31: Debería renovar mi lista de "Peores experiencias de mi vida"

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No tuve que llamar al timbre: tenía llave de su casa desde hacía un año y si no, sabía cómo entrar por la ventana (no preguntéis, es una larga historia).

Dejé la mochila de cuero en una silla de la sala de estar. Aquella casa era una de las pocas cosas que no había cambiado con el resto de mi vida. Me traía muy buenos recuerdos.

Escuché un ruido en la habitación de Raúl y acto seguido este apareció por la puerta. Como mínimo se acababa de despertar. Llevaba un pantalón corto de deporte gris y unos calcetines blancos. Nada más. Dios, no le gustaba ponérmelo fácil.

Vino hasta mí, frotándose los ojos y sonriendo tontamente.
Me quedé quieta en el sitio, esperándole, observando como flexionaba los músculos de los brazos al estirarse y como le costaba despejarse lo suficiente como para saber quién era la que estaba delante de él, sonriéndole tristemente.

Cuando llegó frente a mí me miró durante unos segundos, antes de abrazarme. Se notaba que me echaba de menos. En cómo me rodeaba la cintura con los brazos, en su forma de esconder la cabeza en mi pelo e, incluso, en cómo aguantaba la respiración, esperando que mi presencia no fueran solo imaginaciones suyas.

Le rodeé el cuello con los brazos, poniéndome de puntillas para poder decirle al oído:

-Yo también te he echado de menos, rubiales.

Hizo un ruido extraño, parecido a una risa, y me preguntó:

-¿Cuánto vas a quedarte?

-Solo hoy -mi respuesta no le gustó mucho. Gruñó contra mi pelo y me empujó con delicadeza hasta sentarme en la mesa. Sin dejar de abrazarme en ningún momento.

-¿No puedes quedarte un poco más? -preguntó Raúl con voz ronca.

-Creeme que me gustaría, pero tengo que salvar el mundo -sentí como se reía-. No sé si sabes de qué va eso.

-Sí que lo sé, estuviste dentro de mi cuerpo por algo así hace dos años.

Se me ocurrió una respuesta a su comentario con respecto al cambio de posiciones que había ocurrido en los dos últimos años, pero decidí dejarlo estar. Lo conocía lo suficientemente bien como para saber dónde acabaría aquello si lo decía.

-Esta vez intentaré mantenerte al margen -dije a cambio. No lo había conseguido con mi padre, pero aún podía mantener a salvo a Raúl. No quería hacerle más daño.

Aquello me recordó una de las razones por las que había ido a verle. Tenía que contarle lo que había pasado con Oliver, necesitaba aclararlo antes de que la guerra estallara completamente. Si me ocurría algo no quería que viviera en una mentira.

-Raúl -recibí un leve gruñido y un beso en el cuello a modo de respuesta. Vaya, no me quería ayudar-, había algo que te quería decir.

En general, esa era la típica frase con la que el novio ya sabe lo que va a pasar, pero el mío no era un novio... "normal".

Me dio otro beso en el cuello y preguntó:

-¿Tiene que ser ahora? -el roce de sus labios me desconcentraba bastante.

-Mmm -la verdad era que hacía mucho que no lo veía, y le echaba de menos... en todos los sentidos.

Raúl rio contra mi cuello y siguió dándome besos. Rodeé sus caderas con mis piernas, llevando mis manos hasta su pelo. Sabía que eso le gustaba.
Dejó mi cuello para atacar mis labios. Entre beso y beso me llevó a su habitación.

Se sentó en su cama conmigo encima.

-Esto no es justo -se quejó, jugando con el borde de mi camiseta-, yo llevo menos ropa que tú.

Flecha Temporal [CS#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora