–Ven aquí.
–Suéltame, papá, me lastimas.
–¡¿Crees que me importa?!
Christian continúa debatiéndose para soltarse del agarre de su padre, pero Jonathan no lo nota y continúa arrastrándolo hasta entrar en el restaurante dónde, hasta hace un segundo, había tenido un desayuno agradable.
–¿Hay algún problema, señor? –pregunta el camarero que lo atendía.
–Ninguno, sólo tengo que hablar con mi hijo –Jonathan presiona los sus dedos al rededor de su brazo y Christian se queja–. ¿Ya está lista mi hamburguesa?
–En un minuto, señor.
–Excelente, ahora vuelvo.
Jonathan arrastra a Christian entre las mesas, los clientes los miran extrañados y más cuando Jonathan llega a la puerta de los baños y lo empuja dentro. Cierra la puerta con seguro, por suerte no hay nadie dentro.
–¡Explícate! –suelta a Christian y ve un poco preocupado la marca roja de sus dedos sobre la piel pálida de su hijo.
Sólo un poco preocupado.
–No hay nada que explicar –se queja Christian–. Me viste fumando, gran cosa.
–No te atrevas a hablarme en ese tono –advierte Jonathan–. Ahora dime quién te lo dio. ¿Fueron tus amiguitos busca pleitos?
–Ellos no buscan problemas, papá. El director esta en su contra porque Carlos no quiso salir con su hija.
–Responde. ¿Ellos te lo dieron? ¿Ellos te enseñaron?
–¡¿Y a ti qué te importa?!
–¡Claro que me importa! –responde Jonathan, harto de que su hijo evada el tema– ¡Eres mi hijo y me preocupo por ti!
–¡No parecías muy preocupado cuando me arrastraste a este asqueroso país y me obligaste a terminar con Dakota, sólo porque Sofía te rechazó!
Jonathan se queda sin palabras. No sabía que su hijo pensara de esa forma, aunque en realidad poco había pensado en él desde que pisaron Londres.
–Christian... Lo siento, no sabía que Dakota significara tanto para ti
–¿Y cómo ibas a saberlo? A ti no te importa lo que yo sienta.
Antes que Jonathan responda, alguien toca la puerta.
–Abre por favor, es una emergencia –suplica alguien afuera.
–Iré a casa. Tú termina tu dichoso almuerzo.
Christian lo pasa de largo y abre la puerta del baño, dejando pasar al pobre hombre cuyos pantalones parecen haberse salvado al entra a uno de los cubículos. Cuando sale, puede ver que su hijo ya se ha ido.
–¿Todo está bien? –pregunta Kurt, un contratista que arregla las casas que él vende.
Y su cita.
–Tengo que irme, entiendes ¿verdad?
–Claro, yo también tengo hijos. Ve y asegúrate que esté bien.
–Gracias, nos vemos mañana en el trabajo.
Kurt se acerca y le da un beso en la mejilla.
–Recuerda pasar por las baldosas.
~~~
Christian llega a casa y azota la puerta principal.
Su estúpido padre sólo sabe salir con hombres o mujeres al azar y regañarlo cuando no entra a clases. Al diablo con él, al diablo con esta estúpida ciudad, al diablo con todo.
Entra a su cuarto y saca una maleta del armario que comienza a llenar con ropa de sus cajones; unos pantalones, playeras y zapatos es todo lo que necesita. Una estela, claro, necesitaba la estela de su padre.
Sale de su cuarto y se dirige al de su padre, ¿dónde la habrá puesto? Comienza a rebuscar en su armario, pero no la encuentra, abre todos los cajones y nada, ¿dónde escondería su padre la única estela que tienen? Bajo el colchón. Christian lo levanta y efectivamente ahí está, la toma y ve que también hay una caja negra con las iniciales A.L. en plata.
Nunca había visto esa caja.
Dentro puede ver unas cartas y un pedazo de papel doblado. Christian saca el pedazo de papel y ve que se trata de una hoja de periódico con el titular: JONATHAN, NUESTRO HÉROE. Lo deja de lado y saca una carta al azar.
Según la fecha, fue enviada el doce de octubre de dos mil ocho.
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Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]
FanfictionEl mundo está lleno de sorpresas. Entre ellas, la muerte es la menos agradable. Pero a veces la muerte no es el final, sino el inicio de una nueva vida. Periodista: Scarlet.