CAPÍTULO VII - Se acerca

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Desperté sintiendo una lengua pegajosa por todo mi rostro, al abrir mis ojos pude ver al travieso de Obelix correteando y ladrando para que me levante. Me había dormido en el suelo junto a la alfombra, no supe en qué momento fue, pero al mirar el reloj eran más de las diez de la mañana.

La noche anterior había buscando a León por todo el bar pero no encontré rastro de él en ningún lado. No habíamos intercambiado números, por ende no tenía forma de comunicarme y saber si se encontraba bien. Tampoco volví a cruzarme con Daryl por lo que decidí seguir bebiendo un rato más. Cuando llegué a casa, eran pasadas la tres de la mañana y el alcohol me había anestesiado bastante.

Lentamente despegué mi cuerpo del suelo, estaba algo entumecido y yo lo bastante adormilada por la resaca como para darme cuenta de los golpes en la puerta.

—¡Bella! ¿Estás ahí? —Anna golpeaba de manera insistente acompañada por sus gritos así que me levanté y abrí la puerta de golpe. Mis ojos quedaron como platos cuando vi a Colin y Matt a su lado.

—¡Mierda! —grité y cerré la puerta de golpe. Fui corriendo hacia mi habitación a colocarme una remera amplia y un short; me hice un moño lo más rápido posible y volví a salir. Los tres se encontraban rojos conteniendo las carcajadas.

—Son unos idiotas —bufé. Sentía como mis mejillas se volvían cada vez más rojas. Anna fue la primera en explotar de risa y luego le siguieron los otros dos imbéciles—. ¿Me dicen que mierda quieren? ¿O vinieron a ver qué tan desnuda estaba?

—Lo lamento amiga, es que queríamos invitarte a almorzar —comentaba Anna entre risas—. No creímos que seguías dormida aún, sueles ser una persona muy madrugadora.

—Si con las pocas horas que duermes tienes ese cuerpo, no quiero imaginar cómo serías si descansaras ocho horas diarias —la voz de Colin se hizo presente; había dejado de reír y tenía los ojos fijos en mí. Sentí como nuevamente una ola de calor emanaba desde mi cuello hasta mis mejillas.

—Ah... me quedé dormida sin darme cuenta y no sentí el despertador —respondí ignorando su comentario.

—No importa Bella, ¡es sábado! No tienes que despertarte un sábado tan temprano, ¿o sí? —Matt me miraba divertido.

—No se preocupen, me costó dormir por todos los golpes y gemidos que provenían de abajo. ¿Disfrutaron de su aniversario? —clavé mis ojos en la parejita, quienes se miraban avergonzados mientras Colin largaba una carcajada.

—¡Eres una maldita! —soltó mientras seguía riendo.

—El que la hace la paga —guiñé un ojo ante mis amigos que se mostraban más divertidos pero aun así bajaron la vista.

—Y bueno, ¿almuerzas con nosotros? Queremos ir a un restaurante nuevo, hacen las mejores pizzas según escuché de las malas lenguas —Matt se encontraba realmente emocionado, ese chico amaba comer.

—No tanto como las de Isabella —afirmó Anna arqueando una ceja.

—¿Tú cocinas? —preguntó Colin sorprendido.

— ¿Tengo cara de inútil? —bufé.

—No para nada fierita, simplemente no te imagino con un delantal rosa cantando alguna canción de k-pop y horneando galletas —Se escuchó de pronto una gran carcajada al unísono.

—Puedo sorprenderte —respondí con sensualidad mientras le guiñaba un ojo.

—La especialidad de Bella son las pizzas, ¡no he probado nada que las supere aún! —afirmó mi amiga con una gran sonrisa.

—¿En serio? ¡Yo quiero! —Al moreno le brillaban los ojos mientras ponía cara de felicidad extrema lo cual me hizo reír.

—Está bien, prometo cocinar pizzas para todos el próximo fin de semana, ¿está bien?

—¡Si! ¡Eres la mejor! —Matt me levantó de la cintura y comenzó a girar mientras repetía una y otra vez lo mismo.

—Bueno, ya ¡bájame! —grité molesta.

— Como diga jefecita —todos rieron excepto yo que me encontraba levemente mareada por las vueltas.

—Muy bien, esperen que me coloque algo decente y podemos ir.

Pasamos el mediodía y parte de la tarde en el centro. Después del restaurante fuimos a tomar un helado, luego nos encontramos caminando hacia el Central Park. Dispusimos de tomar asiento en el césped y disfrutamos del sol que se posaba plácidamente en nuestros rostros y hablamos de tantas cosas y nos reímos tanto que no me di cuenta que el tiempo había pasado tan rápido.

Aún relajada y divagando entre mis pensamientos, paseaba mis ojos por todo el parque hasta que alguien llamó mi atención. Centré mi visión aún más y cuando lo reconocí quedé petrificada.

—No... —De pronto, la garganta se me había secado y comencé a temblar— no puede ser... —podía escuchar mi nombre a lo lejos, como si se tratase de un susurro. Una lágrima cayó sobre mi mejilla y no fue hasta que Colin se puso frente a mí y comenzó a sacudirme que me levante lo más rápido que pude y comencé a correr en dirección contraria a ese hombre.

No puede ser que él esté aquí. No en esta misma ciudad. ¿Por qué? ¿Por qué la vida me hacía esto?

Por fin comenzaba a sentirme libre, ¡a dejar todo atrás! Seguí corriendo hasta llegar al apartamento. Cerré de un portazo y me recosté sobre la puerta. Todavía estaba en shock.


¿Por qué él estaría aquí?

Me deslicé lentamente hacia el suelo, coloqué mis rodillas sobre el pecho y sin darme cuenta comencé a sollozar. No había llorado tan amargamente hacía unos años; lo que él me producía nadie más lo hacía. Sentirme tan miserable.

—¡No es justo! ¿Por qué? ¿Por qué mamá? ¿Por qué papá? Al fin comenzaba a sentirme en paz. ¡Es que nunca van a perdonar mis errores! —lloré con aflicción hasta quedar dormida.

Al abrir los ojos me di cuenta de que el sol estaba prácticamente escondido. Miré el reloj y marcaba las seis con cuarenta y cinco.

El ardor en los ojos era insoportable, las lágrimas secas se encontraban regadas por todo mi rostro y me sentía muy cansada. Tomé mi móvil y pude ver varias llamadas perdidas de Anna y Matt, escribí un corto mensaje informando que me encontraba en el departamento y se lo envié.

La cabeza de un momento a otro comenzó a punzarme en un dolor agudo que se expandía hasta mi cuello y hombros. Me dirigí al baño, tomé unos analgésicos, me quité la ropa y volví a ducharme en agua fría para poder relajar así mi cuerpo entero.

Imágenes crudas se disparaban una y otra vez sin piedad alguna. No existía anestesia para el dolor que me carcomía el pecho cada vez que recordaba la sangre, las palabras de aquel oficial, los besos vacíos, aquellos ojos que se cerraban para no volver a abrirse.

La desolación arrasaba con mi vida así como la culpa de todo lo que alguna vez fui capaz de hacer.

—Se acerca  —susurré y un escalofrío se expandió rápidamente. Sabía que esto podía significar un peligro inminente y tontamente oraba para que fuese alguna cruel coincidencia del destino; sin embargo algo en el fondo de mi mente sabía que con él la palabra "casualidad" jamás existía.  


Quiero ser todo lo que necesites (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora