Mundo Mortal

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Las criadas levaron a Susanoo a la entrada principal, donde se encontraba Izanami, Philotes y Nyx conversando. —Susanoo-kun, luchaste muy bien. No me decepcionaste. —comentó Izanami al llegar Susanoo

Arigatou Oka-san. —respondió mientras inclinaba la cabeza.

Nyx se acercó a nosotros con una corona de olivos y Philotes traía una cinta de lana en sus manos. —Es costumbre griega que el ganador de una competencia atlética reciba una corona de olivo salvaje como premio. —comentaba mientras se acercaba y colocaba la corona de olivo en su cabeza. —Así que, aquí tienes Susano "Campeón del Hades."

—Creo que ya es hora de que regresemos a casa. —comentó Izanami, con cansancio en su voz. Susanoo asintió con la cabeza.

Nyx y Philotes amablemente les acompañaron hasta el carruaje y se despidieron de Izanami y Susanoo, quienes se reverenciaron, para que luego Philotes volviera a besar la mejilla de Susanoo.

Durante el camino de regreso Izanami intentaba fastidiar a Susanoo con su rápida "Relación de Amistad" que él desarrolló con Philotes durante la visita.

—Me agradó la forma en la que te miraba. Ella es una chica muy linda para ti.

Susanoo no respondió, simplemente sonrió mientras recostaba su cabeza y cerraba los ojos. —Al menos respóndeme algo... —se burló Izanami, sabiendo lo que sucedía en la cabeza de Susanoo. —Soy tu madre.

—Sí, Oka-san. Ella y yo nos.... conectamos al instante, como si...

—Como si el destino lo quisiera... —Izanami se interrumpió a sí misma con un chillido de emoción. —Que romántico.

—Oka-san, por favor. No ha pasado nada entre nosotros.

—Susanoo-kun, tu eres un joven muy atractivo y ¿Cuántos años tienes? ¿Cien mil años?, ella tiene Ocho mil o Nueve Mil.

—Y eso para los mortales son Imperios enteros... —respondió Susanoo, sabiendo las intensiones de su madre.

—Tú no eres un mortal Susanoo-kun. La tienes en tu mano, puedes usarla para abrirte muchas puertas, no lo desaproveches.

—¡¡Oka-san!! —gritó Susanoo lleno de ira. —Ella... No... Es... Un objeto —se tapó los ojos con los dedos, intentando pensar sus siguientes palabras. —No puedo tratar a las personas de esa manera... Terminaría pareciéndome a mi padre, aquí termina esta conversación.

Esa misma noche Susanoo decidió partir de regreso al templo del mar. Los espíritus del Yomi, con las órdenes de Izanami le llevaron hasta la salida de la cueva en el monte Fuji. Para después caminar durante varios días para regresar a la región de Izumo. Esos días que se había ahorrado de ida, no le iban a servir de regreso.

Cuando finalmente logró llegar al Takama-ga-hara caminó directamente al lago sagrado para poder realizar el ritual de purificación, lo cual era costumbre si se visitaba el Yomi. Lavó sus manos en el agua, luego su cuello y por último su rostro, completando así el ritual. Después se dirigió a su casa para realizar la limpieza y encender incienso a la armadura de los océanos, mostrando su respeto al poder que se le había concedido.

Caminó por el muelle y extendió su mano al aire, invitándole al viento pasar, haciendo que una suave lluvia recorriera el Takama-ga-hara, entonces reposó en su cama lleno de paz y tranquilidad.

«Soñé con un campo de trigo, había una suave brisa que besaba mi rostro hasta que una tormenta llegó y se tornó todo en una pesadilla; demonios que jamás había visto me golpeaban y me tumbaron en el suelo, sus garras hacían pedazos mi cuerpo e intentaban devorarme. Solo sentía... miedo»

Para Susanoo, las pesadillas eran cosas comunes, para un dios no eran buenas señales, pero llevaba tanto tiempo con ellas y nada sucedía que decidió ignorarlas por completo, posiblemente eran por el estrés.

Con el pasar del tiempo empezó con sus tareas en el plano terrenal, era un cambio en su rutina así que se divertía un poco, cambiar las mareas, hacer lluvias y tormenta; pero luego empezó a volverse todo muy aburrido, con el movimiento de un dedo ya podía hacer el trabajo de una semana, así que decidió jugar con sus nuevos poderes, el crear rayos de su cuerpo, cambiar la corriente del aire para mover cosas, sacar piedras y gemas del suelo.

Un día, cumpliendo las labores del día observaba al mundo mortal como siempre, los humanos le provocaban diversos sentimientos, curiosidad mayormente, pero esta vez era diferente, vio como una mañana llegó una flota enorme de barcos del norte, por un momento pensó que eran comerciantes, pero entonces empezaron a disparar bolas de acero hacia la costa, las personas no estaban preparadas y recibieron cada impacto y los Samurais no podían defenderlos a tal distancia.

Susanoo, estaba totalmente atónito, estaban atacando a su pueblo, en su propio territorio, el mar, así que decidió actuar, colocó su nodachi al hombro y se dirigió a la puerta del Ame-no-Ukihashi para proteger a su pueblo.

Corrió a toda prisa al puente celestial, no tenía buen presentimiento de la situación, le habían rezado por ayuda y no dudaría en dársela. —¡¡¡Abre las puertas, es una emergencia!!! —grité sin dar ninguna explicación. Raiden estaba de guardia y me observaba alterado lleno de intriga.

–Susanoo-sensei, qué sucede?

–Están invadiendo las islas.

–No podemos intervenir en asuntos mortales, son las reglas y lo sabes. –dijo Raiden mientras le sostenía el hombro para que no hiciera una estupidez.

Desde la lejanía Susanoo seguía escuchando los disparos y los gritos de agonía de los japoneses mientras eran masacrados. –No puedo quedarme aquí sin hacer nada, pidieron mi ayuda.

—Te rezaron? —preguntó Raiden ligeramente confundido. —A un dios recién ascendido?

Susanoo se paró firme y seguro. —Si, el agua de mi templo creó una imagen del anciano al cual me rezaba.

—Eso, mi amigo cambia las reglas... Kohai puede abrir las puertas, únicamente Susanoo-sensei puede participar a no ser que se notifique otra oració

El anciano rápidamente colocó la llave y Susanoo se dirigió hacia su destino pero antes de cruzar se volteó a Raiden —Arigatou Gozaimasu—

El puente estaba más inclinado de lo usual así que Susanoo aprovechó su velocidad y deslizarse para poder llegar más rápido, al aterrizar rodó por el suelo y continuó con su camino. Logró guiarse por el humo que se observaba a travez del horizonte.

Estaba asustado, a pesar de ser un dios, temía no llegar a tiempo para detener la invasión entonces sentía como su espíritu respondía a sus deseos, su poder aún no se había desarrollado por completo pero sabía que se alimentaba mayormente de su voluntad y espíritu. Corría cada vez más rápido como si el aire ni el suelo se resistieran a su correr, los árboles se hacían cada vez más borrosos hasta que una luz indicó que salía del bosque.

Cuando llegó al pueblo había mucho fuego y cuerpos por doquier, en el centro había un pequeño Templo Shrine, de donde algunas personas se habían refugiado y samurais resguardaban con su vida.

Los chinos se acercaban al templo llenos de confianza, el ataque sorpresa les había dado la victoria, lo que no contaban era que un dios estaba presente. —Se creen muy fuertes amenazando ancianos y niños ¿Eh? —les gritó para distraerlos.

El que parecía el general y líder del ataque se volteó a verle, con una mano se peinaba el bigote y con la otra sujetaba su espada aún envainada. —Y tu... Quién te crees para hablarle así a los representantes del emperador? Eres solo uno, nosotros somos decenas en tierra. —dijo antes de apuntar a su flota de barcos. —Y cientos en el mar.

Definitivamente ese general tenía el poder en la cabeza y le encantaba presumir ese poder. —No mucho, la verdad. —respondió Susanoo creando una armadura con su forma divina. —Solo el defensor del emperador, su tierra y su gente.

Todos los soldados con miedo en su rostro desenvainaron sus espadas rectas. —Shushi, matenlo. —gritó el General.

—Ya muchos lo han intentado, Bigotes.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2019 ⏰

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