CAPÍTULO II #2 - Memorias

436 42 10
                                    


Llegamos a una villa; una gran villa. Bajamos del taxi y caminamos despacio hacia la entrada donde nos encontramos con un portón de color negro abierto. Fuera de la casa, dos autos mal estacionados se hacían presentes; una Ferrari amarilla y una furgoneta negra. 

No dudé y me dirigí hacia unos árboles que se encontraban alrededor del camino que llevaba a una gran piscina y junto a ella pude visualizar a cinco hombres.

Se encontraban en pose de lucha los dos morenos que reconocí como Matt y Daryl. Podría diferenciarlos por sus vestimentas ya que físicamente se parecían bastante. Frente a ellos, dos hombres de aspecto intimidante, y en el medio un latino un poco más bajo que los otros dos vociferando todo tipo de maldiciones hacia los hermanos. 

—¡¿Qué vamos a hacer Isabella?! —susurró Anna con una mirada que emanaba terror. 

—Déjamelo a mí —salí de mi escondite y pude ver la 9 milímetros en la parte posterior del latino que parecía ser el líder.

Lentamente, me acerque a él a través de los arbustos con Anna pegada a mi cuerpo. Pero cuando estos se acabaron, sólo nos separaban dos metros de piedras; por lo que, le susurré que permaneciera agachada y oculta. Indicándole que si algo ocurría no saliese y esperase a que se hubieran ido todos. Ella asintió y yo comencé a caminar sin hacer ruido hacia la espalda del latino, era un moreno de casi un metro ochenta, usaba ropa de gángster  así que no tarde en adivinar que era parte de alguna pandilla.

A menos de un metro de distancia, Matt logra verme y en respuesta, abre los ojos de manera desmesurada poniendo una expresión de puro asombro. Sabía que si alguno de los grandulones se daba cuenta de su expresión advertiría al latino y perdería mi oportunidad. 

Con un rápido movimiento, deslicé mi mano por el arma y retrocedí unos metros. Había quitado el seguro y estaba apuntando al dueño del arma, mientras los otros dos sujetos se quedaban quietos y con la mirada fija en mí. Por otra parte, Matt aprovechó la oportunidad para golpear al calvo que tenía a su lado echándolo así al suelo, el mismo lugar donde se encontraba su hermano. Unos segundos antes había recibido un golpe en la quijada lo que hizo que permanezca quieto quejándose del dolor.

—¡¿Quién mierda eres tú?!-—escuché gritar a latino, era puertorriqueño. Se encontraba realmente sorprendido por mi presencia, aunque no en el buen sentido, claro. 

—Eso no te incumbe, ahora toma a tus hombres y vete de aquí —escuché como una gran y ronca carcajada salía de su garganta, se estaba burlando—.   No estoy jugando amigo. Si no quieres que una bala de tu maldita pistola entre en tu estúpido cráneo; toma a tus hombres y lárgate de aquí—lo miré desafiante. Pude notar que su rostro empalideció, se dio cuenta que no bromeaba. 

—¿Quién te has creído pequeña zorrita?   —quiso dar un paso pero un disparo al lado de su pie lo hizo detenerse y hasta dar un respingo.

—¡Ahora! —gruñí. Hizo una señal al grandulón que se encontraba de pie para que levantase a su compañero y se dirigieron a los autos. Yo por mi parte, no dejaba de apuntar el cráneo del latino, tenía que hacerle creer que no dudaría un segundo en depositar una bala en su cabeza si trataba de venir hacia aquí nuevamente. 

Los observé hasta que desaparecieron de mi vista. Cerré el portón, guardé el arma en la parte trasera de mi pantalón, lo que hizo estremecer mi piel al sentir el contacto del metal frío y me dirigí corriendo hacia donde se encontraba Anna y los hermanos.

Ya en el lugar, me arrodillé para ver en qué estado se encontraba el hermano de Matt y me llevé una gran sorpresa al notar que eran gemelos. No sé porque eso me sorprendió tanto pero no dejaba de mirar a Matt y a Daryl con la boca abierta. Segundos después escuché un quejido y supe que venía del hombre que se encontraba en el suelo.

—Hey... —dijo con una voz ronca— ¿qué haces aquí Anna? —ella se acercó a él y le respondió.

—No sé como, pero el celular de Matt había marcado mi número y cuando atendí escuché los gritos, los forcejeos y maldiciones entonces sentí miedo por él —dirigió su mirada hacia Matt con preocupación—,   y por ti también y quedé congelada. De un momento a otro Isabella me dijo que viniéramos y... 

