70. Aitana:

4.4K 624 81
                                    

Madrid, España. 1948


Aitana:

¿Celos?

No puedo describir por qué lo hice.

Recuerdo ese día haber peleado con él. Era la primera semana de mi estadía aquí, en su hogar.

Papá me exigió pasar tiempo con mi madre ¿recuerdas?

Eso hago ahora. Bueno, se supone que lo hago.

Mamá se casó con este intento de rey. Adivina, de ellos vino el insecto de Marcus.

Tenía celos, de cómo su vida era casi perfecta. Como él puede tener todo lo que desee con tan solo chasquear los dedos; mientras yo tengo que hacer millones de sacrificios para hacer que una sola cosa me salga correcta.

Mi padre tiene un sueldo miserable.

Mi madre lo tiene todo.

Mi padre me educó desde siempre.

Mi madre apenas y aparecía de vez en cuando.

Seguramente debes de creer que soy egoísta, pero no puedo dejar de tener estos sentimientos tan míseros.

Entonces viajaron a Mónaco. Marcus, mamá y su esposo.

Cuando llegaron lo primero con lo que Marcus alardeó fue sobre ti.

Habló de lo bonita e inteligente que eras.

La simpática, adorable y al mismo tiempo rebelde chica que lo tenía suspirando a cada segundo.

Habló sobre tus ojos. Tu cabello. Tu sonrisa.

Casi pude enamorarme también con tan solo escucharlo hablar.

Por cómo te describía. Como si fueses un tesoro. Como si fueses lo más espléndido que sus ojos hubieran visto.

Por un segundo creí que él en verdad te amaba.

Vi la oportunidad llegar a la puerta, literalmente. Recibí la correspondencia ese día, solo porque iba de salida, a reunirme con unos amigos y beber cervezas.

Cuando vi tu nombre el deseo de saber lo que tenías que decir me inundó...y sí. Ese día oculté tu carta, planeaba leerla más tarde y burlarme un rato.

Pronto me encontré respondiéndote. Y en un abrir y cerrar de ojos, esto se convirtió en mi pasatiempo favorito.

Más que salir a tomar cerveza o con una chica.

Me sentí mal por unos días. Pensando en que yo estuviese rompiendo una relación. Hasta que mi estúpido hermano llegó a casa con otra chica, y después otra, y fueron más.

Ya no hablaba de ti con furor y ese brillo en sus ojos que aparecía cuando mencionaba tu nombre había desaparecido.

Sentí lastima. Pero no por ti, sino por él.

Porque sé que perdió la oportunidad de amar a una chica adorable como tú.

También sentí lástima por mí. Porque tu jamás podrías interesarte en un chico como yo.

Y si lo haces ahora, créeme. Sería un tremendo error.

Soy un tremendo error.


Tadeo

Un príncipe sin título de noblezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora