Corría el siglo X cuando en la casa de los Ravenclaw nació un pequeño bebé. Los Ravenclaw, que vivían en las Cañadas de Escocia, eran magos famosos por su inteligencia y creatividad y muy queridos por la comunidad mágica cercana a ellos. Por tanto, cuando la noticia de que los Ravenclaw habían traído al mundo a una criatura, montones de gente se apelotonaban por entrar en su casa y conocer al nuevo miembro de la familia.
Pero esa felicidad, desgraciadamente, les duró poco. El bebé, que era varón, cayó enfermo y a los pocos meses murió, pues su pobre, pequeño y débil cuerpo no soportó la enfermedad. La señora Ravenclaw lloró noche y día por aquella pérdida y aunque intentaba decirse a sí misma que el destino siempre quiere lo mejor para las personas, no podía dejar de recordar la bonita sonrisa de su difunto hijo.
No salía de su habitación ni para comer, ni para asearse, ni para trabajar... El señor Ravenclaw no estaba mucho mejor. Por supuesto que también le había afectado mucho la pérdida de su primogénito, pero nada podía hacer más que lamentarse... Su mujer ni siquiera le permitía la entrada al dormitorio.
Ella, tan dolorida y melancólica, con un pesar enorme en el corazón y en el alma, extrañando a su hijo, incluso llegó a pensar que su familia estaba maldita y que nunca en la vida podría tener descendencia.
Pasados unos años, la familia volvió a intentar tener un hijo, aunque con miedo. Para su dicha, no hubo problema en que la señora cayese embarazada y diese a luz, nueve meses después, a una preciosa niña. Rowena fue su nombre, puesto que su significado era «alegría», justo lo que sentían sus padres por tenerla sana y viva entre sus brazos.
A medida que crecía, Rowena era cada vez más bella; todo el mundo lo decía y es que era verdad. Tenía el pelo largo y castaño oscuro. Sus ojos, penetrantes y serenos, eran de un color negruzco. Su sonrisa era, para quien la miraba, como si perteneciese a la de una deidad. Su fino rostro siempre mostraba simpatía y era una niña muy bien educada.
Rowena aprendió el noble arte de la magia gracias a sus padres, que la obsequiaron con una varita mágica cuando cumplió los once años. La varita había sido comprada a la familia Ollivander, que desde antes de Cristo fabricaba unas buenas varitas. Para ese tiempo, la niña ya conocía bastantes hechizos y muchos se los sabía de memoria y conocía, cómo no, su utilidad. También se sabía muy bien las historias que sus padres le contaban, que supuestamente eran historias de magia reales, que habían sucedido y merecían ser recordadas para los años posteriores.
Y es que Rowena poseía una cabeza muy centrada y decidida a la hora del aprendizaje. Siempre andaba con la mente despierta, al igual que su imaginación y creatividad. Donde pudiese, con cualquier cosa, se ponía a dibujar lo que ella creaba en su cabeza. A veces eran personas, otras veces criaturas, hasta lugares y paisajes con los que soñaba. Se inventaba cualquier historia y se la contaba con emoción a los niños menores que ella, que la tomaban como mentora. Desde los doce años, se propuso a sí misma un reto: «Cuando sea una bruja mayor de edad, intentaré alcanzar mi sueño de ser profesora de magia.»
Una tarde, Rowena, que ya tenía dieciocho años, quiso salir a dar un paseo por los verdes prados que rodeaban su casa. Era su lugar de inspiración para sus dibujos e historias y lo bien que se sentía en aquel lugar, no podía describirlo con palabras. A pesar de que tenía un lenguaje muy extenso, los sentimientos del corazón eran, tal y como ella creía, enigmáticos e inexplicables.
—No tardes mucho en volver, hija. Antes del anochecer, espero que estés de vuelta —le dijo su madre cuando se disponía a salir.
—Por supuesto, madre. Ya os he dicho que no hace falta tanta preocupación; llevo yendo al bosque desde que era pequeña y me puedo defender con la varita si algo va mal. No os preocupéis —le respondió Rowena con suavidad. Su madre sonrió y asintió con la cabeza, como si se tratase de un gesto que dejase a su hija salir de casa por fin.
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Los Orígenes de Hogwarts
FanfictionTodos conocen la historia de El Niño que Vivió, todos saben cómo venció a El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado en muchas ocasiones, todos alaban a su Salvador, a su Héroe, a aquel chico que salvó al mundo mágico de terribles acontecimientos... Pero esta hist...