Frank soltó una maldición cuando el plato resbaló de sus dedos para estrellarse contra el suelo con un ruido sordo. Algunas personas voltearon ante el estruendo que acababa de provocar por ser tan idiota. Genial, simplemente genial, dijo para sí mismo. Aquello era justo lo que necesitaba para hacer que ese día de mierda fuese aún peor, tal como si el universo pensase que no tenía suficientes problemas. Rápidamente se colocó de cuclillas con el fin de recoger los trozos rotos, solo para terminar, en el apuro, haciéndose un tajo en la palma de su mano.
— ¡Mierda!
Colocó el trapo que cargaba consigo sobre la herida, de la cual había comenzado a surgir sangre de manera casi instantánea.
— Cuidado con tus palabras, Frankie. Este es un lugar familiar, hay niños aquí —oyó decir a su compañero, Bob. El sujeto rubio apareció a su lado y le ayudó a recoger los trozos dispersos por el suelo— No querrás que el viejo John te oiga decirlo o te meterás en problemas.
— Lo sé. Es solo que hoy no es mi día, Bob. Nunca lo es, de hecho. Este es el tercer plato que rompo está semana —bufó, tratando de no volver a cortarse con las afiladas puntas— Debo dejar de romper cosas o terminaré pagando por trabajar.
Cada objeto que rompía le era descontado de su sueldo, y en el tiempo que llevaba trabajando en esa cafetería había roto un total de cinco platos y dos tazas, todo un récord para un principiante como él. No había sido sencillo encontrar un sitio que emplease a un menor, a pesar de estar cercano a los dieciocho años. Simplemente suponía que no era beneficioso para los dueños contratar a un chiquillo recién salido al mundo de los adultos que probablemente ni siquiera sabía lo que hacía. Luego de una exhaustiva búsqueda y de revisar numerosos anuncios en el periódico, logró conseguir ese empleo de medio tiempo como camarero.
No era el mejor trabajo del mundo, pero no podía quejarse. Recibía una paga bastante justa y el hombre encargado de ese lugar, John, parecía tenerle bastante paciencia debido a que para ese entonces no lo había despedido, a pesar de su torpeza. Frank era un desastre en muchas cosas, no era bueno en nada, pero al menos se esforzaba para hacer bien su tarea y hacer valer la decisión de John de contratarlo.
Bob soltó una risita. Ambos se pusieron de pie al terminar y amablemente se ofreció a cargar con la bandeja de platos sucios de Frank a la cocina— Descuida, todos somos algo torpes en nuestros primeros días. Es algo así como algo natural, hasta que te adaptas. Solo llevas dos semanas aquí, verás que te irá mejor.
— Eso espero. En verdad necesito el dinero —suspiró, observando como el trapo adquiría una tonalidad roja. La sangre solo le recordó todo lo malo que había hecho, sus crímenes jamás le abandonaban.
— ¿Provienes de Belleville, cierto? —le preguntó Bob una vez que se encargó de los platos. Se giró hacia él, en espera de una respuesta.
Frank levantó la vista, asintió— Así es. Es una comunidad pequeña, pero bonita.
— ¿Si es tan bonita entonces porque has venido aquí? Quiero decir, Trenton no tiene fama precisamente de ser una las mejores ciudades del estado.
— Solo... Quería un cambio —se decidió por decir finalmente. Lo único que venía queriendo desde hace mucho tiempo era un cambio en su vida, un gran cambio. Pero estaba seguro de que le costaría obtenerlo.
Bob asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Le miró por unos segundos. Frank también lo hizo.
— Entonces... —comenzó el rubio— ¿Vives solo?
— No, vine aquí con mi pare... —se interrumpió en la última frase. Él había creído que lo eran, pero ahora no estaba tan seguro como solía estarlo en el pasado.
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i brought you my love, you brought me your blood ↠ frerard
Fanfic[secuela de suicide club] "Si podía amar a sus demonios, entonces también podía hacerlo con el dueño de estos."