Al bajar de la barca se dirigió a una enorme montaña que se encontraba en el centro del Yomi, una enorme puerta indicaba su entrada y ahí había un enorme demonio, un Shinigami guardando la entrada. Era alto y delgado con piel pálida, usaba un traje de cuero negro con plumas en el cuello y tus ojos eran totalmente amarillos y cada uno miraba en una dirección totalmente diferente.Al colocarse junto a la puerta, el shinigami le volteó a ver haciendo que los huesos de su cuello crujieran. —¿Qué... Quieres? Ahhh —decía con una voz rasposa y respiraba con dificultad al terminar las frases.
—Busco a mi madre, Izanami-san, vengo de visita... Nada más, ni nada menos.
Él le miraba con una sonrisa perpetua, extendió su mano y abrió una gran reja de metal de obstruía el camino de Susanoo.
—Pasa. Ahhh. No causes... Ningún problema. Ahhh. —Apuntó a su sable. —O tendré... que lastimarte. Ahhh
Susanoo rió con sarcasmo en su voz y siguió caminando, tuvo que subir los tres mil escalones que rodeaban la montaña, en ellas estaban escritas el nombre de un mal, un miedo y una bestia. Finalmente logró llegar a la cima y en ella una pequeña casa de piedra y madera quemada con techo de paja, en ella había otros dos Shinigamis resguardando la puerta.
Uno de ellos parecía el resultado de haber combinado distintas partes humanas, su mandíbula era prominente, como si no cupiese en su cráneo, su cuerpo era irregular y con hilos oxidados que sujetaban cada una de sus partes.
El otro era una mujer (o al menos lo parecía), su torso parecía estar hecha de hueso y cascarones, sus extremidades eran columnas vertebrales, era de rostro pálido y cubierto con piel vieja, llevaba una banda cubriendo sus ojos y sus labios eran carnosos y morado. Ambos shinigamis sujetaban una lanza muy puntiaguda, decoradas con plumas rojas
—Niño, ¿Qué diablos haces aquí? vete. —dijo el hombre. —¿Por qué Osore te ha dejado entrar?
La mujer miró a su compañero y lo golpeó con su lanza. —Kurai, cálmate. —le gritó. —Disculpa a mi hermano, no le gustan las visitas, Soy Kira ¿En qué te puedo ayudar joven?
Apartó el kimono de mi pecho, mostrando su tatuaje de dragón. —Soy Susanoo-No-Mikoto, vine a ver a mi madre.
—Izanami-sensei. —dijo Kurai.
Los dos shinigamis quitaron sus lanzas de la puerta y le dejaron pasar. —Pasa, por favor, Izanami-sensei te está esperando. —comentó Kira de manera respetuosa.
Susanoo entró a la casa y se quitó sus sandalias, acomodándolas perfectamente en la esquina de la grada. Una mujer salió, su rostro era pálido y no tenía ojos, ni siquiera las cuencas; trajo una bandeja con una taza de té y la colocó en la mesa, sin hacer ni un solo contacto visual... por así decirlo. —Gomen, Izanami-Heika está por venir, acaba de regresar de una reunión importante, lamenta el retraso.
Susanoo se limitó a agradecer a la mujer por su amabilidad y aceptar la taza de té, mientras esperaba decidió leer su libro, para él aprender era lo más importante, y quería perfeccionar todas sus técnicas de magia, combate, arte e incluso cocina.
—Susanoo-kun, llegaste antes. —se escuchó una voz.
Al voltear se encontró con un furisode negro brillante, alzó la cabeza y vio el rostro sonriente de su madre.
—Sí, unos incrédulos intentaron asaltarme en mi camino... Así que usé su sangre para llegar antes. —comentó dibujando una sonrisa infantil.
—¿Ese es otro de tus libros de magia? ¿Cuantos llevas? ¿Siete? ¿Ocho?
Susano colocó su libro en la mesa y se levantó para saludar a su madre formalmente.
—¿Qué esperabas Oka-san? Soy una rata de biblioteca.
Izanami era algo baja, su piel era pálida con algo de azul, como si fuese la piel de un cadaver, pero seguía intacta y su rostro era delicado y gentil como el de una dulce madre, sus ojos eran casi en totalidad de color negro a excepción de su pupila de color amarillo brillante.
Susanoo abrazó a su madre, tan fuerte como el tiempo que llevaba si verla, Izanami colocó sus manos en las mejillas de su hijo, admirando el hombre en el cual se había convertido.
—Qué bueno que te gusta estudiar, y dime, ¿Cuántos hombres eran?
Él sonrió por un momento,Izanami le encantaba escuchar sus logros.
—Una docena de ronins bien entrenados. —contestó.
—¿Ronins? Hmm Que raro. No han llegado ronins a los muelles de las almas.
Él sostuvo sus manos y las apartó suavemente de su rostro, tenía mucho tiempo de no verla. —Han de llegar pronto, el barquero se tomó su tiempo en traerme... Seguro ya están en camino.
Izanami se dio la vuelta y caminó hacia el pasillo.
—Ven, has de estar cansado por tu viaje, deberías dormir, continuaremos con nuestra plática mañana. —dijo para no agotar a su hijo
—Hai, Oka-san.
Izanami personalmente lo llevó a su mi habitación, era pequeña, hecha de madera negra y el piso era de piedra cubierto con un tatame gris; las paredes estaban cubiertas por pinturas que se movían, relataban vívida mente sus historias.
En una se veía el nacimiento del mundo mortal, del Yomi y la Takama-ga-hara; en otra, como Izanami e Izanagi creaban al concejo de los ochocientos dioses, en otra la muerte de Izanami al parto de Kagutsuchi y como Izanagi lo asesinaba y de sus partes creó más dioses. Otra relataba como Izanagi fue al Yomi a rescatar a Izanami de la muerte y como falló en el intento. Y la última traía un bordado especial, el nacimiento de Susano, Amateratsu y Tsukuyomi.
—Mañana te presentaré a mi amiga Nyx, es una diosa griega; ella ansía conocerte.
—Hai, Oka-san. Llevaré mis mejores ropas. —contestó reverenciándose..
—Usa ropas oscuras, ella es una diosa de la noche, tiene hijas hermosas, así que compórtate. ¿Y quién sabe? —dijo mientras guiñaba un ojo. —Tal vez podrías encontrar una buena esposa entre sus hijas. —Bromeó.
Susanoo echó una carcajada. —Que el destino lo decida, Oka-san.
— Ashiteru, hijo.
—Ashiteru Oka-san. Descansa.
"Soñé que estaba en batalla. Varios dioses menores, sirvientes de mi padre me atacaban, había una enorme tempestad a mi alrededor, pero estaba de mi lado. Los rayos caían por todos lados matando a mis contrincantes. Y en cima del monte lo vi a él, Oto-san; a su lado yacía mi hermana Amateratsu, liderando al ejército de tres mil hombres que me atacaba.
Con inútiles intentos usaban sus espadas, pero ninguna lograba siquiera tocarme. Salté a tres metros y con un fuerte salto en el aire, llegué a otro grupo, caminé sobre la cabeza de tres hombres, atendiéndolos con fuerza, aterricé al suelo y pateé a uno en el estómago, haciendo que volara por los aires y su cabeza se enterrara en el suelo
Le di un puñetazo en la cara a otro y lo noqueé al instante, y mientras seguía de pie lo utilicé como base para saltar, caí al suelo y con el impacto cuatro dioses salieron volando por los aires, me dirigí hacia el monte, uno tras uno derribaba a mis contrincantes. Mis ojos se movían en todas direcciones, ajustando cada segundo un blanco diferente.
De un salto me alejé de la batalla y aterricé en una gran columna de piedra. Coloqué mis palmas al frente mío e invoqué varias bolas de fuego que arrasaban como meteoritos. Destruían a mis oponentes como cucarachas.
Entre el polvo que producían los meteoritos al impactar me escabullí y empecé de nuevo con mi ataque, golpeaba y rajaba a cada enemigo dejando una fila de cadáveres detrás de mí.
Uno me quiso atacar la cara con su espada, pero lo agarré y se la quité, con ella destajé a tres hombres más, uno me lanzó un kunai ninja, lo atrapé y aprovechando el movimiento coloqué un papel explosivo en la armadura de un dios y lo arrojé a un grupo, explotando al momento después. Luego arrojé el kunai apuntando al rostro de mi padre."
ESTÁS LEYENDO
El Último dios
FantasyDesde su nacimiento Susanoo no fue aceptado por su padre y su difunta madre no estuvo ahí para él. Lo que hará que busque ganarse el respeto de su padre y los demás dioses, demostrará con todo lo posible que él no es solo una bestia para matar. Pero...