01| Sueño

66 2 0
                                    

Despierto con el sonido de la alarma de mi móvil, miro la hora son apenas las 6:00 am. No sé por qué, pero esta cosa siempre suena cuando estoy en la mejor etapa de mi sueño.

— ¡Abigail, no seas floja y levanta ese trasero de la cama, nos dejara el autobús! – Grita mi molestosa hermana menor, haciendo que me levante por completo.

— ¡Ya voy enana mocosa! – Digo enseñándole mi dedo del medio.

Para los que se pregunten, si tengo una hermana menor la cual hace de mi vida un completo caos.

Que dramática.

Tu cállate conciencia.

Me levanto de mi maravillosa cama haciendo puchero. ¿Por qué tiene que ser lunes? ¿Por qué debo de ir a la cárcel llamada escuela? ¿Por qué no fui un  gato? Tomo lo primero que veo en mi armario, unos jeans, una camisa rosada, busco mis converse blancos debajo de mi cama y me dirijo al baño.

Me encuentro trenzando mi cabello cuando escucho el timbre de mi móvil. Automáticamente comienzo a bailar al ritmo de mi iPhone. Tarareó la canción  mientras me dirijo hacia el teléfono que se encuentra encima de mi cama. Miro la pantalla, y veo que dice "Mejor Amiga".

— Hoo... - Ni siquiera termino la palabra cuando ya comenzó a gritar.

— ¿Acaso te crees la reina de Inglaterra para hacerme esperar tanto? No seas tan perra y baja enseguida estoy afuera con Gabriela esperándote hace quince minutos. Ahh, se me olvidaba deja de decirle mocosa a tu hermana. — Me colgó, la muy perra me colgó.

— "Deja de decirle mocosa a tu hermana"- repito lo que dijo en tono burlón. - Como si no lo fuera.

Me miro al espejo para ver mi outfit del día. Agg, odio el rosado, pero ya para qué. Bajo sin pensarlo dos veces. Tomo mi mochila del sofá, había estado ahí todo el fin de semana. No me mal interpreten, soy estudiosa pero me da flojera subirla hasta mi habitación. Además no nos dejaron tarea. Voy hasta la cocina donde se encuentra mi madre muy alegremente cocinando. Mi madre tiene el cabello rubio hasta los hombros, es una pulgada más alta que yo y es una persona que goza de la vida.

— Me sorprende verte aquí, tú no sueles desayunar.

— No vengo a desayunar señora madre, solo pase a despedirme. – Digo mientras alzó mis hombros.

— Ya me extrañaba. Que Dios te bendiga hija mía y deja de decirme "señora madre" – Hace con sus dedos unas comillas en el aire y se acerca para luego besar mi frente. Salgo inmediatamente de la cocina y antes de salir por la puerta principal digo.

— Hasta luego señora madre.

Ni siquiera alcanzo a escuchar su respuesta, porque sierro la puerta de inmediato. Al salir me encuentro con Gabriela y con Loandra, mi mejor amiga. Hago un gesto con mi mano en señal de saludo.

— Por fin, pensé que te habías resbalado en la ducha, golpeado en la cabeza abriéndotela y muerto en el acto. Ya estaba por llamar a la morgue para que te recogieran. – Río ante la exageración  de mi amiga. Ella es un amor, pero aveces suele ser completamente dramática y exagerada, aun así la amo.

— Yo pensé que te habías ido por el WC, hubiera sido fantástico. – Dice Gabriela con una gran sonrisa en su rostro.

— Con gran lastima, lamento informarles que ninguna de las dos exageraciones sucedió.

— Nos dimos de cuenta querida. – Responde Loandra, y ambas comenzamos a reír.

Al subirnos al autobús nos dirigimos hacia la parte trasera para tomar un asiento. Mientras Gabriela hacia su tarea a último momento y Loandra jugaba con su móvil, yo decido mirar por la ventanilla del autobús. No entiendo por qué en mi ultimo año de high mi madre aun no me a regalado un auto y aun tenga que venir a la cárcel en autobús. ¿Tan mal conduzco? Ni siquiera me presta el de ella. En ese instante recuerdo el sueño que tuve antes de que mi amado móvil indicara que era hora de levantarme y decido que se lo contare a Loandra en cuanto lleguemos a la cárcel y la alienígena de mi hermana no estuviera presente. Cuando bajamos del autobús, Gabriela se fue con sus amigas y Loandra y yo nos dirigimos hacia nuestro salón. Lo mejor de la cárcel es que cojo todas las clases con  mi mejor amiga.

Cuéntale ahora

¿Qué le cuente qué?

Pues tu sueño, ¿Qué más va hacer?

Está bien y cállate ya conciencia.

— Tuve un sueño anoche.

— Abi, el sueño de ti con 30 gatos no se hará realidad. Digo, sé que amas a los gatos y que por más que los ames nunca vas a pasar del límite aceptable de mascotas. Yo no lo voy a permitir. Y ya deja de contarme ese sueño, ya me lo sé de memoria. Incluso se el nombre de tu gato ideal. – Veo como mi amiga ruedas sus ojos.

— ¿Y según tu cual es el nombre mi gato ideal y como seria? – La miro seria.

— Pff, obvio que  quieres un gato negro y peludo para llamarlo chimuelo como el dragón de la película entrena a tu dragón. – Abro mi boca haciendo una enorme O, mientras la miro completamente sorprendida. Debió de notar mi expresión por que rápidamente comenzó a burlarse de mí. — No te sorprendas, Gabriela me conto que cuando dormías dijiste que chimuelo te estaba hablando. 

— Ah sí. – Maldita enana piojosa y chismosa. —Te cuento, ese día estaba viendo entrena a tu dragón y me quede dormida, soñé con un gato negro que me hablaba y su nombre era chimuelo. Desde ese entonces ese ha sido el gato de mis sueños. – Digo sin más preámbulos.

— Wou, mi mejor amiga se ha vuelto completamente loca. ¿No has pensado acudir a un psicólogo? De todos modos que soñaste está ves si no fue con tu obsesivo amor por los gatos que hablan.

— Me ofendes.- Colocó mi mano en mi pecho fingiendo estar indignada — Soñé con Jeremy. - Sé que ha dejado de caminar por que no veo a nadie al lado mío. — ¿Por qué te detienes?

— ¿Jeremy el chico más guapo y popular de toda la escuela?

— Si, ese mirito. – Digo mientras comenzamos a caminar nuevamente.

Al llegar al salón tomo mi lugar y miro la hora en mi móvil, apenas son la 7:55. Faltan cinco minutos para que comience la clase, así que decido ir al tocador. En el camino observe como ya los pasillos estaban completamente vacíos. Que absurdo yo no me moriría por llegar temprano a clases, pero si no fuera por Loandra de seguro ni entraría al salón. ¿A quién le gustaría tomar matemáticas a las ocho de la mañana? A mí no, pero me toca. Cuando salgo del tocador voy distraída mirando las líneas que hay en el suelo. De pronto choco con algo y caigo de trasero al suelo. Me incorporo sobándome mi parte trasera. Cuando miro al gran torpe que choco conmigo me quedo sin palabra alguna. Era él y estaba delante de mí. Creo que la suerte hoy está a mi favor.

¿Suerte, Casualidad o Destino? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora