Capítulo VIII:

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Capítulo VIII:

Me desperté al sentir el sol darme en los ojos. Me senté en la cama y vi a Akane con una sonrisa en su rostro.

–Kagome es hora de despertarse– dijo mientras dejaba un vestido en la silla del tocador.

– ¿Tan temprano?– pregunté mientras bostezaba.

–Claro, todo el castillo está despierto desde hace unas cuantas horas– dijo esperando a que me levantara de la cama.

– ¿Por qué?– pregunté poniéndome de pie. – Normalmente cuando yo me despierto el castillo está dormido.

– ¿Por qué me pregunta? Hoy es el día de su coronación– estaba con la cabeza agachas viendo mis pies, pero cuando oí lo que me dijo Akane levanté mi rostro y abrí mis ojos.

– ¿Hoy?– pregunté sobresaltada.

–Sí ¿se le había olvidado?– preguntó divertida.

–Pues, pues...– pasé por su lado y me senté en la silla del tocador con un rubor en mis mejillas.

–Qué olvidadiza– susurró mientras se ponía detrás de mí y empezaba a peinarme el cabello.

Es verdad que eso podía hacerlo yo, pero Emiko insistió en que debería hacerlo Akane, ya que era imperdonable que yo perdiera mi tiempo teniendo criadas.

Algunas veces odiaba a Emiko por decir cosas como esas, pero después de todo era ella mi mentora y debía obedecerla, hasta el día de mi coronación claro.

– ¿Ya eligió a su consejero?– preguntó Akane mientras peina mi cabello.

– ¿Consejero?– ella asintió mientras recogía mi cabello en un moño.

–Sí, como toda reina debe tener a su consejero o consejera– no dije nada solo asentí. Ya hablaría de eso con Daisuke.

Cuando Akane terminó mi peinado me tocó el hombro, me levanté y miré el vestido que descansaba en la cama.

–Vaya, es el vestido que me enseñó Emiko– susurré acercándome a la cama.

Me puse delante de la cama y me quité el pijama que traía puesto. Akane cogió el vestido que había en la cama y me lo puso. Su fina tela y su hermoso color hicieron que me sintiera de verdad como una reina.

Akane se dio la vuelta para verme.

–Vaya, ahora si pareces una reina– dijo con una sonrisa en su cara. Me sonrojé y bajé la mirada.

–No digas esas cosas Akane– susurré levantando mi mirada. Ella me sonrió.

– ¿Puedo pedirte un favor?– preguntó con timidez.

–Por supuesto.

– ¿Puedo darte un abrazo?– esa pregunta me tomó por sorpresa, pero solo atiné a sonreír. No le respondí, solo me abalancé sobre ella y la abracé.

Aunque tardó unos segundos, poco a poco correspondió mi abrazo.

–Gracias por todo Akane.

–A ti, por comportarte conmigo como un igual y no con diferentes estatus sociales– la dejé de abrazar y le sonreí.

Me di la vuelta y Akane se puso a mi lado.

–Deséame suerte, Akane– dije antes de empezar a andar y salir por la puerta.

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La reina de la nieve [Inuyasha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora