Capítulo 11.

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Nova.

Como era de esperarse, el jornalero miedoso se marcho huyendo de mí. Por suerte ha dejado su mochila, tiene que pedírmela y eso incluye humillarse ante mí. Antes de eso, tendré la importante labor de esculcar sus cosas. Libreta por libreta, aunque no encuentro nada relevante... sólo corazones con el nombre de Alejandrina.

Que patético. Apuesto a que sigue en la friendzone o ni siquiera existe una amistad.

No me tomo la molestia de dormir, eso es vano.

Mejor saco mi telescopio de su caja y disfruto de la noche, hasta que llega el amanecer tan horrendo.

Mis cosas están preparadas, me alisto en minutos y bajo con las respectivas mochilas, pero con una sorpresa incluida.

Una linda tarántula pueblerina.

Mi padre me pregunta por el animal, pero lo ignoro. Tendrá que darse cuenta de su despido en cuestión de tiempo. El camino es largo y silencioso, no tengo la necesidad de hablar. Estoy ansiosa.

Deseo ver esa cara cubierta de vergüenza.

Al llegar al salón de clases, él está ahí. Su brazo izquierdo va cubierto por una venda y no tiene ninguna libreta encima del escritorio, ni mochila. Punto a mi favor, excelente Nova.

Checo la hora en mi reloj, aun faltan veinte minutos para que las clases inicien.

La obra ha de comenzar, Capuleto y Montesco se han de amar.

―Alejandrina, Alejandrina ¿Dónde estás que no te veo?― pongo sentimiento en mi interpretación― ¿Será acaso qué no me amas? ¿Es por qué soy un simple jornalero?― Aníbal decide mirarme y yo acercarme― Oh, pequeño campesino, te he traído tu mochila... ¿La deseas?― cuestiono con sorna.

Aníbal está en silencio absoluto, mientras los demás alumnos se carcajean y uno que otro mira atentamente. Veo hacia el fondo y me encuentro con la mirada azulina de Azrael, en su rostro lleva una sonrisa tóxica... lo está disfrutando tanto como yo, el brillo de sus ojos lo delata.

―Dame eso, deja de joder― contesta con acidez.

― ¿Entonces, la deseas o no? No sea que alguien más vea tus cartas de amor hacia tu bella dulcinea, aquella mujer que te desprecia por tu condición social.

―Por lo menos no estoy solo, aquí no puedes hacerme nada... tu perro no está aquí― el valor renace en él, pero no por mucho tiempo.

―Técnicamente si lo estás, puesto que la campesina corriente ni siquiera ha salido a tu defensa.

Él se para y me arrebata la mochila de un solo movimiento, vaya idiota. Sólo ábrela y verás de qué se trata, zorra. Me alejo del lugar y voy con tranquilidad a mi asiento.

―Lindo espectáculo, ha parecido una comedia romántica― comenta Azrael.

―Aun falta lo mejor, deja que abra su mochila― replico en tono bajo.

― ¿Qué hay en ella? Sería interesante que se tratase de una jauría de bestias, lástima que no es así.

―Se trata de una simple araña, pero es lo bastante gigante para hacerlo gritar como maricón.

La maestra de química llega y comienza a dar su clase con temas de lo más antaño. El jornalero luce atento a clase, como todo un alumno ejemplar. Lo malo es que ha llegado el momento de sacar la libreta para anotar los ejercicios.

Uno, dos, tres, cuatro segundos más tarde y un caos se desata. Oh calamidad, ven a mí.

Aníbal grita como una niña y avienta su morral, el cual le cae a la profesora. Luego sale mi hermosa adquisición y la mayoría opta por salirse del salón a causa del pánico, empezando con Aníbal. Los últimos en salir somos Azrael y yo. La pobre y tierna araña se ha quedado sola, lo más seguro es que traigan al conserje para que la mate.

Deberían matar a Aníbal, técnicamente es un insecto... por no decir un ser procarionte y primitivo.

―Es probable que te culpen por el escándalo― susurra Azrael.

―Lo sé, mi papá lo solucionará y en caso de no poder acudir a su ayuda, romperé en llanto y culparé a ese imbécil... es muy fácil, ya lo he hecho antes― concluyo.

―Maquiavélico, querida― me toma de la mano y seguimos al resto de las personas.

Como era de esperarse, ese día perdí todas las clases al igual que el campesino. Fue un debate épico y obviamente lo gane con mis sucias estrategias, pero Aníbal no cedía... que perdedor. Soltó su llanto lastimero, pero me creyeron más a mí. A pesar de que soy nueva en este ejido, el mundo está en mi mano.

Al salir, obviamente tuve que restregarle mi victoria con los honores respectivos.

Pobre tipo, no puede cargar bien su morral. Creo que su brazo ha sido muy lastimado, al igual que su intento de órgano cardiaco.

Me acerco al chofer y le informo que llegaré más tarde a casa, debido a que iré con Aníbal.

El muy desgraciado no camina, corre.

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