El Despertar

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Antes de ser desterrado, Susanoo ya estaba teniendo una vida algo miserable.

Se despertó en un estanque en medio del bosque, con una gran cantidad de nubes en el fondo, sin saber dónde estaba, sin saber si quiera quien era. Habían otras dos chicas cubiertas con mantas junto a él y un hombre que parecía en estar en la mediana edad, únicamente en pantalones hakama, arrodillado frente a él. Intentó incorporarse pero se sentía muy débil y desorientado como para hacerlo.

—Cuidado hijo. Recién acabas de nacer, tómalo con calma.

¿Nacer?... Todo era confuso para él, olas de información le llegaban a su cabeza como punzadas en su cerebro. A su alrededor había un bosque y varias personas caminando tranquilamente y chapoteando en el agua, como si no fuera algo nuevo que una persona naciera en un lago. Vio pájaros volar, haciendo sonidos hermosos y alzó la mano para tocarlos, el hombre le ayudó a sentarse y al girarse vio en el agua peces de colores brillantes nadar de un lado a otro.

—Koi... Peces Koi. —fueron sus primeras palabras.

El hombre sonrió, como si fuera una maravilla del mundo.

—Si... Son peces Koi. Y tu eres Susanoo, mi hijo.

En su mente solo rondaba una palabra, una y otra y otra vez.

—Otou-san... Eres... mi padre ¿cierto?

—Si, tu eres mi hijo y estas chicas, son tus hermanas. Tu las vas a proteger.

«Proteger... Debía evitar que algo malo les pasara, a todo precio.» Era el pensamiento que circulaba en su cabeza. El hombre ayudó a Susanoo a levantarse y lo cubrió con una manta, ya que estaba desnudo (No se quejaba, recién nacía... No es como que naces con ropa...¿O sí?) Y lo sentó a la sombra de un gran y frondoso árbol, al igual que sus hermanas. Parecían buenas personas, una de ellas, Amateratsu, se parecía a él, pero con rasgos más finos, su cabello era anaranjado con brillos amarillos, sus ojos eran tan rojos como el fuego vivo y su sonrisa era dulce. La otra hermana, Tsukuyomi era exactamente igual a Amateratsu, solo que su cabello era negro con brillos púrpura y sus ojos eran azules como la noche.

Antes de que lograran quedarse dormidos un joven se les acercó con ropas dobladas y les entrego un puño a cada uno.

—Sé que el día está fresco, pero no pueden andar por ahí sin ropa... Tomen.

—Ariagatou Gozaimasu. —respondieron al unísono.

Su ropa era un kimono gris oscuro con un hakama negro que hacía juego y un cinturón obi negro, la tela era suave y cómoda, el fundoshi (ropa interior) era lo único que le incomodaba a Susanoo, pero la tela se fue amoldando a él para darle más comodidad.

Después de vestirse completamente, se acostaron al tronco del árbol y tomaron una larga siesta, mientras los demás seguían festejando... Lo que sea que estuvieran festejando en el lago. De seguro solo estaban disfrutando del verano. Susanoo, se sentía muy relajado, aún más siendo su primer día de vida y aparentando salir de la adolescencia inmediatamente.

Su sueño fue tranquilo, caminaba en una pradera verde llena de flores, la brisa besaba su rostro como una amante a medianoche. Era un momento tranquilo y puro, la mejor sensación que se podría tener. Al final de la pradera había un enorme risco que conducía al mar, el mar golpeaba ferozmente contra las rocas del risco, una hermosa sinfonía de la naturaleza. De la nada tuvo un raro sentimiento que le decía «Salta...Salta... Te estoy esperando», Susanoo puro un pie en el borde y caminó hacia el vacío, al estar cerca del fondo todo quedó en calma como si jamás hubiera llegado al final del risco. Al abrir los ojos vio como una ola lo abrazaba y llevaba a salvo hacia sus profundidades, no sentía miedo, sabía que en el mar él estaría seguro.

El Último diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora