Capítulo 7: Besos sabor cajeta de parte de un ángel.

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-¿Escuchaste todo?—dijo mientras sus mejillas se tornaban color carmesí.
-Si, y créeme eres la persona más tierna de todo el mundo.
-¿En serio?—dijo sonriendo—Bueno como ya sabes, esto es para ti.
-Muchísimas gracias Alejandro, te quiero mucho—rodee mis brazos en su cuello.
-¿Vamos por un helado?
-No—dije sería.
-Vamos por otra cosa, ¿no llenaste con el helado de ayer?—reí.
-¿te parece un churro?
-Me parece perfecto.

Los estudiantes empezaban a estar por todos lados, así que me subí al auto de Alejandro lo más rápido posible, no permitiría que eso pasara.

-¿lista?—dijo mientras prendía el coche.
-Lista.

En todo en transcurso del camino estuvimos escuchando música, teníamos estilos distintos pero coincidíamos muy bien con algunas canciones. Era un chico muy divertido, era tierno, pero tenía su lado frío, era divertido y s la vez sensible. Era un profundo hoyo de emociones que no tenía fin.
Me encantaba la idea de salir con el, pero a la vez me preocupaba, ¿él era Alex Casas? Y si lo era por qué salía conmigo aún sabiendo el peligro que corría con sus fans.

-Hemos llegado.
-¡VAMOS POR LOS CHURROS!
-¡Vamos!

Llegamos al pequeño local de churros, y que por lo visto le gustaba bastante a Alex por que el chico de ahí era muy su amigo.

-¿tú fuiste la que me hablo, no?—el chico de los churros hablo.
-¿yo...¿Finch?
-El mismo—dijo dándole la primera bolsa de churros a Alex.
-Que cosas, ni sabia que trabajabas aquí.
-Alex me obligó a Trabajar aquí, para darle su membresía gratis.
-¿y por qué no trabajo el?—reí.
-Por qué Finch está de vacaciones desde hace 40 años.
-¿Qué?—dije antes de que tomara mi mano y nos fuéramos.
-¡Nos vemos!—grito el chico a lo que solo me limité a mover mi mano.
-Alex—dije riendo.
-¿pasa algo?
-Pasa que tienes toda tu boca llena de cajeta y azúcar—reí más fuerte.
-Rayos, ¿tienes la servilleta?
-Si, déjame te limpio.

Con la servilleta limpiaba cada espacio donde se derramó salvajemente el contenido de los churros. Lo limpiaba como si fuera algún cristal, un cristal tan Preciado que no dejaría que nadie extraviara o dañara, un cristal que aún que no tenía dueño, alguien había puesto su vista en el, y no dejaría que algo le pasase.

-Sabes—Dijo retirando mi mano para entrelazarlos con la suya—Disfruto tanto el ver tus ojos, podría estar encerrado y para mí sería perfecto si te tuviera frente a mi, mirándome.
-Estoy completamente de acuerdo.

Mis ojos se detuvieron en sus labios y puedo jurar que los suyos también lo hicieron. Tomó mis mejillas y hundió sus labios en los míos, aún sabían a cajeta, y eso lo hacía más especial. Nuestros labios se movían al son de nuestros latidos, cada vez más rápido.

Hay ocasiones en las que un total desconocido se convierte en el desconocido que más quieres conocer, saber todos sus secretos, todas sus aventuras y adentrarte en su corazón para pertenecer a el. Ese desconocido que se convierte en tu todo y no dejas de pensarlo era el, Alejandro, mi ángel. 

Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora