CAPÍTULO XII #1 - Mi historia

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Nos separamos por un momento. Daryl me miraba fijo como si quisiera seguir indagando y conocer el motivo detrás de mi aflicción, yo solo podía observarlo y seguir llorando como una tonta.

—Isabella, ¿qué te sucede? —su tono era dulce, delicado y pareciera que pedía permiso con sus palabras.

—Daryl —pronunciaba lentamente—... es complicado —mi mente se bloqueaba porque me sentía muy exhausta pero por otro lado quería abrir mi boca y soltar todo aquello que cargaba en las profundidades de mi ser.

—No te soltaré hasta que me cuentes todo —sentenció y me dirigió una mirada dura.

—Está bien, pero aquí no. Vamos a mi casa —me di cuenta que mi cuerpo se relajaba lentamente mientras él tomaba mi cintura y nos dirigíamos hacia su coche.

No decíamos nada, un silencio melancólico nos rodeaba hasta que él tomó mi mano. Lo miré sorprendida, incluso asustada por tal acción; él por otra parte tenía el rostro serio y la mirada fija al frente. Su tacto era suave y me hacía sentir muy extraña así como acompañada. Una vez entramos al apartamento, fui directo a mi habitación a colocarme algo más cómodo.

—¿Quieres algo de beber? —inquirí mientras me dirigía a la cocina.

—Solo agua, he bebido lo suficiente —serví dos vasos de agua helada y nos sentamos en el sofá; Obelix dormía plácidamente en su cama cerca del balcón, era uno de sus lugares favoritos—. Bueno, ya estamos aquí. Quiero escucharte —mi cuerpo se llenó de nervios, tantos que sentía que mi corazón iba a salir de mi pecho en cuestión de segundos.

Tenía muchas sensaciones acumuladas; entre ellas vergüenza y miedo. No le había contado esto a nadie nunca; ni siquiera a Anna, ya que ella conocía solo algunos detalles pero no la historia completa. ¿Realmente podía confiar en Daryl Ortega? La verdad es que no tenía certeza de estar haciendo lo correcto pero tampoco iba a dar vuelta atrás, ya no más. Respiré profundo y tomé su mano nuevamente. Él me miró de una forma que no supe descifrar pero en ese momento junté el valor suficiente para comenzar mi historia.

—Fue un 20 de marzo, el día anterior nos habíamos quedado hasta tarde junto a mi hermano Tomás y mis padres pasando una noche familiar, era sábado así que al otro día no tendríamos que levantarnos temprano. Todos los domingos íbamos a algún lugar turístico como museos o ferias y si no había nada cerca de la ciudad viajábamos unos cuantos kilómetros hacia alguna playa o campo para hacer picnic. Mi padre era médico y mi madre abogada, eso nos daba un lugar favorable dentro del círculo social. Ese domingo en particular, habían llamado a mi padre de urgencia por unos accidentes ocurridos en una planta petrolera y necesitaban a todos los agentes médicos disponibles y mi madre se encontraba en un caso contra las pandillas más influyentes de la ciudad, problemas de drogas y armas. Era un caso complicado pero iba ganando, era muy buena en su trabajo —comencé a sentir como mi pecho se contraía y la angustia se fundía con mis palabras—. Salieron temprano por la mañana mientras Tomás y yo preparábamos las cosas para ir de playa; dijeron que volverían cerca de las once así que nos distendimos bastante. Eran las cinco de la tarde y ellos no volvían, había llamado infinitas veces a sus móviles pero nada. Llamé al hospital pero me dijeron que papá no se había presentado y luego hice lo mismo con el colega de mamá que también se encontraba en el caso y me dijo que ella tampoco se había presentado. Estábamos muy preocupados hasta que tocaron el timbre; corrí hacia la puerta y cuando la abrí dos oficiales de policía se encontraban frente a mí.

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Quiero ser todo lo que necesites (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora