Capítulo VII:

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Capítulo VII:

Estaba sentada en la nieve. La luna estaba en su punto más alto del cielo estrellado.

Un mes ha pasado desde que he empezado con todo esto.

Suspiré mientras cogía un poco de nieve en mi mano. Hice una bola y luego la encerré entre mis manos. Cerré mis ojos y me concentré. Un frio de procedencia aún desconocida para mí me rodeo. Cuando abrí las palmas de mi mano pude ver una hermosa luna de cristal.

Hacía rato que sentía una respiración en la lejanía.

–Aoki puedes acercarte si quieres– susurré mientras sonreía a la nada.

–Veo que sus sentidos ha mejorado de una manera sorprendente– volví a sonreír más, Aoki era el único que me llamaba de usted. La verdad tampoco le dije que me llamara por mi nombre, pero me gustaba, era parte de su encanto que se comportara tan formalmente conmigo.

–Cuéntame más de la reina Miyuki– susurré elevando mi cabeza y viendo la luna, ahora medio tapada por unas nubes negras.

–Está bien.

Aunque al pueblo le costó asimilar que naciera una persona híbrida en las montañas sagradas de la nieve con el tiempo se fueron acostumbrando. La pequeña Miyuki no se atrevía a dejar su bella montaña. Para ella esa montaña significaba la vida y la felicidad.

Su padre no volvió a aparecer desde que ella nació, pero por alguna extraña razón a Miyuki no le importaba. Solo le bastaba con saber que su padre le dio un pequeño don que estaría con ella por siempre.

Pero la vida para esta pequeña niña no estaba pintada de rosas como todo el mundo creía al principio. La vieja que predijo que nacería una niña de la unión de un humano y un ángel, años más tarde de su nacimiento volvió a predecir algo y es que el futuro de la reina estaría manchado de sangre.

El pueblo temiendo que la niña se descontrolara fueron directos a la cueva que se encontraba en lo más hondo, frio y oscuro de la montaña. Para la suerte de la niña ella se encontraba bastante alejada de su hogar cuando el pueblo llegó a su casa.

Miyuki volvió al anochecer, sabía que quizás su madre la regañaría, pero no le importaba porque ella había conocido a alguien y por fin ya no estaba sola. Pero al llegar a su hogar lo que vio la horrorizo de sobremanera.

Su madre estaba tendida en el suelo, la sangre seca que había brotado de su cabeza se extendía hasta la entrada de la cueva.

Miyuki entró a paso lento en la cueva, se arrodilló delante de su madre y con lágrimas en los ojos empezó a sacudirla.

–Mami, despierta– susurraba mientras la agitaba cada vez más. – ¡Mami por favor no me dejes sola!– gritó sabiendo que su madre estaba muerta.

Sin poder controlarse de sus manos empezaron a brotar una luz de color azul, aunque parecía más blanco.

Miró con horror a su madre, ella se estaba congelando delante de sus ojos.

¿Y si mi madre no estaba muerta y yo la he matado al hacer esto?

Pensó la pequeña alejándose del cuerpo inmóvil de su muerta madre.

A fuera todo era un caos, la tormenta de nieve cogió por sorpresa a los lugareños que estaban en sus pequeños hogares.

La nieve caía con furia y velocidad. Pronto el frio se hizo cada vez más intenso, congelando el fuego en las casas y a las personas que en ellas vivían.

La reina de la nieve [Inuyasha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora