67. Tadeo:

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Mónaco-Ville. 1948


Tadeo:

Fuimos a caminar por el lago.

Esta vez me preguntó cómo estaba y no pude evitar responder que me sentía bien.

Mis padres aguardaban bajo el árbol, al pendiente de todos nuestros movimientos.

Me sentía observada y me puse nerviosa cuando él tomó mi mano.

Supongo que debí haber sabido lo que planeaba. Debí sospecharlo por la emoción de mis padres y por cómo el pueblo nos miraba.

Marcus se arrodillo sobre el césped y sacó de su traje una caja tan pequeña como la palma de mi mano. Tragué saliva y antes de que pudiese hacer su petición, lo detuve.

Sus ojos brillaban, pero no era un brillo especial. Era un brillo de desconcierto, de rechazo.

Tadeo, le he dicho la verdad.

Claro que la verdad pudo haber sido un tanto distorsionada.

Le dije que salía con otra persona.

Él juntó sus cejas y pareció herido de repente.

Me exigió un nombre. Quería saber el nombre de aquel hombre que pudo enamorarme más de lo que él pudo.

Lo siento, Tadeo. Le he dicho tu nombre.

Tal vez fue la presión del momento, o los nervios que revoloteaban por mi estómago como insectos buscando donde esconderse.

Ya te imaginaras lo que ocurrió después.

Tú sabes lo que ocurrió después, Tadeo.

¿Verdad que lo sabes?

Esperaré con ansias una explicación y antes de que lo pienses, no estoy molesta contigo.

Te he llegado a querer de una manera muy insólita.


Aitana

Un príncipe sin título de noblezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora