Lo que menos se pensaba

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Y ahí se encontraba Emerauld, dando vueltas con su corcel en dirección a la capilla y luego hacia el palacio del príncipe. No sabia que hacer. Era la desición más difícil que le había tocado tomar.

Espoleó al caballo y este comenzó a caminar hasta que se encontró frente a la capilla. No se consideraba una mujer egoísta por pensar en su felicidad, pero ya se le ocurriría la manera de ayudar a su madre.

Se bajó con la ayuda de un sirviene que estaba en la entrada de la capilla. Y se dispusó a caminar hacia el altar.

Todas las miradas se posaron sobre ella, estaba deslumbrante y más hermosa que nunca.

Diègue miró a la mujer que prontamente se convirtiría en su esposa y no pudo evitar que una sonrisa se le plasmara en su rostro.

Emerauld caminaba lentamente hacia el altar, quería disfrutar cada segundo del que sería el día más feliz de su vida.

Se encontraron en el altar y Diègue quitó el velo del rostro de Emerauld con mucha delicadeza, sus miradas se encontraron y sonrieron al voltear su atención hacia el padre que los uniría en matrimonio.

La ceremonia fue hermosa y terminó sin ningún contratiempo. Los invitados esperaban en la salida de la capilla a los recién casados para lanzarles pétalos de rosas blancas para dar realce a la ocación.

Decidieron participar de una pequeña recepción que se llevaría a cabo en una de las casas de campo del duque que se encontraba en las afueras de París y no tan lejos de la capilla.

Amor a la FrancesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora