Las rejas de la residencia en donde vivo se abren con solo chasquear mis dedos, para luego empezar a conducir por el sendero de piedras hasta estacionar el Jeep en el mismo lugar de siempre. Tomo mi celular y observo que son las seis y cincuenta de la mañana. Solo tengo exactamente diez minutos para deshacerme del hechizo e introducirme en mi cama, para fingir normalidad.
Tomo mi cartera de mano y me fijo en que todo lo que me pertenece este adentro de ella; el poco dinero que me quedó y la bolsa vacía de las golosinas que me comí por mitad de camino, ya que moría de hambre. Bajo del auto y le pongo el seguro. Camino hasta las elegantes y amplias puertas de mi casa y me detengo para quitar el hechizo de olvido.
—Anaíresi tis xórki [1].— recito las palabras en griego y una luz blanca sale de la palma de mi mano para luego desvanecerse.
Con la llave en mi otra mano, la incesto en la cerradura de la puerta y la hago girar para que esta a los pocos segundos se abra. Entro y cierro detrás de mí.
Agudizo mi oído para prestarle atención a los sonidos de la casa, para ver si alguien esta despierto, pero afortunadamente no escucho ningún movimiento en la casa.
Subo las escaleras con cuidado y al llegar a mi habitación, entro y cierro la puerta. Suelto todo el aire que llevaba reteniendo por esos tres minutos, para luego hasta la cama y lanzarme en ella.
«Necesitamos un baño y una siesta, ahora mismo.»
Lo mismo opino.
Me deshago de los tacones y me levanto de la cama para ir hacia el baño y así darme la ducha más larga de toda mi vida. Me deshago de la ropa que tengo puesta. Me acerco a la tina y abro el grifo para que esta se vaya llenando, mientras que le añado sales de baño. Antes de introducirme en la tina, me quito con una toalla húmeda el maquillaje y recojo mi cabello en un chongo desaliñado.
Con la tina lista, cierro el grifo y me introduzco en ella. Siento como el agua empaña mi cuerpo y empieza a relajar mis músculos tensos. Cierro los ojos y tarareo una canción, hasta que Amira me interrumpe.
«Creo que deberías deshacer el hechizo de camuflado.»— dice y yo frunzo mi ceño —«Melissa a despertado, y no esta muy contenta, porque no ha percibido tu aroma.»
Abro los ojos como platos.
—Arómata, arómata, epistrépste kai tylíxte to sóma mou me to magikó néktar tou [2].— recito rápido antes de que mi madre venga y toque la puerta de mi habitación.
(...)
Desde hace media hora he salido de la tina, me puse mi ropa interior y me vestí con un cómodo suéter gris que me llega por encima de las rodillas y medias largas del mismo color. Luego saqué el grimorio de su caja de cristal para leerlo.
Cada página varía entre distintos idiomas; desde el griego, el latín y una lengua muerta. Pero lo más fascinante, es que cada letra la entiendo a la perfección.
En mi cabeza voy memorizando uno que otro hechizo, porque creo que me será útil más adelante. Además, también memorizo algunas cosas sobre todas las criatura que existen en el mundo, pero me enfoco más en los vampiros, los demonios y los cazadores; de que manera hay que matarlos, que los hace vulnerables y que les gusta.
Escucho como tocan la puerta de mi habitación, así que detengo mi lectura y escondo el grimorio. Me levanto de la cama y camino hasta la puerta, la abro, para luego encontrar a mis hermanos con sus rostros serios en frente de mí. Abro la boca para formular un saludo, pero ellos no me dejas, ya que me hacen a un lado y entran a mi habitación sin permiso.
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La Princesa de los Lobos.
Lupi mannariAmanda Blake tiene dos semanas de haber cumplido su mayoría de edad y un secreto le fué revelado ese mismo día, al fin la verdad relució. Ella no tiene ni idea del mundo que la rodea. Ahora tendrá una perspectiva muy diferente de ver el lugar en don...