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Fue en el orfanato cuando conocí a ese pequeño niño, tenía 9 años, yo apenas había cumplido 8, ojalá lo "pequeño" fuera por la estatura.

La primera vez que lo vi lloraba tanto que creí estar lista para llamar a alguien en caso de que se ahogara con su propio llanto, pensé "Seguro se calmará más tarde" pero ¡no! El condenado seguía ahogándose en un mar de lágrimas durante tres horas.

No pude resistir más y me acerqué a él, al principio no quizo decir nada pero después de estár sentada a su lado durante una hora, me comentó la forma en que sus padres habían sido asesinados, realmente es algo que prefiero no mencionar.

La directora del orfanato notó la simpatía entre nosotros y lo asignó como mi compañero de habitación, acepté sin saber que su llanto volvería en la noche, ninguno de los dos podía dormir de esa forma.

Le pregunté que podía hacer para que se calme, «Mi madre solía contarme un cuento antes de dormir.» al parecer, sola me había condenado al acercarme a él, ¿qué hacer? Dejé que descanse un momento en mi cama mientras trataba de que se tranquilizara con alguna historia inventaba en el momento.

Siempre se quedaba dormido.

Aún lo extraño.

Antes de dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora