"amor"

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-¿amigas?- preguntó Sofía aun confundida, cobijando cariñosamente la figura de papel.

-¡sí, amigas!- exclamó Margarita animadamente.- ¿sabías que la palabra "amistad" deriva de una palabra en latín que significa "amor"? y ¿sabías que "amar" es una palabra compuesta, donde "a" es "sin" y "mor" es muerte, por lo que "amor" significa "sin muerte" o "eterno"? , ¿Y que la forma más sincera de expresar amor es dar sin egoísmo, abierta y desinteresadamente?.

Sofía separó los labios para dejar salir palabras que nunca se hicieron presentes; pudo haber exclamado el "si", que merodeaba por su cabeza en ese momento o pudo haber explicado el error en la etimología de la palabra "amor" y el mito poético tras su procedencia, pero esto no sucedió, fue el destino o tal vez un pedacito de afecto en su corazón el que impidió que estas palabras nacieran.

-por favor acéptala- musitó Margarita observando amorosamente el ave carmesí,­- es el tesoro más preciado y hermoso que tengo en este mundo y con él te ofrezco mi amistad y amor eternamente.

Sofía sintió como su mundo cambiaba para siempre, el frio que hasta ahora la cubría se disipaba lentamente presagiando sonrisas y momentos felices.

-no estoy sola- se escapó de los labios de Sofía como un susurro, murmullo solo audible para el corazón.

-no lo estás- respondió Margarita dando pequeños saltos de emoción, con lo que ambas sonrieron cálidamente.

La admiración era un sentimiento que Sofía pocas veces en su vida había experimentado, ya que por lo general era algo que ella provocaba en los demás, acostumbrada a siempre ser alabada y puesta como ejemplo ante otros, pero que esta vez afloró estrepitosamente y desbordó su corazón, ya que Sofía nunca había escuchado palabras tan simples y sabias en toda su vida. Margarita era un genio en todo lo que ella no comprendía, en el ámbito sentimental margarita era un prodigio.

-siempre te he admirado- exclamó felizmente Margarita mientras se sentaba junto a Sofía.

Los ojos de ambas se concentraron en el movimiento juguetón de los pies de margarita, ya que estos no alcanzaban a tocar el suelo.

-tú tienes todo lo que yo quisiera tener y eres como me gustaría ser-admitió dulce Y sinceramente Margarita, mientras recogía del suelo una flor a merced del viento.-eres muy bonita e inteligente, todos te respetan y admiran- exclamó acariciando los pétalos de la flor entre sus manos.-puede sonar ambicioso de mi parte querer esas cosas, pero para alguien tan insignificante como yo, aquellas brillan de forma muy tentadora.-sonrió.

-¡no eres insignificante! - respondió Sofía seriamente.-eres mi preciada amiga- fijando su atención en la flor que Margarita sostenía.

-¡no me hagas admirarte más por favor!- bromeó margarita tocando sus mejillas con ambas manos.

Sofía al ver esa imagen, la escena de margarita tocando su rostro con una cohibida y dulce flor danzando entre sus manos, todo de pronto le pareció muy claro.

-¡eres como una flor!- exclamó ocurrente Sofía, como si aquella afirmación fuera parte de una iluminación divina.

El rostro de margarita oscureció en penumbra por un segundo al oír eso, ya que aquella frase le recordó a Gabriel.

-me habían dicho eso antes, parece que mi nombre habla correctamente de mi apariencia.- exclamó con una sonrisa dulce entre los labios.-mi nombre es Margarita.-

-mi nombre es Sofía.- dijo mientras sentía que entre ambas habían pasado décadas de amistad o bien que en otra vida habían prometido ser almas inseparables, buscándose eternamente.

- ¿esta triste?- preguntó Margarita sabiendo la respuesta y recordando de forma vivida el sentimiento desolador que tuvo al verla la noche anterior, al ver como esta caminaba eclipsada con la oscuridad de su melancolía.

-supongo que si- respondió Sofía, sintiendo como cada una de las paredes que siempre la alejaban del resto de las personas , se derrumban dejando al descubierto una frágil y sensible versión de sí misma , temerosa de sus sentimientos y abierta a compartir sus preocupaciones con aquel ángel que se había convertido en amiga.

Margarita levantó delicadamente la mano, con un gesto bello y dulce, atavió el cabello de Sofía con la flor que había adoptado bajo su protección y cariño.

-no me admires, no me quieras, no soy merecedora de nada de eso- confidenció tristemente Sofía al mirar a Margarita.

-¡no digas eso, ya que no es verdad!- el enojo sonaba extraño en el hada, quien lucía como alguien que jamás subía el tono de voz.

-no te admiro por lo que muestras a todo el mundo, te admiro por lo que veo-. Exclamó con los ojos más dorados y cristalinos que de costumbre, tan abiertos y sinceros como para casi poder ver su alma.

- Cuando nadie más te ve, tú también dejas de hacerlo y la ventaja de ser invisible es que puedes observar cosas que nadie más, la ausencia de importancia y por tanto atención en sí mismo, te permite apartar las capas exteriores de las personas y verlas realmente, observar detalles importante que se escapan normalmente a la atención del resto. Puede que sea demasiado optimista, pero para mí eso se convertido en una bendición, ya que gracias a esto logré verte y logré verlo a "él".- exclamó margarita ruborizada de felicidad, decorada con rayos de sol.

-vi hace mucho que eres tan fuerte como para perseverar pese al cansancio, eres bondadosa al hacer sacrificios para los demás, ya que pese a que en ocasiones tienes una expresión de tristeza, que demuestra lo infeliz que te sientes, sigues esforzándote, imagino que para darle satisfacción o paz a tus padres y sobre todo, que decides por voluntad propia olvidar tu valor y no sentirte merecedora de todo lo que te has ganado con tu esfuerzo.- expresó Margarita dejando salir sus más íntimos pensamientos.

Sofía sólo pudo observar a aquella maravillosa niña, con la más amplia de las sonrisas acompañada de un silencio que hablo por si solo.

-¿quién es "él"?- interrogó Sofía, tratando de contener el sentimentalismo de aquella situación.

-"él", es alguien a quien siempre he amado, pero que nunca he tenido el valor de mirar directamente, a su lado soy solo "la pequeña flor que observa embobada al sol".-exclamó dirigiendo sus manos al cielo, entrecerrando los ojos para no enceguecer con la luz.

-me sorprende lo fácil que es para ti saber tus sentimientos.- exclamó admirada Sofía. -Yo ni siquiera sé que es el amor.-confeso sintiéndose absurda.

-antes que todo debes saber que para amar se necesita un corazón gallardo, dispuesto sufrir heridas, la valentía necesaria para desprenderse de sí mismo y entregar una parte al amado, aun sabiendo que esta parte es vulnerable a ser destruida; significa la despedida del egoísmo y el abandono de la comodidad que ofrece la soledad, fortaleza para afrontar las circunstancia que escapan al poder humano y sobre todo la fe en lo intangible e inexplicable.

Una brisa ligera y la cálida luz dorada de la tarde acarició el cabello de ambas jóvenes, tatuando en el corazón de Sofía para siempre el poder las maravillosas palabras dichas aquel día.

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