19. El invernadero

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Aquel día el tiempo no mejoraba, de hecho, parecía ir a peor. El cielo estaba completamente nublado y la brisa que llegaba era fría, casi como si augurase lluvia. Cerré la cremallera de mi sudadera y me encogí un poco por el frío mientras caminaba hacia la puerta de la mansión de los que algún día, quizás, serían mi manada.

La puerta estaba entreabierta como cada mañana. Sabían que llegaría un día tras otro más porque necesitaba respuestas, respuestas que solo ellos podían darme.

Permanecí un rato en el vestíbulo esperando ver pasar a Ann y preguntar por cuál de los dos hermanos me daría la primera clase de la mañana pero lo cierto es que nadie apareció, así que decidí echar un vistazo en la cocina. Allí vi a alguien buscando lo que supongo sería comida en la nevera, y decidí acercarme para recriminarle lo del día anterior.

-Mira a quién tenemos aquí, el traidor. -Me crucé de brazos a la espera de que me mirase, cosa que después de un pequeño sobresalto, hizo.- Parece que mejoro en mis habilidades de sigilo. -Bromeé.

-Lo cierto es que sí, ni siquiera te he oído llegar. -Se frotó la cabeza y se volvió hacia mí con un bote de helado.- ¿Por qué me llamas traidor?

-Mmmm, quizás porque todavía sigo esperando que me traigas ese Bourbon que me prometiste pero preferiste dejarnos vendidas por la cintura de una rubia. -Contesté con sarcasmo.- No sé, llámame tiquismiquis.

-Oh. -Sonrió.- Siento mucho haberme ido sin avisar ni llevaros la bebida, pero ya deberías saber que un lobo tiene que cubrir sus necesidades. -Su mirada pícara dejaba claro a qué clase de necesidades se refería.

-Y que lo digas...-Suspiré, cosa que él no esperó ya que comenzó a reír.- Eh, no solo los tíos tenéis esa clase de necesidad.

-Es solo que me sorprendiste. -Su risa se calmó y me dedicó una de sus sonrisas seductoras.- Si alguna vez te dan de nuevo esas necesidades estoy disponible cuando quieras.

-Lo último que quiero es pillar alguna enfermedad de transmisión sexual a causa de todas las tías con las que te has acostado. Permíteme rechazar la oferta. -Ambos reímos ante aquello. Los dos sabíamos que no podíamos tener enfermedades, nuestro sistema lo reparaba, pero esa era una forma bonita de rechazar la invitación.

-¿Festival de risas? -Alhan apareció por el umbral de la puerta y fue directo a la cafetera.

-Se llama bromear, deberías probarlo alguna vez. -Se burló Cole, por lo que se llevó una gesto de aprobación de mi parte y los dos reímos.

-Lobito, sabes que recién levantado no soy muy amigable así que largaos un rato de aquí y dejadme tomar mi café en paz. -Hizo un gesto con las manos para que nos fuésemos.

Cole levantó las manos a modo de rendición y puso rumbo a la puerta. Antes de cruzarla se giró hacía mí y sonrió.

-Espero que no tengas que aguantarlo mucho, parece que nuestra diva tiene una crisis existencial hoy.

Eso causó una risa en mí y acabó ganándose una magdalena en la cabeza por parte de Alhan. Tras todo eso, desapareció por la puerta.

Me acerqué a coger una magdalena para mí y de paso pregunté lo que quería saber.

-¿Cuál será la primera clase?

-Clay. -Él mordió su dulce y con su café en mano desapareció también dejándome sola.

-¡Eh!

Pero me ignoró completamente. Genial, podía al menos haberme dicho dónde encontrarle.
Sin otro remedio puse rumbo escaleras arriba hacia la habitación de Clay. Con suerte aún estaría allí.

The Big Bad Wolf must dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora