Emerauld y los hombres llegaron al palacio y estos la dirigieron hasta un bello cuarto con una cama enorme. Encima de esta habia un vestido digno de una reina. Uno de los sirvientes antes de salir le dijo que su majestad el Principe deseaba verla con aquel vestido puesto para la ocación y que si requería ayuda se la enviarian.
Emerauld no entendía absolutamente nada. No aceptó ayuda para colocarle el vestido ya que se recordó de aquella vez que habían contratado una nueva sirvienta y esta tenía unos gustos sexuales extraños. En vez de ayudarla como lo haría cualquier otra sirvienta, hizo algo que Emerauld no pudo perdonar. Cuando se encontraba en su ropa interior dispuesta a vestirse, la sirvienta se le aventó encima y trató de besarla a la fuerza a la vez que le acariciaba los pechos por encima de la ropa. Emerauld llamó a gritos a su hermano e inmediatamente la sirvienta la habia soltado y le pedía perdón por su comportamiento. Emerauld se había incorporado y sin dudar le dió una bofetada a la sirvienta y la despidió. Nunca se había comportado así con nadie, pero aquella mujer se habia ganado todo su desprecio. Y desde ese día Emerauld no dejaba que nadie la ayudara a vestirse, prefería molestar a su madre que aceptar ayuda.
Se vistió aunque demoró bastante. Terminaba de abrocharse el último botón cuando Luis entró por la puerta. -Te ves hermosa querida- dijo lujuriosamente el Príncipe
-Gracias su majestad- dijo ella.
- No me des las gracias preciosa, solo digo la verdad-.
-Es ud. muy amable su majestad-
- Tu hermano te ha dicho la razón por la que estas aqui-
- No su majestad, creo que no lo sabe- dijo Emerauld extrañada.
El Príncipe soltó una pequeña carcajada mientras preparaba dos copas.
- Créeme linda, el sabe mejor que todos por qué estas aquí-
- No le estoy entendiendo su majestad-
El Príncipe se acercó a Emerauld y le pasó una de las copas y se quedó peligrosamente cerca de ella, con una mano sujetaba la copa y con la otra comenzaba a acariciar la mejilla de Emerauld a la vez que decia - Verás preciosa, tu ahora me perteneces-
Emerauld tiró la copa, se alejó inmediatamente al escuchar esas palabras y se dirigió a la puerta y sin éxito alguno intentó abrirla.
La puerta permanecía cerrada pues el Príncipe tomaba sus precauciones en caso de que Emerauld tratara de escapar.
-No tienes escapatoria, es tu destino- dijo mientras dejaba la copa en una mesa - No trates de escapar, si me haces las cosas fáciles mas rapido volverás con tu querido hermano, que muy amablemente aceptó una enorme suma de dinero a cambio de tu presencia aquí esta noche-
Emerauld no pudo evitar la desepción y unas lagrimas comenzaron a asomarse por sus bellos ojos.
- No, no llores, te aseguro que la vas a pasar muy bien-
Luis se acercó a Emerauld que aún estaba en la puerta tratando de abrirla. La tomó por la cintura y le dijo - Ya es hora preciosa- le comenzó a besar el cuello y sin dudar Emerauld se soltó y corrió hasta el otro lado del dormitorio.
- Parece que te gusta el camino dificil preciosa.-
Luis la fue a buscar y la agarró fuerte por los brazós y trató de besarla en los labios a lo que Emerauld contestó con un fuerte mordisco.
Luis se separó de ella y le dió un fuerte golpe en el rostro que la dejó tirada en el piso.
- Deja de resistirte Emerauld o te va a ir muy mal-
- No me importa que me golpee, pero no me voy a entregar a un hombre al que no amo-
Luis la tomó del brazo y la puso de pie. Nuevamente trató de besarla y otra vez Emerauld lo mordió. Pero esta vez Luis la golpeó mas de una vez pues su paciencia habia sobrepasado sus limites. Le dejó el rostro morado, lleno de golpes y tanto su nariz como su boca sangraban sin parar, el maldito no contento con eso, la levantó del suelo tomándola de sus cabellos y al ver su rostro desfigurado, la repudió. Pero le dejó dicho que la próxima vez nada la íba a salvar.
La arrojó fuera de su cuarto y ordenó que la sacaran del palacio.
Los sirvientes así lo hicieron, pero uno de ellos se compadeció de ella y se ofreció para dejarla donde ella le pidiera.
Emerauld se sentía muy mal debido a los golpes recibidos, pero su mente permanecía lucida y no quiso ir a su casa ya que ahí sería el primer lugar donde el Príncipe la buscaría y no deseaba ver la cara del hombre que la vendió sin importarle que fuera su hermana.
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Amor a la Francesa
RomansaFrancia. A nadie parecia importarle que las uniones en aquella época fueran por amor, sino por cuantos francos venían con el novio o su familia. Pero Diègue no estaba dispuesto a ser uno más de la larga lista de los novios casados por conveniencia...