—¿Quién? —interrumpió mientras se dirigía lenta y dolorosamente hacia mí, clavando sus ojos verdes en los míos. Estaba muy serio, como si estuviese analizando algo.

En ese instante quedé petrificada, su atractivo era evidente a pesar de estar cubierto de sangre y raspones. Sentí un calor elevarse por mis mejillas y una sensación de nerviosismo. Nunca me había pasado algo así, siempre era yo quien intimidaba a las personas, en especial a los hombres. Me tenían miedo y yo disfrutaba de ese poder, pero esta vez era distinto. No podía decir palabra alguna y sentía que sus ojos me leían, me volvían transparente y eso era muy, pero muy incómodo. 

— ¿Isabella? —pronunció mi nombre con su voz ronca. 

—Sí—respondí segura, con un tono frío y monótono. 

—Vaya, así que eres nuestro pequeño ángel guardián. Sin duda no hubiese elegido otro más bonito—rió entre dientes y yo solo pude mirarlo con incredulidad, me estaba coqueteando mientras yacía en el suelo producto de los golpes que había recibido en el rostro y cuerpo— Quien lo diría hermano, salvados por una chica.

En ese momento todas las sensaciones que tenía encima se esfumaron, ¿acaso estaba siendo sarcástico? 

—De ustedes dos, ¿tú eres el hermano idiota no es así? —solté sin ningún pesar y Matt clavó sus ojos en mí con una mezcla de sorpresa y diversión al mismo tiempo. Reí para mis adentros, no sabían con quien estaban tratando—. Dejando tu estupidez de lado ¿te encuentras bien?-

—Si, solo fueron unos golpes, nada que no pudiese soportar—respondió con una sonrisa traviesa. Me daban unas tremendas ganas de dormirlo de un solo golpe.

—Oye Daryl, dame tu mano. Hay que llevarte a tu habitación y recostarte, ese golpe en la quijada sí que te noqueó amigo—Matt sonrió y miró hacia Anna quien parecía no prestar atención a nada. Solamente tocaba y tanteaba el cuerpo de su novio buscando heridas, cortes o algo más profundo—.   Estoy bien mi amor, pero no tendrían que haber venido, es muy peligroso. Lo sabes, me lo prometiste. 

—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Pero no pude quedarme sentada al escuchar cómo te atacaban! Además vine con Isabella, ella sabía qué hacer—ante este comentario la escudriñé con la mirada. Ellos habían visto y escuchado demasiado, no quería tener que dar explicaciones a nadie.

Un vez que Matt acomodó a su hermano en la habitación, nos informó que se quedaría a pasar la noche allí, la casa estaría vigilada por unos supuestos amigos. No me interesé mucho en el tema así que nos despedimos y tomamos un taxi para volver al departamento; esta vez escogimos una ruta distinta, por si a los atacantes se les ocurría esperarnos en el camino. 

Ya dentro del apartamento y mientras me tiraba en el sofá de la pequeña sala, mi amiga abría una botella de vino y sin pensarlo dos veces la tomó del envase. Puse cara de sorpresa y divertida al mismo tiempo; nunca la había visto beber de esa forma. Si de modales se tratase, ella podía ser muy refinada, se notaba que había estado sumamente nerviosa y necesitaba calmarse desesperadamente.

—¡Wow! ¡Cálmate cariño! No te quiero ebria, ¡te pones insoportable! —reía mientras ella ponía los ojos en blanco y se sentaba a mi lado con la botella aún en la mano. Echó su cabeza hacia atrás y soltó un sonoro suspiro; me di cuenta que no era la primera vez que pasaba algo así. 

—¿Estás bien?—me animé a preguntar una vez que cerró los ojos.

—Sí, solo que hace mucho tiempo no ocurría. Pensé que había terminado pero me equivoqué. Gracias Isabella, si no hubieras tomado las riendas de la situación probablemente ellos estarían heridos o quizás muertos —vi como se tensaba al decir la última palabra. La abracé por los hombros y le dije que ellos se encontraban bien, que no volvería a pasar y que era hora de descansar, mañana sería día de compras.

Tomé una ducha caliente, me puse una remera y me recosté en la cama. Los sucesos pasaban por mi cabeza una y otra vez como si se tratase de una película. Era mi primer día en la ciudad de New York y ya había apuntado con un arma a un gángster cuando me prometí no volver a tener una en las manos. 

El pasado es algo que no deja ir fácilmente, si no es que jamás lo hace. Tal vez, eso era lo que yo aún no podía entender.

Quiero ser todo lo que necesites (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora