D i e c i o c h o

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Jessey

Siento que voy a casa de Taylor por obligación y no porque yo quiera. Me he vestido con un polo color naranja coral y unos vaqueros. Tampoco me olvido de aplicar un poco de colonia en mi cuello.

Nada más acabar la jornada escolar, he querido hablar con Chloe, que me explique porqué se fue sin dirigirme la palabra después de los minutos tan agradables que compartimos. Es decir, llegó mi novia con ese beso tan efusivo sí, pero eso no fue razón para que se fuera corriendo. No sé porqué le doy tantas vueltas a esté asunto, si Chloe no quiere estar conmigo, no voy a ser yo quién la obligue a hacerlo, pero siento que siempre me debe una explicación. Se comporta muy extraño.

Giro una esquina y unos pasos después, me encuentro frente a la casa de mi novia. Toco el timbre y segundos después, aparece ataviada en un vestido blanco. Como cualquier chico, la contemplo de arriba a abajo. Taylor está muy buena la verdad, pero yo busco algo más que una cara bonita y un cuerpo deslumbrante.

Si mis cálculos son exactos, el vestido llega un dedo o dos por debajo del trasero. El vestido es tan escotado que dirijo mi mirada a sus pechos, no tengo la culpa, pues se van solos a esa zona. Debo admitir que tengo mucha suerte de tener a Taylor como novia, pero siento que cuando estoy con ella me falta algo.

—Osito, hoy estás espléndido, como siempre.

—Puedo decir lo mismo de ti, estás preciosa.

Cierro la puerta tras de mí, y en un segundo, está sujetando el cuello de mi polo y me empieza a comer la boca literalmente. Le sigo el juego y cuando veo que mete mi mano por debajo del polo me separo un poco de ella, incómodo.

—Esto... ¿Hay algo rico de cena? Me muero de hambre.

Se separa un poco de mí y me arregla el pelo que me ha despeinado unos segundo antes. Me lanza una mirada un tanto cortante. Aun así me responde.

—Sí, te prepare un pollo riquísimo. Vamos a la cocina.

Cuando estamos sentados en la mesa, me doy cuenta de que no hay nadie más en la casa que ella.

—¿Y tus padres? —pregunto curioso.

No deja de mirar el plato, sujetando el tenedor en la mano cuando me responde.

—Están de viaje.

—¿Les encantará viajar no? Me refiero, nunca les he llegado ha conocer.

—Es su trabajo —se encoge de hombros y percibo una mirada triste en su rostro.

—Tay, ¿te encuentras bien?

—Sí —contesta con voz ahogada, por lo que toma un trago de agua—. Sólo se me metió una cosa en el ojo. Terminemos de cenar.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora