Capítulo III: En busca de Idios el Herrero I

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Esto era como una demostración de lo que era el Sentido X, sentir algo sin ver... Increíble. De los arboles salieron cuatro Ogros... En los entrenamientos, en horas de instrucción nos hablaban del enemigo, por supuesto nos enseñaron de los Ogros, y no era nada igual a como los imaginaba, me esperaba Ogros como en esos cuentos de hadas, un ser gordo feo sin camisa con un palo robusto para golpear. Estos eran feos si es verdad pero nada igual a lo demás, tenían la misma altura que los Drogos, eran completamente musculosos, tenían una armadura que cubría su torso dejando al expuesto los brazos, la parte inferior estaba protegida por más armadura hasta las rodillas. Se veían fuertes, todos tenían una gran hacha de doble filo, me impresiona el hecho de que sean tan sigilosos tomando en cuenta lo grande que eran... Nunca me di cuenta de su presencia hasta que Dseta lo dijo.

Sentí que... Todo era mentira o mejor dicho, poca información. En los entrenamientos no nos hablaron de esto. Como eran los Ogros, los Drogos, sus cualidades ¡Nada! Solo nos enseñaban a pelear. Si soy sincero también sentía entusiasmo, podía ver a Omega luchar, aunque no fue así.

Los cuatro Ogros salieron por el frente, dos a la izquierda dos a la derecha, era como dos para Dseta y dos para Omega, los Ogros se sentía frustrados quizás esperaban que siguiéramos caminando y llegar a un punto específico para salir y emboscarnos. Estaban molestos, muy molestos. Su respiración era fuerte y se le podía ver algo de vapor por sus grandes narices, el tercer Ogro de izquierda a derecha corrió a atacar a Dseta que estaba a mi derecha. Iba decidido, tenía su hacha completamente levantada con el brazo derecho, estimo que pesara unos 80 kilogramos. Pero fue un error de novato, Dseta desenvaino su espada y con un rápido movimiento, le corto el brazo.

El impacto que hizo el brazo amputado al chocar al suelo hizo mucho estruendo haciendo más creíble mi hipótesis, solo su hacha pesaba unos 80 kilos, y su brazo, unos 50 o 60 kilos más.

Su sangre empezó a correr por el dorso de su cuerpo, era más de color morada que roja. Gritó, dolor era lo que representaba su rostro. Pero era un Ogro, sabía que no se rendiría tan fácil, con su brazo izquierdo intento golpear a Dseta, este esquivó el golpe y sin piedad alguna corto su otro brazo, esta vez el grito fue más fuerte y la sangre drenaba mucho más. Dseta lo disfrutaba. Maldito. Se reía mientras observaba eso, lo que le provocaba... Luego de eso el Ogro se puso frente a Dseta y antes de que hiciera algún movimiento él le enterró su espada en su garganta. Ya la sangre no le salía solo de los dos brazos amputados, ahora también salía de la boca.

Dseta introducía lentamente su espada, lento, lento, lento, hasta que no pudo continuar, solo agito su brazo a la izquierda y fin. Desprendió la mitad del cuello del Ogro. Mucha sangre pero al fin ya este tonto infeliz no sufriría más, cayó de rodillas al suelo y luego por completo. En la distracción sentía que algo no iba bien, ¿Por qué los otros tres no hicieron nada? No me di cuenta, solo sé que los dos Ogros que estaban a la izquierda tenían una flecha en su cabeza cada uno. Omega lo había hecho. Quedaba uno, se le podía notar el miedo en su cara, la muerte se le acercaba y me refiero a la muerte. Dseta en ese momento era la muerte, este caminaba lentamente hacia el Ogro, iba riendo. Omega ya se había adelantado. Los Ogros son muy territoriales, prefieren morir antes de huir y abandonar la zona, este también sabía que ya no había escapatoria. Su muerte fue asegurada en el momento en el que aparecieron. Dseta se le acerco, paro de reír, levanto su espada y la bajo, luego la envaino y siguió caminando mientras mientras expresaba una risa de locura. Pude ver como como la cabeza del Ogro caía lentamente, cayó, su cuerpo decapitado boto sangre y se desplomó.

Es difícil de creer, sentía miedo. Pero no miedo por los que me rodeaban, miedo por mí, en eso me convertiría, eso sería, un asesino sin sentimientos, alguien destinado a correr sangre. Aunque sentí también admiración. Omega estaba más adelantado que ambos, luego venia Dseta y por ultimo yo que no había empezado a caminar, ambos se veían tan imponentes, esos dos signos generaban respeto, generaban terror. Dseta, Omega.

Phoenix: Un Sello RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora