Capítulo 4- Visitas inesperadas.

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Risas y murmullos llegan a mis oídos, ocasionando que despierte del sueño. Me siento en la cama con frustración y capto que las voces provienen de la planta baja, giro el rostro para ver la hora en la alarma y tan solo faltan dos minutos para las diez. Ha no escuchar más ruidos, me recuesto de nuevo en la almohada para tratar de conciliar el sueño pero risas llegan a mis oídos.

La mayoria de las veces odio tener el oído desarrollado de una manera no natural, el mínimo sonido siempre me despierta ya que tengo el sueño ligero.

—¡Asfff, callénse!— grito hastiada del ruido.

Me levanto de la cama irritada y voy al baño para lavar mi rostro y cepillar mis dientes. Después de terminar, voy a la habitación, me pongo la bata, me calzo las pantuflas y recojo mi cabello en una coleta desaliñada y salgo de la habitación para ir a reclamar el ruido que hacen. Mientras voy bajando las escaleras, un exquisito aroma a menta me embriaga e inquieta a Amira.

«Él esta aquí.»

Frunzo mi ceño.

¿Quién?

Pero ella no responde.

Tomo camino hacia el pasillo molesta, a la vez que me tallo los ojos y entro a la sala de estar.

—Puede saber, ¿por qué hacen tanto ruido? Me han despertado con su...— no termino de hablar al ver que tengo visitas inesperadas en la sala.

Madre me mira con cara indignada y yo la ignoro, la culpa la tiene ella por no haber avisado antes de que íbamos a tener visitas en la mañana. Dirijo la mirada a los gemelos y veo que ambos tienen los rostros serios. Alzo una ceja interrogante pero ellos mantienen el mismo semblante. Decido ignorarlos y detallo a los desconocidos.

Hay una mujer de cabello liso castaño, ojos azules y de estatura estandar, y al lado de ella hay un hombre de cabello azabache, ojos grises y alto. Ambos se encuentran sentados en el sofá con mi madre. En el mueble individual que hay a un lado, se encuentra una niña pequeña, de cabello castaño oscuro y de ojos azules, tiene aspecto aniñado pero una mirada fiera y un poco más allá, cerca de la puerta corrediza está un chico de espalda pero no logro ver su rostro, sólo puedo ver que tiene el cabello azabache y es alto.

Carraspeo un poco.

—Buenos días, discúlpenme si llegué a interrumpir.— miro a madre mal y vuelvo a mirar a las visitas —No sabía que tendríamos invitados.— me rasco la nuca nerviosa —Me retiraré para que sigan con su plática.

Sonrío amable y giro sobre mis pies para irme pero la voz de mi madre me detiene.

—Hija, no te vayas. Te los presentaré.

Tenso la mandíbula.

No puedo negarme a madre, y mucho menos si hay personas presentes, ya que eso la molestaría demasiado.

—De acuerdo.

Giro de nuevo y me acerco a ellos con incomodidad, porque mi pijama de seda tan sólo la cubre la delgada bata.

—Hija, ellos son la familia Wood.— dice —Sandra y Michael,— señala a la pareja y me acerco a ellos y les tiendo la mano —y sus hijos Stella y James.— señala a la niña y al chico que es ajeno a nuestra conversación. Solo saludo a la niña.

—Mucho gusto, soy Amanda.— me presento.

El chico se da la vuelta y su rostro se hace visible. El aroma a menta viene de él con intensidad y mis sentidos se aturden.

«Es él...»

Dice mi loba pero corto la conexión al ver como el chico se acerca y extiende su mano a mí, dudosa la tomo y una suave corriente eléctrica me recorre y me eriza la piel, y creo que él también la sintió.

La Princesa de los Lobos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora