Hoy

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Scarlet se soba la cabeza por el fuerte golpe que recibió y mira a su alrededor para ver en dónde se encuentra. El cielo está nublado, paredes de ladrillo gris la rodean, el sonido del tráfico llena el aire, pero no ve mas allá por culpa de dos largas columnas de tela brillante que parten su visión.

–Bienvenidos a Londres, nefilim entrometidos –saluda Magnus de pie frente a ellos–. Hora local: ocho y media de la tarde.

–Magnus, tengo que hablar contigo –Scarlet se levanta y ve a Estiven hacer lo mismo.

–Ya respondí tus preguntas, no tengo nada más que decir.

–Yo creo que sí. ¿Qué haces en Londres? ¿Dónde está Max?

–En casa.

–¿No se te ocurrió algo más original? –Estiven alza una ceja.

–No puedo decirles dónde está. Y ustedes ni siquiera deberían estar aquí.

–¿Y tú? ¿Qué haces aquí? –pregunta Scarlet– Pensé que estabas muy triste por lo de Alec.

–Lo estoy.

–¿Y decidiste seguir triste en Londres? –insiste la nefilim.

–Eso es algo que no les incumbe. Ahora regresen por donde vinieron.

–Vinimos por un portal –Scarlet coloca sus manos en la cadera–. Así que no nos iremos hasta que tú lo hagas. ¿Verdad, Estiven?

Estiven la mira sorprendido y después asiente.

–Sí, claro, claro.

-No dejarán de insistir, ¿verdad? –pregunta Magnus resignado.

–Desde luego que no. Soy periodista.

–Max, baja, ya tenemos que irnos –llama Magnus.

Scarlet y Estiven miran arriba. Max está recostado sobre su pecho a unos cuatro metros del suelo. Lentamente baja y aterriza con elegancia.

–Hola, Estiven, Scarlet –saluda educadamente.

–Ya vámonos Max, se nos hizo tarde –lo apresura Magnus.

Max, que tiene cara de fastidio, sigue a su padre. Scarlet y Estiven siguen a ambos brujos. Al salir del callejón se encuentra con la ciudad de Londres. Es tal como la imaginó, modernas tiendas, edificios altos y personas con abrigos caminando. Ahora más que nunca ama su chamarra gruesa.
Magnus y Max los guían hasta una zona que parece de los suburbios, con todas las casas parecidas a la anterior.

–¿A dónde vamos? –pregunta Scarlet tras casi media hora de caminar en silencio.

Max y Magnus comparten una mirada y parecen decidir no contestar.

–¿Crees que nos llevan a un sacrificio? –pregunta Estiven en un susurro.

–Espero que no.

Los brujos dan vuelta a la derecha entrando al jardín de una casa, se acercan a la puerta y Magnus toca el timbre. La puerta se abre y Scarlet puede jurar que su corazón va a detenerse.
Es Jonathan Morgenstern.

~~~

–Muy bien, creo que esto funcionará.

Scarlet abre los ojos y se encuentra con Jaidi cerca de ella. Scarlet conoció a Jaidi en Alacante, donde la mayor terminaba de estudiar medicina con Catarina como maestra particular y ella sus estudios en la academia de cazadores de sombras. Su amiga la mira preocupada.

–¿Qué huele tan mal?

–Es whisky –Jaidi aleja un vaso lleno de liquido dorado–. ¿Cómo te sientes?

Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora