Capítulo 12.

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Aníbal.

En la salida soy acompañado por mis amigos, Alejandrina ni siquiera me dirigió la mirada en todo el día. Estoy tan apenado y furioso, desearía darle una paliza a Nova, pero mis valores van en contra de ello.

Sólo le deseo lo peor, Dios se encargará de hacerla pagar por sus pecados.

Mi madre me recibe con la calidez de siempre y también a mis acompañantes. Sabe que he tenido un día complicado, es muy palpable... mis hinchados ojos me delatan que he llorado a mares.

Hoy comeremos caldo de gallina, toda una delicia exquisita. Mis amigos están fascinados con la repentina riqueza de mi familia.

―Hoy te han hecho de lo peor, no pensé que la nueva sería una sádica... deberías cuidarte de esa loca, ya la ha agarrado contra ti, junto con el satánico del pueblo― empieza a hablar Federico.

Estoy hasta el demonio de esa loca, lo bueno es que no volveré a pisar su infierno llamado hogar.

―No tengo miedo, no la creo capaz de nada más― no termine la frase, alguien estaba tocando la puerta.

Que molestia.

Mi hermana sale a atender la visita, no le prestó atención y continúo charlando con mis amigos.

―Este caldo está muy bueno― aclama Federico.

Segundos más tarde, Federico deja caer su cuchara y salpica un poco. En un inicio me molesto, pero los accidentes le pueden pasar a cualquiera.

―Te buscan, Aníbal, es una compañera de la escuela― anuncia mi hermana.

Tiene que ser Alejandrina, yo sabía que ella vendría. Aun guarda cariño por mí, lo siento en lo profundo de mi ser. La esperanza aflora en mi corazón, estoy tan feliz. Mi Princesa ha acudido a mi llamado.

Me levanto para recibirla y acomodo mi cabello para lucir presentable. Al girarme me encuentro con Satanás adolescente y su sínica sonrisa.

Ha venido a terminar su apocalíptico cometido.

―Hola, Aníbal― muestra una educación excepcional que puede persuadir a mi madre, pero a mí no.

No me volverá a engañar esa mezquina. Es mi hogar, no puede dañarme aquí, yo soy el amo y señor.

― ¿A qué has venido? ¿No te ha bastado?― le encaro con frivolidad.

―A visitarte, claro está.

― ¿Con qué intenciones? No creo en tus falsas acciones samaritanas.

―Sólo quería ver como es donde vives, pero no tengo intenciones de quedarme. Ya me has aburrido― se da la media vuelta dispuesta a irse, pero mi mamá la invita a comer de mi preciada gallina.

Mi enemiga se sienta enfrente de mí, Federico es despojado de su asiento y obligado a compartirlo con Jonathan. Nova mira con cierta aversión a mi preciosa gallina, pero comienza a picotearla por educación.

La primera en hablar es mi mamá.

― ¿Eres la hija del señor Vladimir? No te había visto antes.

―Sí.

―Me alegra que mi hijo trabaje contigo, se ve que eres una buena persona.

Es el diablo encarnado en persona, esa chica es como un golpe en los genitales... molesto, doloroso y hasta agónico, dependiendo de la intensidad.

―Ya no trabajo para Nova, sinceramente no sé qué haces aquí― intervengo en la conversación.

―Pensé que necesitabas el dinero...

Cierto, su voz está cargada de razón, pero ¿Conseguir dinero a costa de tantas humillaciones? Nunca más.

―No quiero tu sucio dinero, prefiero trabajar honradamente y ganármelo con el sudor de mi frente. No vengas a perturbar la paz de esta casa, vete por dónde has venido y no vuelvas― me pongo de pie y la tomo por el brazo.

La obligo a salir a empujones, después le cierro la puerta de golpe.

Ahora me preparo psicológicamente para la reprimenda que he de recibir por parte de mi progenitora.

―Has sido un grosero, se trata de la hija del jefe de tu padre.― recrimina mi mamá― Levántate de inmediato, ve a buscar a esa muchacha y ofrécele una disculpa― ordena al final.

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