–Otra vez.
–Ya estoy muy cansado –se queja el adolescente que respira con dificultad.
–Bien, terminamos aquí y no podrás ir a tu cita.
–¡Eso no es justo!
–Justo o no, hijo mío, el que hace las reglas soy yo.
Christian respira profundamente y se coloca en posición de ataque. Jonathan hace lo mismo y avanza hacía su hijo, intenta dar una patada a su estómago, pero Christian retrocede y lanza el siguiente golpe. Jonathan lo bloquea sin problemas y logra patear la rodilla de su hijo, toma su mano y su hijo cae boca abajo con su brazo derecho extendido hacia atrás.
–Au, au, au... ya entendí, eres mejor que yo –Christian se retuerce tratando de liberarse–. Papá, ya suéltame.
–¿Te estoy lastimando mucho? –pregunta Jonathan con burla.
–¿De verdad? ¿Te divierte ver a tu único hijo sufriendo?
–Es uno de los placeres de la vida –Jonathan suelta la mano de Christian y este la regresa a una posición más natural, mientras con su otra mano se soba la muñeca–. Muy buen entrenamiento, hijo.
–Creo que me rompiste la muñeca –se queja Chris.
–Déjame ver –Jonathan se arrodilla junto a su hijo y comprueba que sólo la distendió–. Te pondré una runa. Si sabes decirme cuál es la que necesitas.
Christian lo piensa un segundo, aprender los nombres de las runas y cómo dibujarlas no es nada fácil, apenas hace dos años su padre le colocó la runa de visión en la mano. Al parecer es de las pocas que duran para siempre.
–Iratze –responde finalmente y Jonathan sonríe satisfecho.
Saca la estela de su bota y presiona la punta directamente en su muñeca. Al principio, Christian siente un poco de molestia, pero después es tan agradable como si una pluma de ave acariciara su piel. El iratze hace efecto casi de inmediato.
–Ahora vamos a casa –apresura Christian–. No quiero hacer esperar a mi cita.
–Bien, vamos.
Jonathan se levanta y juntos caminan por el campo hasta llegar al lado de una figura recostada en el césped.
–Marga, tenemos que irnos –llama Jonathan a la bruja, que todos los días hace favor de llevarlos a unas colinas apartadas en África.
Así se aseguran que nadie los vea.
–Ya voy –Marga se estira cual gato y levanta con pereza–. Dime cuántas veces derribaste a Chris.
Jonathan levanta cuatro de sus dedos y Marga se encoge de hombros.
–Ya no tienes que alzar ambas manos.
Marga comienza a trabajar en un portal en el suelo. Lo ha hecho en el mismo lugar tantas veces que las runas quemaron el césped impidiendo que vuelva a crecer. Cuando termina, el portal se crea como un remolino de agua verde.
–Esto jamás dejará de ser genial –exclama Christian con una gran sonrisa, como siempre que ve a Marga haciendo magia, por mínima que sea.
Christian salta dentro y es seguido por su padre y Marga. Al llegar al otro lado, Jonathan reconoce la sala de estar de Marga.
–Papá, vámonos rápido, mi cita es en una hora.
Jonathan ve que Marga ya ha llegado y el portal se cierra a su espalda.
–Gracias, Marga, ¿a la misma hora mañana?
–Mañana no puedo, ya te había dicho que tengo trabajo.
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Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]
FanficEl mundo está lleno de sorpresas. Entre ellas, la muerte es la menos agradable. Pero a veces la muerte no es el final, sino el inicio de una nueva vida. Periodista: Scarlet.