Batalla de Coliseo

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Cambiaron de tema y continuaron con la comida, al terminar de charlar se dirigieron hacia el Hades; al castillo personal de Nyx para ser precisos... Un monumento impresionante, en la entrada había dos pilares con la estatua de un guerrero griego y uno romano, luego había una enorme escalera que llegaba a un patio rodeado de columnas con un cáliz en el centro y dentro de ella había agua negra. Al fondo estaba el castillo, unas murallas enormes le rodeaban y la única entrada era una enorme puerta de madera remachada con metal.

En los bordes interiores de las murallas estaban todas las edificaciones, las casas de los criados, la armería, la cocina; el palacio donde vivía Nyx y Philotes y un pequeño coliseo. Las edificaciones eran rectangulares con tejado de barro de color azul, muy diferente a la arquitectura del mundo japonés. En el centro estaba una fuente de agua, rodeado por caminos de piedra y verdes pastos, parecía ser el único lugar con vida en todo el inframundo.

—Por aquí, Nicodemus te espera en el coliseo.

Siguieron a Nyx hasta el coliseo, un estadio de cinco pisos de gradas y una arena, donde los luchadores combatían y ahí estaba, Nicodemus, un hombre alto y fornido, llevaba un peto de cuero y un casco que cubría por completo su cabeza, a excepción de la rejas que le permitían ver. Llevaba una túnica blanca y en sus piernas llevaba grebas de bronce muy bien forjado, varias cadenas envolvían sus brazos y torso. Parecía amenazador, pero no para Susanoo, no conocía el combate Greco-Romano, pero si jugaba unos minutos con él podría averiguar como vencerlo.

Un escudero se acercó a Susanoo y le presentó una Xifos y una Gladius, inconscientemente intentaban dejarme en desventaja, dándome un arma que nunca he usado o visto en combate. Pero esas espadas eran de madera, lo que significaba que no podría usar mi Katana o Wakizashi.

—No las necesito. Arigatou. Necesitará una ventaja contra mí. —dije sin apartar la mirada de Nicodemus. 

El escudero le miró con cara de miedo. Se volteó extrañado y le entregó una espada a Nicodemus.

—Está loco. —dijo el escudero mientras se acercaba a sus compañeros esclavos.

La estrategia era sencilla, el no usar una espada le daría más confianza a Nicodemus por tener una clara ventaja de equipamiento. Luego lucharía de manera pasiva contra él, unos cuantos minutos me dejaría aprender sus movimientos y predecirlos. Por último me divertiría con él.

—Preparaos para perder ante el hijo de Ares, el dios de la guerra. —fanfarroneó Nicodemus.

Susanoo decidió quitarse la parte superior de su kimono, para amarrar las mangas en su cintura, tomó un poco de arena y la esparció en sus brazos y pecho, eso de dejaría más fricción para atacar. Y por último se colocó su bandana para cubrir sus ojos. Estaba lo suficientemente confiado para entrenar sin ver.

Durante su exilio en el templo del mar Susanoo agudizó sus sentidos, aprendió a detectar los sonidos, sentir el movimiento del viento y las vibraciones de la tierra

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Durante su exilio en el templo del mar Susanoo agudizó sus sentidos, aprendió a detectar los sonidos, sentir el movimiento del viento y las vibraciones de la tierra. Sus habilidades innatas de pelea le ayudarían a predecir todo con esas sensaciones. El único problema que encontraba fue que nunca había luchado contra un Griego, su estilo de combate era totalmente nuevo para él.

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