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Los días pasan, Tomlson no me deja en paz, y tengo la sensación de que me espía.

Sigo quedando con Fabio, y siempre me marcho contenta ya que es encantador y cariñoso.

Llego al comedor, ya es la hora de la cena, y me encuentro la típica escena de siempre, Tomlson galanteándola con no sé cual propósito.

Me fijo en que él lleva una camisa blanca, con unos pantalones negros.

No va tan arreglado como siempre y eso me resuelta raro.

Hago una reverencia cuando me voy a sentar y todos los comensales empezamos a comer.

-El honorable barón Rolds, se tiene que ir en dos días.

Al fin, ya era hora. Creía que no se iría nunca, pero me tendré que aguantar dos días más.

Y entonces adiós Tomlson, me libré del acosador.

-Y me gustaría- prosigue- que Scarlett fueras con él a dar una vuelta por el jardín.

La sonrisa que tenía se ha esfumado como un viento arrastrando las hojas de otoño.

-¿Qué? ¿Por qué yo?

-Porque sí y no hay más de que hablar- me responde tajante haciendo sorprender a todos, excepto al barón, que sonríe ampliamente.

Rechistar no me va a servir de nada, así que tendré que hacerlo.

Terminada la cena, guío a Tomlson al jardín, situado en la parte de atrás del palacio.

Vamos paseando, hoy se está muy bien para salir de noche.

-Me ha gustado mucho el reino.

-Gracias.

-Lo teneís bien cuidado, princesa.

-Lo he heredado de mis padres- digo nostálgica.

Le miro y veo que al nombrarlos, su cara se vuelve más tensa y se va transformando en un poco de ira y rabia.

¿Qué ocultará? Él no tiene ningún tatuaje de media luna y no encaja con la descripción.

Además, cuando eso ocurrió él era muy pequeño, imposible.

-Tengo entendido que hay una tribu que se te resiste.

-Así es. La aldea de Amanecer no quiere que mi familia gobierne.

Su líder es Salam, un chico de un año mayor que yo. Rubio de ojos grises, cada vez que ve a alguien de la corte o de mi familia, se muestra belicoso, y nunca quiere dialogar para mantener la paz.

Después de que me asedie con preguntas y preguntas, nos vamos a dormir.

Ya estoy en mi cama, con el pijama puesto, y cuando escucho unos pasos metálicos.

¿Un militar? No lo creo, no entran dentro de palacio.

Y no puede ser nadie de la corte, nadie tiene una armadura metálica.

Me pongo una túnica blanca por encima, me tapo para que no se me reconozca y salgo con cuidado.

Voy andando con sigilio, guiada por el sonido metálico.

Llega a la puerta para salir de palacio y antes de que se vaya, le giro.

-¿Tú? ¿Qué haces aquí?

Me destapo la cabeza, estamos en el pasillo de la planta baja.

-Lo mismo debería de decir de vos, princesa. ¿Qué haceis despierta a estas horas?

-Yo te he preguntado primero.

-Pues, iba a montar a caballo.

-¿Ahora? ¿Por la noche?- pregunto extrañada.

-Sí, me han dicho que vaya por la noche a ver la Cueva de la Luna, dicen que por la noche bajo la luz de la luna es preciosa.

Frunzo el ceño, este hombre es demasiado misterioso y se trama algo.

-Cuidado con lo que haces Tomlson- le amenazo con el dedo índice levantado- aquí la princesa soy yo, no Rosa- la princesa de Aguas Turbias- y si veo algo sospecho, te puedo mandar a casa perfectamente.

-De acuerdo princesa, solo voy a dar un paseo, nada más.

Él se va y puedo divisar en su rostro una sonrisa malévola.

Decisión Y DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora