En el silencioso pasillo de la escuela lo único que podía oírse, además de algunos murmullos de los salones vecinos, eran los gritos de los alumnos de segundo año en el aula B. Dentro, todos se encontraban fuera de sus asientos, esparcidos por todos los rincones posibles del no muy amplio salón. La profesora de Literatura estaba de licencia y por ello, a partir del recreo, todos los jueves los alumnos tenían esas dos horas libres. Sin presencia de algún profesor o directivo, podían hacer lo que quisieran cuando quisieran.
Por el techo volaban avioncitos de papel y basura. Bolitas de papel ensalivadas eran lanzadas a través de pajillas de un estudiante a otro. El pizarrón estaba completamente dibujado; insultos, hashtags y algunos dibujos dignos de niños de primaria o simplemente penes. Las mesas estaban fuera de lugar y hasta había algunas sillas tiradas por el suelo. Iban de un lado otro, moviéndose como hámsters rabiosos.
Sus gritos les impidieron oír el sonido de un par de zapatos, bien lustrados e impecables, que se caminaban por el pasillo y se dirigían directo a su salón. De repente, la puerta se abrió y volvió a cerrarse, tal y como estaba en un principio. A pesar de esto, ninguno de los estudiantes se percató de la presencia de la muchacha y continuaron haciendo escándalo. Solo hizo falta estampar el borrador contra el pizarrón, para que las miradas se dirigieran a ella y, finalmente, obtuviera la atención de sus compañeros.
-Son unos escandalosos. -dijo ella, notablemente enfadada.
Todos intercambiaron miradas. Los pocos alumnos que podían ser considerados como "los tranquilos del curso" se dedicaron a reír por lo bajo, en un intento porque ella no lo notara y regañara como estaba haciendo con los demás.
-Por si no lo sabían, hay otros cursos que tienen clases -continuó- y necesitan concentrarse, pero con ustedes y sus gritos es imposible. Ya han venido tres profesores a quejarse por el ruido. ¿Es que no pueden guardar silencio y quedarse sentados hablando en voz baja?
En silencio, todos juntaron rápido los papeles y tomaron asiento en sus respectivas mesas. La joven permaneció parada frente a la pizarra, observándolos aun con su entrecejo fruncido. Solo uno de los estudiantes quedó de pie; un muchacho castaño y de mirada intimidante.
-¿No piensas sentarte, Yuma? -preguntó ella, sin suavizar su enfado.
El mencionado chasqueó la lengua, volteando hacia otro lado e ignorándola.
Los ojos celestes de la chica lo fulminaron, pero prefirió quedarse callada. Ya tendría una oportunidad para hablar seriamente con ese muchacho y, sobre todo, con sus padres. Era muy problemático, le causaba problemas a diario y ya no lo soportaba.
-Estaré en la sala de delegados, por si me necesitan -anunció y, antes de abrir la puerta para marcharse, agregó:- Y si llego a tener otra queja sobre ustedes, les aseguro una sanción para cada uno.
Y cerró de un portazo.
-"Mi trabajo como delegada del curso es complicado -pensó ella, volviendo a hacer todo el recorrido a través del pasillo y subiendo las escaleras-. Paso todo el día organizando papeles. Algunos sobre cambios en los horarios de clase, otros son fichas de los estudiantes que ya estudian aquí o que vendrán pronto, y, los que más odio, formularios sobre conflictos que ocurren a diario en el curso. Según he oído hablar a los profesores, el segundo año del aula B somos el más desastroso de toda la preparatoria. A pesar de esto, no opinan lo mismo de mí y eso es gracias al trabajo extra que realizo: todos los días, terminada la jornada de estudios, me encierro en la sala de delegados por dos horas para acabar con el papeleo y así tener un poco menos de trabajo al día siguiente. Me han dicho que soy una de las más responsables de toda la escuela..."
***
Cuando la noche comenzaba a caer sobre la preparatoria y el color rojo del atardecer iba abandonando el cielo, dando paso al precioso azul obscuro que adornaba el cielo nocturno cuando el día finalizaba. Los dos castaños caminaron por el silencioso pasillo, dando un breve saludo a cualquier profesor o alumno que se les cruzara. Su madre aguardaba afuera, en su auto de color negro y vidrios polarizados. Acababa de terminar su horario de trabajo y Mai con el papeleo, aparte de que tenía que hablar con una nueva estudiante que nunca apareció, por lo que era hora de regresar a casa.
-¿Te han vuelto a golpear, verdad? -preguntó Mai mirando de reojo al muchacho castaño que caminaba silenciosamente a su lado y con la mirada en el piso.
Él levantó enseguida la cabeza, con sus ojos celestes, copias exactas de los de Mai, llorosos. Negó repetidamente. Si había algo imposible en el mundo era creer en las negaciones de Ren, su hermano mellizo. Ese chico podía ser el más dulce, tierno y considerado muchacho del mundo, pero a los chicos no parecía importarle. Cada día buscaban algún pretexto para abusar de él.
-Como no le pongas un alto, lo haré yo. -Mai sonaba enfadada, casi tanto como esa misma mañana, cuando sus compañeros hicieron un gran escándalo en su salón y ella se llevó el regaño de los profesores.
Ren se detuvo de repente.
-No necesito que me ayudes, porque no quiero que esto se acabe -una sonrisa se formó en su rostro a la vez que desviaba la mirada-. Eres una muy buena hermana por intentar defenderme, pero no necesito tu ayuda. No tenemos que ponernos a su nivel. Después de todo, me golpean simplemente porque se sienten inferiores y quieren aparentar lo contrario -con su dedo índice comenzó a picar la frente de su hermana, que era un par de centímetros más alta que él-. Usa ese bonito cerebro tuyo y piensa dos veces antes de hacer algo.
Mai bufó y miró hacia un costado. No podía creer que Ren, su mellizo idéntico a ella en varios aspectos (salvo que él era hombre y él tenía lunares en lugar de pecas), fuera muchísimo más inteligente y sabio que ella. Siempre tenía el tema adecuado para hablar en una conversación, siempre sabía qué hacer en situaciones que nunca se le habían presentado y, sobre todo, siempre tenía el consejo perfecto para cualquier cosa. Definitivamente, él, Ren Kaori, era un muchacho único e inigualable.
Tras salir finalmente de la preparatoria, dejando todas las preocupaciones sobre tareas o futuras evaluaciones, los mellizos alzaron sus manos y saludaron a su madre, que aguardaba junto al auto. Estaba vestida con su elegante traje de ejecutiva, de color negro y camisa blanca. Su cabello rojo intenso estaba suelto y caía libremente como una cascada. Levantó solo un par de segundos la vista de su móvil para contemplar a sus hijos y luego volvió a su charla con un cliente. Con una sola seña indicó a sus hijos que subieran de una vez.
-Buenas tardes a ti tambien, mamá -murmuró Mai, soltando un suspiro y cerrando la puerta, para luego ponerse el cinturón-. Abróchate, niño malcriado. -Ren así lo hizo.
El resto del viaje fue en silencio. Parecía que su madre tenía ganas de regresar a casa a descansar de una vez, tras un largo día de trabajo en la oficina. Mai tenía muchas ganas de poder hablar con ella, contarle como había sido su día y preguntarle por el suyo, pero era imposible. Su madre era una mujer dedicada en cuerpo y alma a su trabajo, consideraba que los mellizos eran lo suficientemente mayores como para ocuparse ellos mismo de sus asuntos. No compartían nada.
Su madre miró hacia donde ellos estaban por el espejo retrovisor y separó sus labios para hablar. Un brillo asomó por los ojos de Mai, esperanzada por finalmente poder hablar con su madre sobre...
-Su padre vendrá a buscarlos por la mañana, estén listos. -dijo y no volvió a hablar en el resto del viaje.Nota de Autora: Capítulo hecho por SofiChan022
Vallan a su perfil y vean todas sus lindas historias!!
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"CROMULENT" ||Diabolik Lovers||
FanfictionEsta historia fue echa por mi y SofiChan022. Ella hizo la portada del libro, escribió, como ya dije, capítulos de la historia y me ayudo a corregir mis errores de ortografía. Es una historia que contiene drama, romance y amistad. Es una historia...