Capítulo 17

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Después de esa ducha maravillosa y renovadora supe que era hora de salir a correr, hacía mucho tiempo ya que no salía y eso también me estaba afectando. Necesitaba despejar mi mente, pensar en otras cosas que no estén relacionadas con la muerte de nadie ni siquiera la mía. Sabía que si me quedaba encerrada en mi casa me torturaría pensando una y otra vez en eso.

Me coloqué los auriculares y mi conjunto deportivo. El día estaba bastante lindo, el sol ya pegaba fuerte, pero eso no me importaba, en estos momentos no.

Me dirigí hacia el mismo parque al que iba siempre a correr y allí me asombré al ver a muchos jóvenes reunidos en rondas, charlando y pasándola bien. Sentí unos retortijones por dentro del saber que ellos eran jóvenes inocentes creyendo que su vida solo se basa en qué van a ser el fin de semana o si van a tener alguna chance alguna vez con la persona que le gusta, sin imaginar que en nuestro mundo hay muchas otras criaturas que se esconden, inclusive yo soy una de ellas. En ese momento quise volver a ser una chica normal, sin preocupaciones, sin tener que tomar decisiones tan importantes como las que estaba a punto de tomar, en las que por ellas corrían riesgo mi mejor amiga y una de las personas que más quería, Alex. 

Seguí corriendo hasta que llegué a una parada de colectivo en la que paré abruptamente,  me faltaba el aire como si mis pulmones estuvieran funcionando más lento de lo que debían y no llegaran a renovar el oxígeno a tiempo.

-¿Esta bien señorita?- Dijo una mujer anciana que caminaba con su bastón por la vereda.

Levanté el pulgar, mientras seguía intentando recuperar el aire.

-¿Quiere que llame a la ambulancia?- Insistió.

-No.- Logré decir con hilo de voz, Lia me había aclarado que eso no era lo más conveniente, que mis signos vitales estaban cambiando pero aún así sabía que esto de no poder respirar por tanto tiempo no era normal, que se debía a mi enfermedad.

De repente todo mi cuerpo comenzó a temblar, intenté sentarme despacio en el banco de la parada. Lo logré con algunos inconvenientes mínimos, ya que cuando estaba por sentarme la mano que se sostenía de una baranda, se aflojó haciendo que acabara en el banco antes de lo pensado y los dolores volvieron rápidamente invadiendo todo mi cuerpo, tenía ganas de llorar no podía aguantar las puntadas intensas que estaba sintiendo. 

La mujer pareció irse, por cierto lado eso era un alivio, aunque nada me aseguraba que ella no iría en busca de la ambulancia. Tenía que volver a mi casa pero ¿cómo? si intentaba pararme, no iba a resistir, me caería en cuanto diera el primer paso. De repente sentí una mano que me tocaba la espalada.

-Tienes que venir conmigo.

-Déjame Lia.- Contesté sin mirarla.

-Ni siquiera eres capas de soportar tu propio peso, necesitas mi ayuda.

Hice fuerza para pararme, sosteniéndome del banco. Mis brazos y piernas temblaban, fingí una sonrisa.

-Estoy bien.- Dije y al terminar de decir eso caí desplomada sobre del banco.

-Veo, re bien estas.- Su sarcasmo era notorio en cualquier lugar del mundo.

La fulminé con la mirada. No quería ir a lo de Wood, prefería que me internen en un manicomio antes que vivir allí.

Lia parecía impaciente. Tomó mi mano y no tuve tiempo de quitarla, cuando aparecimos en otro lugar completamente diferente a la calle, inclusive no era nada parecido a la casa de Wood.

-¿Dónde estamos?

-Mi casa.

La miré perpleja, primero porque no sabía que ella tenga casa y además el lugar era horrible, la celda del manicomio era más linda que eso. Se parecía a los lugares dónde siempre se encontraba Atis, las paredes oscuras, la luz era muy escasa ya que la única ventana que había estaba recubierta por papeles de diario.

Jeniffer: Los juegos de la menteWhere stories live. Discover now