Capítulo 6. Todo puede cambiar en un segundo.

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"La vida puede cambiar en una décima de segundo, en cualquier momento el amor de tu vida te podría dar un beso, en cualquier momento se podría morir alguien que quieres, en cualquier momento puedes pasar de estar triste a feliz con una simple palabra."

Cuarto de los alumnos de 6º curso de Hufflepuff. 22 de Diciembre. Por la mañana.

(Narra Hiccup)

Cerré la maleta y la coloqué junto a mi cama. Había recogido solo algunas cosas, entre ellas las de Desdentado que, aunque seguía sin aparecer, me negaba a pensar que no volvería.

Suspiré y me senté en mi cama, todo había ido de mal en peor desde que había empezado el curso.

-¿Eso es todo lo que te piensas llevar a Alemania? –me preguntó Kristoff, que estaba preparando una pequeña mochila para irse de vuelta a Noruega.

-Es lo imprescindible, tampoco vamos a hacer muchas cosas...

Él puso los ojos en blanco y acabó de meter su ropa en la mochila. Desde el minuto uno había opinado que no tenía una actitud demasiado negativa teniendo en cuenta que iba a pasar las navidades en un lugar con fama de celebrarlas a lo grande.

-No es la actitud, Hiccup... -me repitió de nuevo.

-Ya te he dicho que no estoy de humor para nada, Kristoff.

Una semana antes. Jardines de Hogwarts.

(Narra Hiccup)

Estaba todo nevado, el invierno había llegado de un día para otro y ahora muchos alumnos paseaban distraídos sobre la nieve y jugaban a lanzarse bolas o hacer muñecos de nieve.

-Hola, soy Olaf y me gustan los abrazos calentitos –oí que decía Anna con voz grave y moviendo los brazos de un muñeco de nieve, al momento oí la fría risa de su hermana mientras comentaba lo infantil que parecía con un tono de cariño.

-No seas así, pobre Anna –le reprochaba una voz masculina, la de Hans.

Un poco más adelante pude localizar a Jack y Mérida, ella acababa de tirarle una bola de nieve y él se preparaba para vengarse; Rapunzel les observaba desde un banco mientras trazaba lo que seguramente sería un nuevo dibujo en su cuaderno. No pude evitar quedarme observándola un rato: llevaba la bufanda de Ravenclaw y un abrigo de color rosa pálido que dejaba ver unas gruesas medias negras y el bajo de un vestido blanco, llevaba el pelo recogido en una trenza de lado, justo como le gustaba a Astrid.

A mi lado vi como Astrid se removía y giraba hacia la derecha, yo la seguí sin comentar nada, sabía que su intención era esquivar a mis amigos.

-¿Tienes frío? –le pregunté, había salido con un simple abrigo por encima de una blusita primaveral.

-No, no te preocupes por mí –me dijo en un tono un poco cortante, yo decidí cogerle la mano y acercarla hasta mí.

-¿Qué es lo que te ocurre? –le pregunté clavando mis ojos en los suyos. Los ojos de Astrid eran grandes y azules, unos ojos preciosos.

-Nada... Estaba pensando en casa. Allí también nevará y hará más frío cuando volvamos.

Aparté la vista y me mordí el labio incómodo, aún no había reunido el valor para decirle a Astrid que mis planes para navidad eran otros que volver a Berk.

THE BIG FOUR. Los magos mestizos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora