Amor a la Francesa

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Francia Antigua:

Elegantes carruajes inundaban las calles de la ciudad del amor... París, el más célebre paraje para el amor.

"Amor" palabra cuyo significado no parecía importarle a nadie y mucho menos a la nobleza francesa.

Diègue De la Fert, futuro reemplazante de su padre el Duque de Montpellier Alphonse De la Fert, miraba con mucha tranquilidad las hermosas hijas de los nobles que paseaban por allí a esa hora de la tarde, pero tal parecía que ninguna llamaba su atención, estaba resignado a que su futuro matrimonio sería impuesto como le ocurría a todos.

Recién el día anterior su mejor amigo íntimo Jean Paul Donaire, Barón de Metz, había celebrado su compromiso con una bella joven, su nombre era Corinne Le Breton, pero más importante era el nombre de su padre, el Marqués de Marsella, Maxime Le Bretón.

Naturalmente era un matrimonio por conveniencia, pero a Jean Paul parecía no importarle tener que compartir su cama con Corinne, ya que era tan solo una jovencita de 20 años con todo su vigor y juventud.

Diègue siempre se opuso a que a él lo obligaran a casarse con alguien a quien no quería.

Pero se le estaba agotando el tiempo, su padre el Duque de Montpellier había caído gravemente enfermo. Y su primo Ferdinand De la Fert estaba ansioso porque el Duque pasara a mejor vida, ya que él al ser su ahijado y estar casado tomaría el titulo que le pertencía a su tío.

El titulo exigía una esposa, puesto que demostraría una responsabilidad para así poder enfrentar los deberes que este titulo significaba.

Diègue nunca deseó casarse, o por lo menos no tan joven, solo tenía 21 años y aún esperaba algo mas de la vida.

Tenía una hermana Agnès De la Fert, pero ella no podía ayudar a su hermano casándose, porque solo tenía 16 años y para su padre el Duque de Montpellier no le era lícito casar a una niña, a su niña.

Alphonse De la Fert aceptó un matrimonio arreglado por su padre por la misma razón que su hijo ahora se veía obligado a contraer matrimonio.

Él tenía 30 años cuando se casó con Annette Barceló, una niña de solo 17 años. Annette también fue obligada por su padre para que ésta pudiera quedar en una familia de renombre, los De la Fert.

Fue así como se casó con Annette, pero el sentía tanta lástima por ambos que llegada la noche de bodas, entró en su cuarto y se encontró con su esposa horrorizada por lo que iba a pasar y con un hombre al que no conocía. Ella se encontraba sentada en una silla con su ropa puesta para su noche de estreno.

El ahora ya Duque de Montpellier pues su padre le habia entregado el título en vida, se acercó a Annette y se arrodilló delante de ella, le levantó la barbilla para ver su rostro que parecía tallado por el mismísimo Dios.

Y con voz suave le dijo - Annette ambos sabemos qué es lo que debiera pasar ahora, deberíamos hacer el amor para consumar nuestro matrimonio. Pero ni tu ni yo haríamos el amor porque yo no te amo y tu a mi tampoco-

Annette lo miraba impactada por todo lo que estaba diciendo y con voz muy resignada le contestó - Mi Señor, yo he sido criada para cumplir con mi deber-

Pero Annette quedó mas sorprendida cuando su esposo le contestó de forma tan tranquilizadora - Mi querida Annette, yo no te voy a obligar a nada que tu no quieras, deseo hacer el amor contigo cuando ambos así lo deseemos y no cuando todos lo esperan que hagamos. Voy a dedicar cada uno de los días que me  resten para ganarme tu amor y no solo tu abnegación-

Dejó a su esposa sola y tranquila. Annette aún no creía lo que había pasado, pero sentía en su corazón que Dios la había premiado dentro de todo con un buen esposo.

Alphonse se habia levantado temprano y salió al jardín para cogerle un hermoso gramillete de rosas blancas a su hermosísima esposa.

Se las llevó hasta su cuarto y la despertó con un tierno beso en la frente - Buenos dias mi preciosa- Le dijo con la mayor ternura que le fue posible.

Annette despertó y quedó sorprendida al ver a su marido elegantemente vestido y con unas rosas en sus manos.

-Son para ti mi preciosa, las he cortado yo mismo-

Annette se había sentado en su cama y recibió las rosas que con tanto cariño Alphonse le habia llevado.

- Gracias mi señor- fue lo único que se le ocurrio decir.

Pero en ese mismo instante el Duque la hizo callar dulcemente y le pidió que se refiriera a él como Alphonse.

Fue así como cada mañana Alphonse le llevaba rosas a su esposa y le recitaba hermosos versos de la mas exquisíta poesía haciendo que se sonrojara, y así poco a poco se fue ganando el amor de su esposa.

Alphonse estaba perdidamente enamorado de su esposa pero tenía la duda si él habia logrado conquistar su corazón.

Una noche llamado por el deseo que su esposa le infundía, entró en su cuarto y se sentó a su lado mientras ella dormía plácidamente, pero al sentirlo a su lado se despertó bruscamente.

Alphonse no sabia que hacer pues solo se habia propuesto admirarla un poco mas.

Pero no se dió cuenta como sucedió, él estaba allí besando a su hermosa esposa y ésta le respondía con mucha delicadeza y ternura.

Alphonse comenzó a besar su tan estilizado cuello y Annette no ponía resistencia alguna puesto que su esposo se habia ganado su amor con cada pequeñísimo detalle.

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