Ascensíon

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Los tambores sonaban, y un hombre se les acercaba por la espalda con paso firme y seguro, mientras más se acercaba, más rápido tocaban esos tambores y más se aceleraba el corazón de Susanoo.

«Tranquilízate y no hagas nada estúpido, sabes lo que tienes que hacer.» Pensaba, era sencillo lo que tenía que hacer, así que no tenía que salirse del plan, además lo habían ensayado varias veces, o eso creía, con los nervios ya no estaba seguro de que era lo que debía hacer o no.

Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, ese momento para ellos fue una eternidad. Hasta que, al fin, el hombre se detuvo frente de los jóvenes y los tambores pararon, pero esta vez el viento no le arrulló.

—Nos reunimos este día, para ascender a mis tres últimos hijos: Susanoo-No-Mikoto. —esa fue la señal para que se levantara. —Hijo mayor de los trillizos, dios de la batalla desde el día de su nacimiento... Amateratsu-No-Mikoto, diosa llena de sabiduría y Tsukuyomi-No-Mikoto, hija de la luna y una diosa de fe y compasión.

Los tres estaban de pie con la cabeza inclinada y los ojos cerrados, siguiendo la ceremonia al pie de la letra, Amateratsu se veía confiada y segura, Tsukuyimi no demostraba expresión alguna y Susanoo por fuera parecía estar hecho de piedra pero su interior se retorcía de miedo.

—Susanoo-kun. —le llamó Izanagi

Susanoo levantó su rostro y miró a su padre a los ojos después de mucho tiempo.

—A ti, por ser el mayor, te otorgo el mar, la tierra y la tormenta, que tus habilidades en batalla y estrategia te ayuden con la responsabilidad del mundo. —le encargó mientras que con una daga de oro cortaba la palma de Susanoo que reveló sangre tan roja como el atardecer.

Izanagi caminó en frente de Amateratsu, otorgándole el cielo y el sol, irónicamente, ella siendo muy fría es la diosa del sol.... Luego a Tsukuyomi le otorgó la luna y la noche.

Izanagi se volteó y recogió de una mesa de oro dentro del gazebo la lanza con la que se creó el mundo y un rayo de luz cegador envolvió a Susanoo y a sus hermana, poco a poco el rayo se volvía más intenso y caliente, mi brazo izquierdo me quemaba, sentía demasiado ardor en la muñeca y el dolor no paraba, hasta que un brillo negro dibujaba una forma en su brazo, un dragón serpenteaba por su brazo envolviéndole hasta que llegó a su pecho y ahí descansó. 

Al apagarse la luz sus cuerpos habían cambiado, Susanoo era más alto y de piel oscura como el carbón, era más musculoso y sus dedos eran largos y huesudos, sus extremidades estaban cubiertas por vendajes y armadura ligera, llevaba un kimono negro abierto al pecho, mostrando un tatuaje de dragón que rodeaba su brazo y su cabeza escupía una ola de mar en su pecho, usaba un hakama oscuro con tabis de cuero que cubrían hasta su rodilla.

Amateratsu se veía casi igual, a excepción de que usaba un furisode totalmente blanco y un disco de oro flotaba detrás de su cabeza, reflejando el brillo de su cabello, una piel de kitsune rodeaba su cintura con sus colas tambaleándose. Tsukuyomi estaba vestida de un furisode morado, cuyo patrón se movían entre las telas como si estuviese vivo, tan vivo como las olas del mar. y en su espalda un cetro de plata en forma de media luna con un orbe brillante estaba amarrado. Al verse se quedaron sorprendidos, no sabían si volverían a ser ells o se verían así para siempre.

—No se preocupen. —les tranquilizó Izanagi. —Esta es su forma ascendida de ahora en adelante, podrán transformarse en ella cuando gusten y como gusten... Relájense y piensen en volver a su forma normal.

Ellos se calmaron y respiraron al unísono, entonces el viento comenzó a soplar y cenizas se desprendieron de ellos hasta que recuperaron su forma normal.

El Último diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora