rosa o el rojo con azul?— preguntó Amelia mientras le mostraba los dos vestidos que tenía en las manos.
Me sorprendía que Amelia me preguntara que vestido prefería teniendo en cuenta que, sin importar cual escogiera, le quedarían perfectos puesto que los vestidos parecían hechos a las medidas de ella.
—El rojo con azul— contesté después de un gran debate interno escogiendo el vestido.
—A mi me gusta más el otro— dicho esto lanzó el vestido que yo había escogido y se miraba al espejo teniendo el vestido sobrepuesto—. Quiero que nuestros vestidos combinen.
—De acuerdo— suspire— ¿Y que par de zapatos usaras?
—¿Entonces Helen no va a venir?— no sabía si Amelia ignoró mi comentario o no quería hablar sobre los zapatos -algo realmente inusual-.
—No. Después de lo que ha sucedido es obvio que no quiere ver nada que tenga que ver con Tom, no por el momento— contesté y el recuerdo de Helen llorando regresó a mi mente. De algo estaba segura: no quería ver llorar a Helen nuevamente.
—Me lo imagino. Pensar que el único amigo que tenías muriera... Ha de ser traumante... Pero tiene algo bueno después de todo: él te tiene y podría jurar que no pensará dejarte ir, no tan rápido.
—Supongo...
—Me alegro que ninguna de las dos tenga que pasar por eso porque yo me moriría si algo te pasara y tú serías capaz de encerrarte en tu habitación hasta que mueras de tristeza— sonrió—. No podría vivir con el pensamiento de que no pude salvarte, de que no pude ser tu heroína.
—Amelia... —las palabras se me habían ido sintiendo sólo un nudo en mi garganta. Era cierto, el perderla sería lo peor para mí.
—_____, ¿amigas para siempre?
—sí...— sonreí limpiandome las lágrimas.
—Bueno, iré al baño para cambiarme. No salgas de la habitación, no tardare.
~•~•~•~•~•~
Ya habían pasado diez minutos y Amelia no regresaba. Sabía que el estresarme por eso sería improductivo sabiendo el tiempo que Amelia tomaba para arreglarse. Me acerqué a la ventana y observe el cielo estrellado: tan hermoso como siempre. Apostaba que Helen podría dibujarlo tan idéntico, incluso mejor. Sonreí ante mis pensamientos. Después de todo, Amelia ha tenido razón: cuando te enamoras no es como que puedas escoger a tu amado, simplemente aparece y siempre estarás pensando en él y aunque trates de dejarlo a un lado seguirás pensando en él. Espero el día en el que te suceda y podré darme cuenta de que tú has cambiado.
—Helen... ¿qué me has hecho?—dije con una sonrisa y apuesto pude seguir pensando en él a no ser por los gritos en el corredor.
No les di mucha importancia ya que, si estabamos hablando del residencia estudiantil en un día de festividad, era normal escuchar a todos gritar. Me volví a concentrar en el cielo esperando que Amelia ya llegara. ¿Y si la voy a buscar?, pensé pero en ese momento escuche la puerta abrirse.
—Amelia, te tardaste demasia...do...— me di la vuelta pero, en vez de encontrarme con Amelia, me encontré con alguien más.
Un chico pelinegro más o menos de mi estatura. Usaba guantes, pantalones y zapatos negros, una camisa azul con un broche amarillo de una carita feliz, pero lo que más me llamó la atención fue su máscara: blanca con una sonrisa. Toda su ropa estaba manchada de un color rojo. ¿Sangre?, pensé.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me di cuenta de que ya estaba en frente de mí con sus manos en mi cintura. Su agarre no era tan fuerte para lastimarme, más bien era lo suficiente para mantenerme quieta. Llevó una de sus manos a su máscara para luego alzarla dejando solamente sus labios descubiertos. Mientras otras personas se hubieran asustado yo estaba más bien confusa. Simplemente sonrió y posó sus labios en los míos formando un beso que no duro más de cinco segundos. Después de esto me soltó y salió por la ventana. ¿Qué acaba de pasar?, pensé.
Borré esos pensamientos y me dirigí hacía la puerta decidida para encontrar a Amelia. Al salir no podía creer lo que había visto: cuerpos, no pedazos de cuerpos tirados por todas partes. Todo el pasillo estaba lleno de ellos. Entre cuerpos empecé a caminar hacía al baño esperando que Amelia estuviera bien y, si era posible, encontrar a alguien que siguiera vivo. Ya estaba por llegar cuando vi un rostro conocido.
—A-Amelia...— mis ojos se llenaron de lágrimas. Me puse de rodillas junto a su cuerpo -o lo que quedaba de el-—. No... ¿por qué? ¡¿Por qué?!— gritaba sin importarme lo demás. Amelia estaba muerta y ese chico extraño la había matado. Era un mar de sentimientos, empece a ver borroso gracias a las lágrimas.
Escuché las sirenas policiacas. Dejé el cuerpo de Amelia y a paso lento me dirigí hacía la salida.
ESTÁS LEYENDO
Mi Pintor Sangriento (Bloody Painter)
FanfictionHelen Otis, un compañero que conocí en noveno grado. Al principio parecía un chico raro, pero con el paso del tiempo se volvió más abierto, al menos hacía mí. Había tantas cosas que amabamos en común: la pintura. Helen Otis, el chico que prefería pi...