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Las clases de preparación son muchas veces... pesadas. Horas y horas de estudio y preparación.

Acabo siempre reventada, y sin querer moverme de la cama. Gracias al cielo, Horace me dió tres días libre, al ver mi cara de cansancio.

Hoy, es el primero. Bajo a desayunar bien temprano, aún no hay nadie despierto, y voy a los establos, donde cojo a Esmeralda para dirigirme a Ciudad Cristal y ver por fin a mi novio.

Me encuentro con Martine abriendo las puertas de la pastelería.

-Buenos días, Martine, cuanto tiempo.

-Oh, princesa, que sorpresa, buenos días. ¿Por qué no habeis podido venir últimamente?

-Verás, me están preparando para ser reina y me están machacando con las clases.

-¿En serio? Pues díselo a Fabio. Mi hijo está enfadado últimamente consigo mismo y no para de frustrarse y demás. Está en el arroyo, lo ví irse hacia allí esta mañana, dejadme vuestro caballo, lo llevaré a un lugar bien seguro para que no le pase nada.

-Bien, muchas gracias por todo- me dirijo hacia donde me ha dicho, pero me giro un segundo para comentarle una cosa- por cierto, no digas nada de que voy a ser reina, ¿sí? Lo anunciaré más tarde.

-De acuerdo princesa, sus deseos son órdenes para mí- acto seguido hace una reverencia y me marcho.

Tras andar varios minutos, llego al arroyo, le veo sentado apoyado en el tronco de un árbol y tallando algo con una navaja.

-Fabio.

Él levanta la vista y me mira boquiabierto.

-¿Miriam? Dios mío, por fin te veo- deja su navaja en el bolsillo y sale corriendo a abrazarme.

-Lo siento, de verdad. No podía venir, me están instruyendo como reina y...

-Espera, ¿vas a ser reina?

-El pueblo necesita a una reina, cariño. Los continuos ataques hacen que me necesiten.

-Pero... siendo princesa diriges a las tropas y ordenas que hacer.

-No tengo tantos poderes en realidad, solo que el pueblo necesitaba a alguien que les guiase. Al ser princesa y con una cierta edad en la que sea más madura ha hecho que gobierne; sin embargo esto no puede seguir dándose, y dado que ya puedo coronarme, pues lo harán. Seré la reina que más joven se ha coronado en la historia, con 17 años.

-Bien, ¿quién sabe qué estás aquí?

-Mi hermana y mi nodriza, América.

-Volvamos a la tienda mejor.

-Antes quiero hacer una cosa- susurro.

Le cojo la cara y hago que me bese, echaba de menos sus labios y en general a él.

Tras estar así un buen rato, volvemos a la tienda. Allí nos sentamos en unas sofás, en una sala en la que solo entran los empleados.

Estamos hablando los dos tranquilamente, con las manos entrelazadas, cuando alguien entra de repente, agitadamente, más bien dos personas.

-¿Mi hermana está aquí? Por favor, dime que sì- dice una voz femenina a Martine.

Esa voz es mi hermana, la reconocería en cualquier parte. Por favor, que no esté mi tía aquí.

-Mi hermana está aquí- susurro.

Salgo corriendo a su encuentro, suspiro aliviada al ver que está América con ella.

-María, ¿qué ha pasado?

-Los militares están en palacio- chilla ella.

-Camila, relájate y cuentalo despacio.

-¡América! Dios, cuanto te he echado de menos- la abrazo fuertemente.

Para mis hermanos y para mí, América es nuestra segunda madre. Nos cuidó desde que Allyson fue despedida y fue quien nos consoló cuando nuestros padres murieran misteriosamente.

Ella es rubia, de ojos verdes, tiene alrededor de 35 años, proviene de Pueblo Daemeris, un pueblo cercano a la costa, su familia vive allí y las vacaciones las pasa con ellos.

En realidad, las nodrizas deben cuidarnos siempre; sin embargo, no podía dejar no ver a su familia así que todos los años le doy unas semanas para que esté con ellos y pueda disfrutarla.

-Mi pequeña Miriam, cuanto te he echado de menos- ella me acaricia la cara y el pelo.

-Fabio, debo de volver a palacio, allí me necesitan. Volveré pronto, ¿vale?

-Sí, tú tranquila, todo irá bien- se acerca a mi oído y me susurra- te quiero muchísimo mi princesa.

-Y yo a ti también mi mercader- respondo en el mismo tono de voz.

Me despedido de todos, mientras tanto mi gemela y América conocen a mi novio.

Al salir de la tienda, todos nos hacen una reverancia y las tres nos dirigimos hacia Ventisca de los Vientos. Por el camino voy pensando en lo que decirle a los soldados.

Todos desean oír buenas noticias, que de eso tengo poco sinceramente, y también tengo en mi mente como repartirlos, si por los alrededores de Amanecer, o por todo el país.

Aunque todas las chicas quieren estar en mi lugar, yo no quiero estarlo muchas veces.

Ser reina no es solo tener una corona brillante en tu cabeza y ser la que más mande en el país, es encargarte de todo un pueblo que tiene una confianza en ti.

Siempre tienes que tener cuidado con tus propias acciones ya que sobre ellas están el destino de cada ciudadano.

Salam piensa que yo soy la típica niña caprichosa que solo quiere la corona y listo, y yo le haría ver que era justo lo contrario a su opinión.

Decisión Y DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora