Me salva una acróbata pelirroja.

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Nicolás se ajustó las botas. Su padre lo esperaba en el cobertizo para salir a cazar. Él vivía con su madre Julia y su padre Dan. Una peculiar familia que había sido muy despreciada por la ciudad.

Se decía que eran inútiles e inservibles porque preferían vivir en el campo a diferencia del resto de los lugareños.

- Nicolás apresúrate o se hará tarde. La buena caza empieza temprano.- Escuchó Nicolás a su padre. A él en particular le gustaba hacer todo lo importante temprano, justo en las horas en que Nicolás dormía mejor.

-Enseguida voy!- Salió de su habitación y bajó por las escaleras rápidamente. No quería decepcionar a su padre. No esta vez.

-Nico, ¿no vas a comer?-Le dijo su mamá.

-Comeré lo que cace con papá al volver.

-Si es que el chico caza algo esta vez- Murmuró su padre.

Padre e hijo partieron.


Se adentraron en el bosque al Oeste de la ciudad. Nicolás tenía su daga y un arco. Con lo cual no era muy bueno. Pero usaba siempre esas mismas armas en cada cacería. Quería convertirse en un gran guerrero sigiloso. Lo cual a sus 16 años de edad no había progresado en lo más mínimo. El padre de Nicolás, Dan, llevaba consigo un hacha de doble filo y un escudo viejo y maltrecho.

-Dan, ¿por qué tenemos que salir tan temprano?, no es mejor esperar al anochecer, cuando los animales y bestias están más cansados.

-Nico. Si quieres convertirte en un gran guerrero como tanto dices, debes esforzarte por lograrlo mientras dure el día, por eso no hay mejor momento que al rayar el alba para salir a cazar un tierno jabalí.

Nicolás prefería cazar por la noche. Para él eran las mejores horas. En muchas ocasiones ya se escapa mientras sus padres dormían y practicaba su tiro con arco. Algo sorprendente en él era su asombrosa vista. Aún en la oscuridad conseguía acertarle a las dianas que plantaba en la copa de los arboles. Al terminar se subía al árbol más alto del bosque y sentía el viento fresco rozándole el cuerpo. Lo mejor de todo eso y lo que alejaba sus muchas fallas a su padre era la estupenda vista a la ciudad.

 Lo mejor de todo eso y lo que alejaba sus muchas fallas a su padre era la estupenda vista a la ciudad

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-Nico, debes estar atento o un día de estos no tendrás a donde correr, estarás acorralado y no estaré allí para salvarte.

-Por favor, padre,  lo dices como si me colocara carnada y saliera a cazar sólo con mi daga.- Dijo siguiéndole el paso a su padre. Que se giraba a todos lados como si esperara una emboscada. En ese momento se un click y track de una rama rota y una soga sujetó los pies de Nicolás y alzándolo por los aires, colocándolo de cabeza. Había caído en una trampa.

De la nada y para la mala suerte de Nicolás apareció un oso pardo. El oso se acercó con grandes zancadas al cuerpo izado de Nicolás, el cual al ver el tamaño inmeso del oso gritó a su padre por ayuda.

De inmediato Dan al ver al oso aproximarse tan rápido. Se fue corriendo, interponiendose entre el oso y su hijo. Sacó de su bolsa carne y se la arrojó en el aire al oso para distraerlo. Golpeó su hacha contra su escudo aturdiendo con el estruendo al oso.

Tan pronto como consiguió aturdirlo lo suficiente fue a embestirlo con un grito de batalla, que le hubiera puesto la piel de gallina al más valiente. Arremetió contra el oso levantando el hacha y haciendo un tajo en una de las patas delanteras del oso. El cual gruñó de dolor. El oso con su otra pata buena lanzó un fuerte zarpazo a Dan, que pasó rozándole la garganta y terminando golpeando su escudo, sonó un fuerte impacto del escudo viejo rompiéndose a la mitad y dejando indefenso a Dan. 

El gran oso enfurecido se le lanzó encima a Dan. Pero éste ya lo esperaba. Consiguió evadirlo rodando por el suelo a un lado. Cuando se puso de pié, el oso  lo embistió mandándolo a volar, y aterrizó en la dura corteza de un árbol, causándole un porrazo en la cabeza.

-Papá! Déjame ayudarte, corta la soga que me tiene atado, para que lo matemos. Tú solo no podrás.- El oso como entendiendo las palabras de Nicolás arremetió contra él dando un salto.

BAAANG

Un disparo surcó los aires cortando la soga, un segundo antes de que el oso pardo lo destrozara. Un segundo disparo se escuchó y ese fue a parar en la cabeza del oso matándolo.


Nicolás se removió confundido y aturdido por el golpe de la caída.

Una jóven pelirroja se lanzaba en picada de un árbol cercano y aterrizando sin miramientos en el duro suelo. Llevaba un sniper consigo.


La Verdad de un GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora