Todos tenemos un pasado

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Se sabía que el Duque de Estrasburgo había tenido amoríos con una simple plebeya.

Y sus padres enloquecieron de la ira cuando les dijo que se quería casar con ella.

Le prohibieron volver a verla y lo mandaron a España por una larga temporada. Mientras él estuvo allí sus padres se deshicieron de la muchacha y nunca mas volvió a verla.

El Duque regresó de España y sus padres le dijeron que la mujer que el tanto amaba había escapado con otro hombre.

Se enfureció tanto con aquella noticia que no le importó tener que casarse con la mujer mas horrorosa que había visto.

Pero fue en la misma fiesta en la quw celebraban su matrimonio que el Duque recibió una carta que decía:

Mi amado Jacques:

Deseo de todo corazón que seas muy feliz con la mujer que has escogido, pero no podía quedarme callada ante la injusticia que vuestros padres han hecho conmigo.

Me han sacado de vuestra mansión y te mintieron acerca de mi.

Yo no me he escapado con ningún hombre. Mi corazón y todo mi amor te pertenecerán por siempre.

Lo que hace que nuestra separación sea menos dolorosa es el hecho de que llevo un hijo tuyo en mi vientre y se que al ver su cara siempre te recordaré.

Tuya por toda la vida

                             Geneviève.

Unas disimuladas lágrimas cayeron por las mejillas del Duque por haberse dejado engañar tan facilmente.

Pero sin dudarlo buscó  Geneviève y a su hijo.

Pero cuando pudo dar con ellos su hijo ya había nacido. Era un hermoso bebé, tenía los bellos ojos del Duque y toda su fisionomía era igual a él. No podía dudar de que no fuera su hijo.Lo bautizaron con el nombre de Charles Edouard.

El Duque hizó todo esto a escondidas de su esposa. Y fue la carta y el hecho de saber que ya tenía un hijo con la mujer que amaba lo que motivó el hecho de no querer tocar a su esposa.

♡♥♡

Todos en París se preparaban para asistir al baile que se realizaba en honor al Príncipe que regresaba después de un largo viaje lor Europa.

El Príncipe era un hombre hermoso, de larga cabellera rubia, ojos azules y una cara por decir algo casi perfecta.

Pero su hermosura no se veía reflejada en su personalidad.

Era un hombre altivo, frío y siempre acostumbraba a hacer lo que le placía hacer.

Diègue había solicitado el permiso de Claude, el hermano de Emérauld para que asistieran juntos al baile.

El Conde no se negó, pues creía que al verlos juntos el interés de las demás familias por casar a una de sus hijas con Diègue cesaría.

Diègue se encontraba en el vestíbulo esperando a Emerauld. Pues no se quería entretener con ninguna otra cosa.

Alzó la vista hasta el segundo piso en donde Emérauld se disponía a bajar.

Estaba perfecta. Ese precioso vestido púrpura le encajaba muy bien. Y que decir de su bello rostro. Se veía mas hermosa que nunca.

Diègue se inclinó ante ella y dijo- Madame Lacroix. Su belleza hace que cada momento a su lado sea inolvidable- Emérauld se sonrojó. Estaba acostumbrada a recibir innumerables piropos, pero por una extraña razón Diègue la ponía muy nerviosa.- ¿ Será que estoy sintiendo algo por él?- Se preguntaba a si misma cada vez que lo veía.

Diègue le ofreció su brazo y se dirigieron hasta la entrada en donde los esperaba su carruaje.

Llegaron al baile que daba lugar en hermoso Palais-Royal.

Poseía unos jardines enormes y bellas fuentes.

A pesar de su nombre, nunca ha sido residencia de los reyes.

Al llegar se encontraron con todo el mundo perteneciente a la nobleza francesa.

El Príncipe Luis XIV  se encontraba sentado en un trono en el interior del salón y a su lado se encontraba una bella señorita que era su acompañante.

Todos los invitados debían presentarse ante el Principe y mostrar sus respetos.

Era el turno de Diègue y Emerauld.

Al pararse frente al Príncipe, Diègue notó cómo fijaba sus ojos en Emerauld y recorría cada centrímetro de su escote de manera lujuriosa.

Amor a la FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora