Veía la peor vista del mundo y vio muchas cosas horribles a lo largo de su vida: los pueblos muertos de hambre en África, la destrucción de la naturaleza por el paso del hombre, Japón después de la Segunda Guerra Mundial, un grano en su frente; pero ver a Alec dormir mientras abrazaba a Jonathan con tal fuerza, con tal intimidad, era sin duda lo peor que pudo haber visto.
Alec y Jonathan dormían profundamente, ambos con sus rostros llenos de paz y felicidad por saber que estaban al lado del otro. Alec abrazaba a Jonathan por la cintura, como temiendo que en cualquier momento fuera a desaparecer. Magnus se pregunta si él y Alec se verían iguales, o quizá Alec se sentía más cómodo en esos brazos, quizá cuando dormía con él no era porque quería, sino porque estaba demasiado cansado para que le importara. Quizás.–¿Aún siguen dormidos? –Christian se asoma por la puerta.
Es casi la una de la tarde.
–Sí.
Jonathan se remueve y deja su pierna fuera de las sabanas, su pierna bien cubierta por un pantalón de pijama. Bendito pantalón de pijama. Aunque el hecho de que estén vestidos ahora no quiere decir que no pudo haber pasado algo más en la madrugada. Por algo estarían tan cansados.
–Isabelle dice que la comida estará lista pronto, me envió a preguntarte si querías.
–Sí, creo que sí.
Magnus se obliga a caminar fuera del cuarto y Christian se hace a un lado para darle paso. Antes de cerrar la puerta, se asoma una última vez, Alec y Jonathan siguen dormidos. Camina junto a Christian al comedor cuando su cerebro le manda una señal de alerta.
–¿Isabelle cocinó?
–No, sólo me envió a decirte.
Magnus suspira con alivio.
Mientras baja las escaleras, Magnus nota que Christian camina de una forma demasiado parecida a la de Alec, con la cabeza un poco baja y los hombros encorvados, esa postura natural con la que busca pasar desapercibido.–¡Magnus! –grita Aline desesperada desde la cocina– ¡Magnus!
Magnus corre a la cocina y al entrar se encuentra con Aline y Clary sosteniendo cada mano de Helen, quien respira con dificultad y mantiene sus piernas separadas.
–¿Qué pasa? –pregunta confundido.
–¡¿Cómo que qué pasa?! –reclama Aline gritando como si Magnus estuviera a un kilómetro– ¡A Helen se le rompió la fuente!
Magnus se fija un poco más en la entrepierna de Helen. Está mojada.
–¿Y qué se supone que quieren que haga?
–¡Eres un brujo, maldita sea! –parece que Aline es la única capaz de hablar– ¡Ayúdanos!
–Ah no, claro que no –Magnus niega con la cabeza–. Yo no soy un brujo con gran habilidad médica, ese es campo de Catarina. Dejen que la llame y...
–¡Ah! –grita Helen adolorida y se suelta de la mano de su esposa para sobar su vientre crecido.
Aline aprovecha su libertad para caminar hasta a Magnus y tomarlo del cuello de la camisa de seda que usa de pijama.
–Escúchame Bane, mi esposa está sufriendo. Sino haces algo para calmarla ahora mismo, me aseguraré de que sientas el mismo dolor entre tus piernas. ¿Quedó claro?
Magnus es un brujo de cientos de años, con poderes más allá de la imaginación de muchos mundanos. Pero debe admitirlo, Aline da miedo.
–Claro, claro como el agua. ¿Helen, te importaría acompañarme arriba a una de las habitaciones?
ESTÁS LEYENDO
Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]
FanfictionEl mundo está lleno de sorpresas. Entre ellas, la muerte es la menos agradable. Pero a veces la muerte no es el final, sino el inicio de una nueva vida. Periodista: Scarlet.