Una luz en el bosque

Capítulo 8 "Valentía"

Las piernas de Lara temblaban ligeramente de miedo. Sus ojos estaban cristalizados. Su garganta estaba seca y de ella no salía sonido alguno. Con el rabillo del ojo, pudo ver a Ash y los demás. Sus respiraciones eran agitadas y sus semblantes serios y apretados. La encapuchada frente a ellos reía ante lo que sus ojos observaban: Por fin, después de tanto tiempo obtendría su dulce venganza.

― ¿Por qué tenías que ser tú? ― Gritó Lara mientras sentía las lágrimas recorrer su rostro.

― Es su culpa por confiar tanto en una desconocida.

― Tú no eres ninguna desconocida para mí. ¡Ya no te ocultes bajo esa maldita capa! Dime donde está Courtney.

― ¿Qué pasaría si te dijera que la mocosa Miare está muerta?

El corazón de la peli miel se paralizó por dos largos segundos antes de volver a latir. Más lágrimas cayeron por las mejillas de la joven. Los demás miraban la escena con tristeza. El corazón de Clemont pareció romperse en ese instante. No sabía lo que le estaba pasando, mas sabía que debía reaccionar y actuar ante esa mujer que se adjudicaba el haber terminado con la dulce sonrisa de su futura hija.

― ¿Quién te crees para decir semejante estupidez? ― Terció el rubio mostrando un rostro sombrío y furioso.

― Me creo lo que soy querido Clemont― Respondió la mujer bajo la capucha ― ¿Acaso me vas a hacer algo pequeñín? No tienes a tus Pokémon contigo.

― Y por lo que veo tú tampoco.

La mujer gruñó de rabia. Lo que decía el líder de gimnasio era cierto: Había decidido atacar al grupo por sus propios medios sin la ayuda de Malamar. Pensó que jamás se daría cuenta de eso, mas estaba equivocada. El rubio estaba ahí, frente a ella, dispuesto a atacarla con piedras si fuera necesario. Con calma, dirigió sus manos hacia su mochila y con cuidado sacó un bastón plateado. Con la mirada, le pidió a Ash que cuidara de las chicas y que no lo detuviera. El azabache asintió con preocupación. Nunca había visto a su amigo de esa forma. Lara seguía llorando en silencio.

― ¿Me vas a atacar con alguno de tus inventos? ― Se carcajeó la mujer ― Dudo que tenga que preocuparme por eso. Los inventos que fábricas a esta edad siempre terminan volando. De todas formas seguirás siendo un pobre inútil.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Las venas alrededor de la frente de Clemont comenzaban a notarse. Su vista era cada vez más sombría. Con eso, empezaba a conocer facetas suyas que, hasta ese momento, desconocía. Rápidamente subió la vista. No le importó que tuviera un pésimo estado físico. Es más, ni siquiera notó cuando saltó sobre la encapuchada, que lo miraba sin poder creerlo, y el bastón plateado comenzaba a soltar chispas. Un bastón de electrochoques era el invento que el joven rubio guardaba en el último rincón de su mochila. Habría deseado no usarlo, pero el momento lo obligaba a mostrar su peor cara. El golpe eléctrico fue certero. La mujer cayó de rodillas, mientras el dolor la recorría erizándole los cabellos.

― ¡Maldito Clemont! ― Gritó la mujer encolerizada ― ¡Me las pagarás!

El joven la observaba indiferente y dominado por un sentimiento más poderoso que la cordura. Ash y los demás veían atónitos la escena. Bonnie jamás había visto a su hermano actuar de esa forma, incluso llegó a sentir miedo hasta comprender su actuar: Su querido hermano idiota estaba actuando conforme a la desesperación que sentía.

― Dime una cosa ― Habló Clemont ― ¿Courtney está muerta?

Silencio fue lo único que hubo. Un silencio tan fúnebre que caló los huesos como el más frío de los vientos.